NUBE PURPURA, China (AP).- Los gritos de un dibujo animado de kung fu retumban en los muros de piedra caliza que rodean el pueblo, donde unas pocas conveniencias modernas como el suministro eléctrico y un teléfono preservan el antiguo modo de vida cavernícola.
Unas 83 personas viven en una enorme concavidad rocosa en la región de Guizhou, en el sur de China.
Murciélagos y palomas sobrevuelan en círculos mientras hilillos de agua se filtran por la parte superior de la cavidad de ocho pisos de altura conocida sencillamente como la Caverna Media, que penetra 225 metros en la montaña.
Las familias llevan una vida austera atendiendo cultivos de maíz y criando cerdos, vacas, cabras, patos y pollos.
Por la noche, los moradores usan linternas para ir al baño comunal a unos pocos centros de metros caminando por un sendero rocoso. Recogen el agua que se filtra por la roca para beber y cocinan con leña que traen de las laderas de la montaña.
Pero en contraste con la morada primitiva disfrutan de algunas amenidades: computadoras, televisión por satélite, heladeras y un teléfono. Fueron financiadas en parte por Frank Beddor, un empresario de 81 años de Minneapolis.
Los moradores de la caverna dicen que las donaciones les ayudaron a instalar un sistema de tendido eléctrico por 73 mil dólares y les permitieron contratar a cuatro maestros más para su escuela primaria.
"El principal papel que estamos desempeñando es educarlos convenientemente para capacitarlos a entrar en la dinámica fuerza laboral china", escribió Beddor en una respuesta a preguntas por medio de correo electrónico. "Actualmente estamos trabajando en un programa para conseguir más profesores de inglés a fin de que les enseñen el idioma a los alumnos".
Un artículo en un diario hace tres años hizo que Beddor y un amigo los visitaran y luego les ofrecieron ayuda financiera, dijo. El y su familia los han visitado otras dos veces.
En el 2002, el gobierno local suministró fondos para que los moradores pudieran construir casas al aire libre, pero la mayoría regresó a la caverna, dicen los residentes.
"Es a lo que estoy acostumbrado", explicó Wang Fenguang, de 57 años, quien ha pasado toda su vida en esta caverna y otra cercana.
"Me gusta aquí porque puedo mantener la leña seca", dijo. "Si vivimos afuera se humedecerá".
Dieciocho viviendas de bambú, todas sin techo para dejar entrar más luz, se agolpan cerca de la entrada de la caverna. Al fondo se alza la escuela primaria con tres aulas y una oficina.
Más de 150 niños de la Caverna Media y la zona circundante asisten a la escuela. Ocho viven demasiado lejos para viajar, de modo que durante la semana se alojan en una choza en la caverna.
El director, Yang Zaide, de 55 años, dice que le cuesta retener maestras y que no hay suficientes aulas para todos los alumnos.
"Mucha gente joven viene a enseñar, pero la mayoría no quiere quedarse mucho tiempo", se lamenta Yang.
Los que se quedan por lo general tienen raíces en Guizhou, una región a unos 1,600 kilómetros al sudoeste de Pekín que se encuentra entre las regiones más pobres de China.
Wang Lian, de 23 años, se crió en un pueblo a unas cinco horas de caminata de la Caverna Media y ha enseñado en su escuela durante dos años.
Dice que probó la vida en la provincia costera de Guagzhou pero que regresó a las montañas de Guizhou para ayudar a otros que se criaron tan pobres como ella.
"Cuando era niña yo tuve una vida aun más dura que los chicos aquí", dice. "Iba a la escuela descalza. Me ayudaba otra gente. y ésta es mi oportunidad de retribuir a la gente que me ayudó a mí".