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Calores/Nuestro concepto

Azotan al país tres oleadas de intenso calor: aquella con la que la madre naturaleza castiga a quienes han devastado bosques y selvas, mientras que con irresponsable apatía contaminan el orbe, o sea nosotros, los seres humanos; la otra, la del calor político, la resulta de los yerros y omisiones, las guerras intestinas y golpes bajos que con singular alegría se afanan en recetarse, a diestra y siniestra, los principales actores en todos los niveles y, por si fuera poco, la que adiciona la creciente inseguridad pública, que encuentra en el narcomenudeo y las ejecuciones, el botón de muestra que más lastima a la sociedad. Pocos se podrán arriesgar hoy a decir cuál de éstas resulta la más bochornosa.

Sobre la primera -enésima llamada de atención de un planeta colocado al límite por la máxima especie depredadora, tanto de otras especies, de los recursos naturales y de sí misma-, baste reflexionar sobre la llamada de alerta que emite la Secretaría de Salud: hay que extremar precauciones ante la intensa onda cálida que persistirá por varios días más, sino es que semanas, mientras los sistemas operadores de agua potable y alcantarillado, a lo largo y ancho del país, se muestran tal y como las circuntancias las han dejado, totalmente rebasadas ante una apremiante demanda del vital líquido por parte de una población que se arriesga a sufrir un “golpe de calor”. Ante esto, poco se puede hacer, salvo reconsiderar sobre el uso y abuso de nuestros recursos naturales, con la esperanza de que no sea ya, demasiado tarde.

Sobre la segunda, ese desaseado y errático quehacer político de quienes nos gobiernan y aspiran a seguir haciéndolo, queda únicamente el reconocer que por acción u omisión, la vieja máxima de que los pueblos tienen siempre los gobiernos (y políticos) que se merecen, se aplica en forma puntual a quienes hoy sufrimos lo que hemos permitido: la vulgarización de la política.

Y finalmente, esa evidencia contundente de que nuestro sistema de justicia se encuentra en punto de quiebra, y que se expresa en el correr de todo tipo de drogas por las calles donde quedan los cadáveres, después de los llamados “ajustes de cuentas”. El Gobierno de la República intenta frenar a la delincuencia e incluso pide ayuda a Estados Unidos. Se aplaude el que se haga algo, aunque se mantenga la percepción de que en los hechos, se trata de una guerra que se va perdiendo.

Son tres intensas ondas cálidas y pocos podrán arriesgar el señalar la que resulte menos lastimosa.

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