Humo blanco en el futbol mexicano, tenemos campeón. Las Águilas del América consumaron una liguilla a la que poco le faltó para ser perfecta y alzaron el trofeo en un estadio rebosante de playeras cremas.
El marco fue esplendoroso, en pleno aniversario del Estadio Azteca y el coloso lució sus mejores galas. Un lleno hasta la azotea presenció una lucha dispar donde Tecos quiso entrar al encuentro justo cuando perdía por dos goles.
El ambiente festivo llenaba todos los rincones y el ánimo de los participantes era inmejorable, desde la puntada del cuadro universitario de llegar a la Capital de la República con máscaras de luchadores de la Triple AAA, hasta la recurrente promesa de los involucrados de luchar hasta el final por obtener la victoria.
El encuentro venía precedido de una gran polémica fruto de un penal decretado en favor del América justo cuando el partido de ida agonizaba, consiguiendo así un empate que tal vez no merecía.
La discusión fue avivada por los comentaristas encargados de la transmisión, quienes no discutían si era falta o no sino que ponían en tela de juicio la honestidad del árbitro.
Finalmente, con sofocón incluido, el escenario para la gran final quedaba dispuesto y con el juego empatado a un gol por bando.
En el encuentro del domingo hubo una gran diferencia entre un equipo trabajado, que llegó con una racha importante de juegos sin perder, curtido en clásicos, físicamente a tope y otro que fue diseñado en primera instancia para salvarse del descenso.
Tecos hizo mucho más de lo esperado y arribó a la final por méritos propios, sin embargo, en el juego grande, fue borrado por el rival.
América fue superior todo el tiempo y en todo el campo; línea por línea dobló a un equipo cuyo principal argumento fue la garra y acabó imponiendo la ley de su velocidad y táctica.
El estilo Carrillo fue criticado en la temporada regular y el aguacero arreció cuando se vino aquella racha de empates pero hoy, luego de 17 juegos sin derrota, habrá que reconocer que optimizó su material humano y logró un sistema de juego que todos conocen pero ninguno neutraliza.
Contundente, preciso, entregado, conjuntado, rápido, vertical, apasionado y certero, así fue el América en toda la liguilla y estará usted de acuerdo en que con tantos argumentos es difícil no ser campeón.
Mención aparte merece Cuauhtémoc Blanco, quien decidió por cuenta propia echarse el equipo al hombro erigiéndose en el líder que hacía falta. Enhorabuena, campeón.
Después de la tormenta viene la calma y tras la polémica generada por la marcación del penal a favor de las Águilas por Marco Antonio Rodríguez, la Comisión de Arbitraje, en un ejercicio de coherencia, envía a Gilberto Alcalá a la gran final.
Alcalá cuenta, además de su experiencia, con la aceptación del jugador, lo que en estas circunstancias es de gran utilidad.
Gilberto hizo un trabajo pulcro, atinado y con gran serenidad. Sus marcaciones tuvieron efecto al ser rápidas y las tarjetas aparecieron en los momentos precisos.
Tecos pareció querer vengar la afrenta con el árbitro; afortunadamente el cuerpo arbitral no les dio la menor oportunidad.
P.D. Quiero enviar un abrazo a Emilio Fernando Alonso, caballero de tiempo completo y profesional exitoso. Pronta recuperación.