En la laboriosa sesión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en que, anteayer, se confirmó la elección de gobernador en Puebla y Tlaxcala, fueron resueltos muchos otros asuntos de la competencia de ese órgano. Escojo tres de ellos para establecer su entorno, porque se refieren a procesos políticos en curso, y el sentido de las sentencias de la justicia electoral producirá efectos en ellos.
El más actual concierne a la disputa por la candidatura al Gobierno del Estado de México, en que ayer apenas jugaban vencidas el gobernador Arturo Montiel y el líder nacional priísta Roberto Madrazo. Mientras escribo estas líneas se definía si el candidato tricolor será, no Carlos Hank Rohn como quiere el tabasqueño, sino Enrique Peña un bisoño político cuya carrera ha ocurrido en sólo el sexenio de Montiel, donde fue subsecretario de desarrollo político y secretario de administración. Su tarea en el Gabinete del gobernador concluyó hace tres años cuando para cumplir el requisito estatutario que obliga a los candidatos a gobernador a tener un antecedente electoral, Montiel lo convirtió en diputado, y en jefe del grupo priísta.
Peña, como Montiel, nació en el legendario Atlacomulco. Isidro Pastor también es oriundo de esa población que dio nombre a un mítico grupo que en realidad designa a los mandones priístas en general. Amigo cercano del gobernador, y su favorito hasta hace pocos meses, fue líder de los diputados en la primera mitad del sexenio que concluirá en septiembre próximo y luego pasó a la cabeza del PRI estatal. Desde allí trabajó en pro de su candidatura, con anuencia de Montiel, que después cambió de opinión y resolvió impulsar a Peña, cuya juventud y presencia juzgó mejores que el talante hosco de Pastor.
No obstante ser consciente de navegar contra la corriente, Pastor se inscribió en el proceso interno (que presumiblemente ayer mismo habría terminado, sea porque Peña fue admitido como candidato de unidad o porque se le postularía por una coalición del PRI y el Verde), y recibió golpe tras golpe. Sin apego a las formas se echó a partidarios suyos del consejo político estatal y, cuando trató inútilmente de impedirlo obligando a la interrupción de una sesión de ese órgano, se le excluyó de la participación en el proceso interno. Además de acogerse a la protección de Madrazo (al que había desacatado y desafiado cuando estaban unidos los atlacomulquenses), Pastor acudió al Tribunal Federal Electoral (Trife) para impugnar por tal acto, su eliminación como precandidato, realizado por la Comisión estatal de procedimientos internos de su partido.
Pero su recurso tuvo defectos formales: lo presentó extemporáneamente, no agotó las instancias dentro del PRI y se refirió a hechos enmendables de otra manera, porque no eran firmes ni definitivos. Por lo tanto el TEPJF desechó esa impugnación y otra referida a la Comisión nacional de justicia partidaria.
También por extemporáneos fueron desechados recursos presentados por ciudadanos hidalguenses, relacionados con el proceso de selección del candidato del PRD al Gobierno estatal. Allí se ha producido un enredo por la presencia de José Guadarrama, ex priísta afectado por un desprestigio de numerosas caras. Hace seis años, mientras participaba en la contienda interna de su partido (en que a la postre salió avante el actual gobernador, ya saliente, Manuel Ángel Núñez Soto) Guadarrama coqueteaba con la posibilidad de ser, alternativamente, candidato del PRD.
Arreció su esfuerzo cuando, en lucha de mapache contra mapache, fue derrotado por Jesús Murillo Karam, patrocinador de Núñez Soto. Como su empeño resultara estéril (“no necesito explicarte por qué no puedes ser nuestro candidato”, le espetó Andrés Manuel López Obrador, entonces presidente del PRD), Guadarrama siguió perteneciendo al PRI, pero a la cabeza de un grupo de presión con pretensiones, el Frente Democrático Hidalguense.
Todavía intervino en la campaña de Francisco Labastida y no pocos priístas demandan explicación del destino de recursos (parte de los 500 millones de pesos aportados por el Gobierno vía sindicato petrolero) que no se aplicaron al esfuerzo final, el dos de julio, para impedir la vislumbrada derrota. Tiempo más tarde se fue del PRI pero no ha ingresado al PRD. No le hace falta, pues sus delegados allí, tan eminentes que manejan el partido y su representación legislativa, acomodaron las cosas para que ahora sí el PRD lo hiciera candidato.
Como el proceso tardaba, Guadarrama quiso marchar por la vía corta de la coalición, con Convergencia. Pero la alianza era espuria y (con daño al partido de Dante Delgado, que no registró candidatura alguna) y fue desechada, por lo que Guadarrama es candidato perredista. Para combatir esta última decisión ciudadanos como Roberto Meza, mejor poeta que político, porque al escribir es fiel a sus convicciones estéticas, recurrieron al Trife. Pero, quién sabe si intencionalmente, lo hicieron tarde.
En el tercer caso escogido, entre los más de 60 resueltos el miércoles por el Tribunal, Cuauhtémoc Gutiérrez fue reinstalado, por así decirlo, como priista. Decidido a impedir la elección de María de los Ángeles Moreno como dirigente de esa tenue sombra que es el PRI capitalino, el ex diputado Gutiérrez asaltó un local partidario, por lo cual fue expulsado. Pero lo hizo con cuidado y no se pudo probar su participación -eso consideró el Trife- y seguirá siendo priista, aunque no pudo evitar la victoria de su adversaria.