EFE
MOSCÚ, RUSIA.- El cosmonauta soviético Alexéi Leónov giró como una peonza (perinola) durante la primera caminata espacial de la historia y se atascó en la escotilla al volver, recordó ayer la prensa al conmemorase en Rusia el 40 aniversario de esta hazaña.
“Ya salí, todo marcha perfectamente”, dijo Leónov al salir por primera vez de la nave Vosjod-2 en la órbita terrestre, el 18 de marzo de 1965.
Mientras, en el interior de la nave Pável Beliáyev filmaba otra victoria de la entonces Unión Soviética sobre Estados Unidos, enfrentados en una reñida carrera espacial durante los años de la Guerra Fría.
“Sabemos que la URSS realizó la caminata espacial dos meses y medio antes que EU, lo que nadie sabe es que durante ese viaje hubo al menos cuatro situaciones en que los cosmonautas corrieron un peligro mortal”, según un diario local.
La caminata comenzó cuando la Vosjod-2 sobrevolaba el Mar Negro y Leonóv, “disparado como un corcho, comenzó a ‘leonovizar’”, término inventado a partir de su apellido y que describe el estado del hombre cuando se encuentra en el espacio exterior.
Ahora, “leonovizar” es una de las palabras que han sido incorporadas a la jerga que usan cosmonautas rusos y los candidatos que estudian en el Centro ruso de Preparación de Cosmonautas “Yuri Gagarin”, a las afueras de Moscú.
“Tras un intento de accionar la cámara fotográfica, comencé a girar como una peonza y, sin tener dónde agarrarme, di vueltas hasta que se retorcieron al tope los cables que me sujetaban a la nave”, recuerda Leónov.
A partir de ahí continuaron los problemas, el peor de los cuales estuvo relacionado con un aumento de la presión en el traje espacial de Leónov, que aumentó considerablemente sus dimensiones.
Siguiendo las instrucciones, Leónov intentó entrar por la escotilla inicialmente con sus piernas hacia adelante, pero a la altura de los muslos se atascó debido al que el traje espacial se había hinchado.
La situación fue crítica: Leónov en el interior del traje no conseguía utilizar sus manos, las reservas de oxígeno alcanzaban apenas para media hora y quedaban cinco minutos para que la nave volara por la parte oscura de la Tierra, es decir, que permaneciera casi una hora en la más absoluta oscuridad.
“Sin consultar con nadie, reduje casi al doble la presión, las cosas más o menos volvieron a su sitio, agarré los extremos de la escotilla y entré de cabeza en la esclusa”, (compartimiento) indicó Leónov, actualmente director adjunto del Centro “Yuri Gagarin”.
Transcurridos 40 años, Leónov recuerda que ocurrieron otros milagros, porque todavía no se explica cómo consiguió, metido en su escafandra (traje) de 190 centímetros de altura, voltearse en la esclusa de apenas 120 centímetros y ocupar su silla en la Vosjod.
Según Leónov, los problemas también se sucedieron al regreso, porque no se cerró herméticamente la escotilla, no funcionó el sistema de defensa automático y los cosmonautas, al ejecutar el descenso con los mandos manuales, aterrizaron en un lugar muy apartado de la zona prevista.
La Vosjod cayó en la taiga (bosque) congelada en medio de manadas de lobos hambrientos y fue encontrado al segundo día por los socorristas.
Acompañados por éstos, Leónov y Beliáyev tuvieron que recorrer aún nueve kilómetros con esquís hasta donde estaban los helicópteros, y sólo entonces fueron recibidos “como reyes” y pudieron celebrar el fin de su odisea espacial, recordó el veterano cosmonauta.