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Cachorro del sistema

Luis F. Salazar Woolfolk

La regeneración del antiguo régimen en el que el poder se ejerció de manera absoluta y excluyente por un solo partido político, no es sólo un riesgo con vista a las elecciones del año 2006, sino un fenómeno que se construye en el aquí y ahora de México.

La declaración de unidad exigida por la Confederación de Trabajadores de México en torno a Roberto Madrazo como precandidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República, es un botón de muestra.

El dedo presidencial que en el sistema priista indicaba el sentido de la sucesión y que fue amputado en la jornada electoral del año 2000, pretende ser implantado en la mano de la CTM para designar al candidato del PRI y si el pueblo mexicano lo permite, reiniciar el proceso sexenal de la Presidencia Imperial.

En un principio junto a los gobernadores del Tucom que exigían “reglas claras” a Roberto Madrazo, aparecían Enrique Jackson y Leonardo Rodríguez Alcaine. Sin embargo, la designación de Arturo Montiel como precandidato del grupo ofrece la oportunidad a la oligarquía cetemista para cancelar de un plumazo el proceso interno priista, en aras de una pretendida unidad pactada en la cúpula del PRI de espalda a los militantes.

Los dirigentes cetemistas tratan de resolver esta cuestión mediante el viejo sistema clientelar que se resiste a morir, violando los principios electorales de la Constitución de la República según los cuales, los partidos son organizaciones de ciudadanos (no de corporaciones) y el sufragio es universal, libre, secreto y propio de cada persona.

Los resultados en elecciones recientes precedidas de un enorme abstencionismo, han propiciado el triunfo de candidatos priistas con menos del veinte por ciento de sufragios sobre el padrón nominal por el llamado voto duro, que no es otra cosa que la manipulación y el acarreo que se nutren de la ignorancia y la pobreza. Lo anterior es congruente con un sindicalismo que promueve el control político del trabajador y no su desarrollo humano.

Esto es posible en virtud de la deserción cívica ancestral de la que somos responsables los mexicanos y porque si bien las elecciones de 2000 abrieron la puerta a la alternancia, dejaron intactas viejas estructuras sindicales y corporativas de diversa índole que viven de recursos del erario público y grandes parcelas de poder quedaron en manos del viejo régimen en todos los niveles de Gobierno.

En tales circunstancias la precandidatura de Roberto Madrazo ha crecido, envuelta en un halo de nostalgia por un pasado autoritario y en una mentira romántica cimentada en la trayectoria de su padre según la cual, dicho personaje emerge como mártir del antiguo régimen.

Carlos Madrazo no fue un demócrata. Formado con los “Camisas Rojas”, organización radical del entonces gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal, a quien se señala como autor del incendio que destruyó la Catedral de Villahermosa durante el conflicto religioso, ingresa al Partido de la Revolución Mexicana (primer nombre del PRI), en tiempos del “jefe máximo de la Revolución” Plutarco Elías Calles.

Lázaro Cárdenas acaba con el maximato que ubicaba el eje del poder en manos del jefe del partido y lo traslada a la Presidencia de la República, con lo que desde Los Pinos se ejerció el control del Gobierno y del partido del Gobierno, desde aquella época hasta la elección de Fox.

Con el tiempo Carlos Madrazo llega a ser líder nacional del PRI de noviembre de 1964 a noviembre de 1965 y trata de restituir el centro del poder del sistema en el partido, desafiando con ello la autoridad del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Esta aventura le valió su destitución como cabeza aparente del PRI, pero le ganó un cómodo retiro burocrático como director de la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas, cargo del que disfrutó de sueldo con licencia por cuatro años hasta el último día de su vida, al más puro estilo priista.

En el momento de su muerte en un accidente aéreo en 1969, Carlos Madrazo ya era un cadáver político que no representaba ningún riesgo para el régimen. Es cierto que se produjo el rumor del atentado, pero jamás cobró fuerza o fundamento, ni siquiera de una hipótesis en forma.

Suponer que el Gobierno hubiera provocado el mayor accidente de la historia de la aviación comercial mexicana para deshacerse de Carlos Madrazo, resulta fuera de toda medida y proporción, aún en tiempos de Díaz Ordaz. Además de indecoroso y mórbido, es increíble que el hijo del occiso promueva hoy día esta sospecha, después de haber nacido y crecido como cachorro del sistema.

Correo electrónico:

salazarw@infosel.net.mx

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