Un fuerte dispositivo veló por la seguridad del desfile naval que conmemora en Portsmouth el bicentenario de la batalla de 1805.
Portsmouth (R.Unido), (EFE).- Más de cien barcos de guerra de 35 países, a los que pasó revista la reina Isabel II de Inglaterra, participaron hoy en una espectacular parada para conmemorar el bicentenario de la batalla de Trafalgar (1805).
El desfile naval, el mayor desde la II Guerra Mundial (1939-1945), se celebró en la bahía de Portsmouth (sur de Inglaterra), donde se congregaron nada menos que 250,000 personas, muchas provistas de prismáticos para no perderse el espectáculo.
Un total de 167 navíos -buques de guerra, barcos mercantes, yates y veleros- con unos 30,000 marineros a bordo protagonizaron la parada, que arrancó después del mediodía con sol y terminó tres horas más tarde con una lluvia que deslució algo el festejo.
La revista marcó el inicio de los actos organizados este año en el Reino Unido para recordar el combate, en el que la flota inglesa, mandada por el almirante Nelson, derrotó a la escuadra hispano-francesa, a cargo del almirante galo Villeneuve.
La batalla, librada el 21 de octubre de 1805 en el cabo Trafalgar, frente a Cádiz (sur de España), se saldó con más de seis mil marinos muertos en aquel infierno de fuego y metralla.
Además, el enfrentamiento resultó nefasto para España, que había sido "dueña" de los mares durante más de tres siglos, pero se vio forzada a ceder la supremacía a Inglaterra.
Pasada la página del desastre e invitados por la Royal Navy (Armada británica), no faltaron a la cita los "derrotados": España envió su buque insignia, el portaaviones "Príncipe de Asturias", acompañado de la fragata de última generación "Blas de Lezo".
Francia desplegó seis barcos, entre ellos el portaaviones nuclear "Charles de Gaulle", navío insignia de la Armada francesa, en un reencuentro de países, antaño enemigos pero aliados hoy día, que estuvo presidido por la concordia.
Antes de la revista, Isabel II, junto a su esposo, el duque de Edimburgo, inspeccionó una guardia de honor que rindió honores ante al "HMS Victory", el navío de Horacio Nelson, toda una reliquia histórica fondeada en la base de la Royal Navy en Portsmouth.
A bordo de ese barco, convertido ahora en un museo flotante de espléndido velamen, Nelson cayó muerto por una bala de mosquetón después de arengar a sus hombres con la célebre frase "Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber".
La Reina, ataviada con un vestido celeste a juego con una pamela, rindió tributo al héroe caído: "Las supremas cualidades -afirmó- de marino, liderazgo, humanidad y coraje del almirante Nelson frente al peligro son hoy reconocidas por la comunidad marítima".
"Nelson no habría podido desear un legado más grande", agregó Isabel II, que embarcó después en el "HMS Endurance", el bergantín rompehielos de investigación de la Armada británica en la Antártida, escoltada por patrulleras con agentes de policía armados.
Desde ese navío, Isabel II pasó revista a la gigantesca flota, cuyas dotaciones, perfectamente alineadas en cubierta y con uniforme de gala, saludaron a la Soberana mientras sonaban himnos nacionales y se disparaban salvas de ordenanza.
Otros seis miembros de la Familia Real presenciaron el desfile, como el príncipe Carlos, heredero de la Corona, y su esposa, Camilla, duquesa de Cornualles, quienes embarcaron en el "HMS Scott", un buque de reconocimiento de la Marina británica.
Asimismo, responsables de una cincuentena de marinas de todo el mundo acudieron a la parada, entre ellos el jefe del Estado Mayor de la Armada española, almirante general Sebastián Zaragoza.
En tierra, la multitud que abarrotaba el paseo marítimo de Portsmouth, pertrechada de helados, refrescos y cervezas, agitó banderas británicas y disfrutó de un día único para muchos.
"Nunca había visto antes algo así. Esto prueba el interés que aún suscita la batalla", dijo a EFE el inglés John Downey, de 28 años, quien pasó "cuatro horas" contemplando los barcos.
La jornada culminó con un espectáculo de luz y sonido que recreó una batalla naval del periodo napoleónico con andanadas de fogueo, humo, olor a pólvora y gritos de zafarrancho de combate.
Los diecisiete veleros de las escuadras participantes en esa refriega ficticia lo hicieron bajo los nombres de "flota roja" y "flota azul", una colorida fórmula de corrección política para no herir la sensibilidad de españoles y franceses.
En una réplica de una fragata decimonónica, un actor encarnó la trágica muerte de Nelson y, después, un gran castillo de juegos artificiales iluminó el cielo, toda una evocación de la tempestad que siguió al desastre de aquel aciago 21 de octubre de 1805.