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Candidato Palacio/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“El lenguaje político... está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces”.

George Orwell

Tenemos ya la primera promesa concreta de campaña. Andrés Manuel López Obrador anunció ayer, en su conferencia de prensa mañanera, que en caso de ser electo presidente de la República despachará y vivirá en Palacio Nacional.

Quizá no haya que tomar demasiado en serio esta promesa. Después de todo quien la ofrece es el mismo que hace algunos meses pedía a los medios que lo dieran por muerto en la carrera presidencial. Los políticos siempre confían en la mala memoria de los ciudadanos.

Aun así, yo no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué querría un presidente vivir en Palacio Nacional en lugar de en Los Pinos? La primera respuesta que ha ofrecido Andrés Manuel es que de esta manera se podría abrir la residencia de Los Pinos para que formara parte del parque de Chapultepec y la gente pudiera pasear por sus jardines y admirar sus obras de arte.

Si Palacio Nacional se convierte en la residencia oficial y oficina del presidente, sin embargo, sería este monumento histórico el que quedara vedado para los visitantes. Ésta sería una pérdida realmente importante para los capitalinos y los turistas que han hecho del Palacio Nacional uno de sus lugares favoritos de visita. La oportunidad que hoy se tiene de conocerlo, y de ver sus murales, se perdería seguramente; y los encantos de Los Pinos distarían de compensar esta pérdida.

No tengo muy claro que tan fácil sea para el Estado Mayor Presidencial proporcionar protección a un presidente, a su familia y a sus colaboradores cercanos en Palacio Nacional. Este edificio fue residencia oficial de los gobernantes de México en el pasado, es cierto, pero eran otros tiempos y otras circunstancias. Quizá en el caso de la promesa de López Obrador podría ocurrir algo similar a lo que pasó con Vicente Fox después de que ganó la elección del dos de julio de 2000. El guanajuatense afirmó que no le tenía confianza al Estado Mayor Presidencial y que prefería seguir siendo custodiado por los escoltas que había tenido como candidato. Después de algún tiempo, sin embargo, Fox no sólo aceptó la protección del EMP sino que con el tiempo esta institución le ha proporcionado una custodia más estrecha y aislante del mundo que la que daba a los presidentes del viejo sistema priista.

Quienquiera que ha trabajado o visitado Palacio Nacional a lo largo de los años sabe que este edificio no es precisamente un lugar ideal ni como oficina ni como residencia. Es verdad que algunas de sus habitaciones son hermosas y tienen un alto valor histórico, pero el lugar es frío y muy ruidoso. En invierno, para trabajar ahí, hay que estar cubierto constantemente con suéteres y abrigos que no impiden, sin embargo, que el frío lo cale a uno hasta los huesos. No es un ambiente propicio para alguien que creció en el húmedo trópico tabasqueño. En las oficinas exteriores, las que dan al Zócalo o a las calles laterales, el ruido de los ambulantes y de los manifestantes es constante y ensordecedor. Es difícil, si no imposible, llevar a cabo en este ambiente un trabajo de concentración y reflexión.

Me da la impresión de que López Obrador buscaba hacer ayer ya un primer anuncio que captara la atención de los medios de comunicación en un momento en que las campañas por la Presidencia, como él mismo lo reconoció ayer en un lapsus en su conferencia mañanera, ya han empezado. Pero como muchas otras propuestas y acciones del jefe de Gobierno del Distrito Federal, ésta parece haber sido poco meditada.

Me pregunto cuál es la motivación real de una promesa de esta naturaleza. ¿Querrá Andrés Manuel quitarle a Santiago Creel su bien ganado título como el “candidato Palacio”? O será el rechazo a Los Pinos una forma de distanciarse de las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas y del propio general Lázaro Cárdenas. No podemos olvidar, después de todo, que este último fue quien mudó la residencia oficial a Los Pinos; y que en ella nació y creció Cuauhtémoc Cárdenas.

En fin, el hecho es que ha llegado ya el tiempo de las promesas electorales. Y si bien ésta parece inquietantemente absurda, habrá que anotarla con el fin de que, llegado el momento, podamos saber si los políticos mexicanos están dispuestos a cumplir realmente sus promesas de campaña.

¿AFROAFRICANOS?

En el lenguaje políticamente correcto de estos tiempos está vedado el uso de la palabra “negro” para referirse a las personas de raza negra. Los eufemismos aceptados ahora para los estadounidenses de esa raza son “afroamericano” o “afroestadounidense”. Pero entonces ¿cuál será el eufemismo políticamente correcto para los negros de África? ¿Habrá que llamarlos “afroafricanos”? Quien tenga la respuesta, favor de enviarla a Los Pinos... o a Palacio Nacional.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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