“La experiencia no es lo que le sucede al hombre, sino lo que ese hombre hace
con lo que le sucede”.
Aldous Huxley
Tanto el priista Roberto Madrazo como el perredista Andrés Manuel López Obrador han señalado en distintas ocasiones que es necesario cambiar el “modelo económico”. Los dos plantean que el neoliberalismo ha fracasado en México y en todo el mundo. Dicen que, por lo tanto, hay que regresar a los tiempos en que el Estado tenía una mayor intervención en la economía.
La verdad, sin embargo, es que hay un solo modelo económico que ha funcionado en el mundo contemporáneo. Es el sistema que se aplica en la mayoría de los países de Europa y en naciones como Canadá y Australia, los tigres de Asia y Chile.
Este modelo es absolutamente liberal en materia de inversión y actividad económica. El mercado ha demostrado ser el único mecanismo que realmente puede generar prosperidad. No es que los mercados sean perfectos, pero sí resultan más eficientes en el ordenamiento de una economía que los dictados del más capaz de los burócratas.
Para que funcione de manera eficaz este modelo liberal, sin embargo, necesita estar respaldado por una intervención decidida del Estado, pero no en la actividad productiva o en el control del mercado sino en la distribución de la riqueza. Esto se logra de dos maneras. Una es la inversión gubernamental en infraestructura, que permite a los grupos más aislados y marginados integrarse a la economía, y la otra la oferta de servicios sociales como salud y educación.
No tiene sentido seguir discutiendo el “modelo”. No hay razón para seguir diciendo que México no puede volver la vista a lo que están haciendo otros países del mundo: que tenemos que buscar siempre aquí nuestras propias soluciones porque nuestros problemas son distintos a los de otros países. El modelo de economía de mercado, con un gobierno que invierte en la infraestructura que no puede pagar la iniciativa privada y en servicios sociales, es el único que realmente está funcionando en el mundo.
Este modelo ya nadie sensato lo cuestiona. La gran discusión tiene que ver con quién lo aplica de manera más eficiente. Cuando Irlanda y España se incorporaron a la Comunidad Económica Europea lo hicieron sin dudar que había un solo camino para construir un futuro más próspero. Ninguno de sus Gobiernos, sin importar el partido de proveniencia, cuestionó que el único sistema económico que realmente permite construir prosperidad es el que deja los factores de producción a las fuerzas del mercado. Pero ninguno dudó tampoco que se debían crear en sus países los sistemas de beneficio social que habían caracterizado a los estados benefactores de Europa occidental. Ahora Irlanda y España son los países de más rápido crecimiento en Europa porque son los que han sabido ser más eficientes en la economía de mercado.
Ni siquiera Estados Unidos, ese país considerado paradigma del capitalismo salvaje, ha dejado de aplicar ese sistema mixto. Los políticos estadounidenses pueden utilizar una retórica conservadora. Pero cuando examinamos el monto del producto interno bruto que el Gobierno de los Estados Unidos gasta en servicios sociales, nos daremos cuenta de que no se encuentra muy lejano del promedio europeo.
Los países de Europa occidental, por otra parte, tampoco son tan socialistas como pretenden. Las lecciones de la revolución de Margaret Thatcher en el Reino Unido han sido aprendidas en todas las capitales europeas. Ya casi nadie defiende la intensa participación del Estado en las actividades productivas que era común en la Europa de las décadas de 1960 y 1970. Incluso Francia, que se considera el máximo bastión de la intervención gubernamental, ha empezado a privatizar sus grandes empresas energéticas. La políticas de finanzas públicas del laborista Tony Blair en el Reino Unido no son radicalmente distintas de las impulsó en su momento Margaret Thatcher.
En México nuestros políticos quieren seguir discutiendo el modelo. Piensan que se puede abandonar el sistema de libre mercado en un supuesto afán de tener una mejor distribución de la riqueza. La experiencia nos dice, sin embargo, que los intentos por manipular la economía lejos de mejorar la distribución la empeoran. Después de casi 80 años de regímenes que intervienen en la economía, los mexicanos tenemos una de las peores distribuciones de la riqueza del mundo.
Si realmente queremos generar una mayor riqueza, y si deseamos lograr una mejor distribución del ingreso, debemos dejar que el mercado se encargue de la actividad económica. El Estado tiene una función muy importante en un modelo económico moderno, pero no puede ser la de tratar de reemplazar al mercado. Un Estado moderno debe dedicarse a gobernar, a invertir en infraestructura y a proporcionar servicios sociales indispensables. Y nada más. Pretender cambiar este modelo es cerrar los ojos a una de las pocas lecciones económicas contundentes que nos da la historia.
RECHAZOS
Andrés Manuel López Obrador fue el único candidato presidencial que no quiso estar en la Convención del Mercado de Valores. También es el único en no aceptar la invitación que la Concamin para su reunión anual del 24 y 25 de este mes. Habrá que ver si es el único que no asiste a la asamblea anual de la American Chamber/Mexico de fin de mes. Parece haber un mensaje en todos estos rechazos.
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