La furia del huracán Katrina no ha terminado. A una semana de haber golpeado las costas de Estados Unidos aumentan en forma alarmante el saldo de víctimas, los daños económicos y ahora los políticos.
Al día de ayer las autoridades de Nueva Orleans calculaban en diez mil el número de muertos y en poco más de 15 mil millones de dólares en pérdidas materiales. Se trata de una tragedia superior al huracán Andrew y de alguna forma equiparable a los temblores de la ciudad de México de 1985.
En el terreno político, la tragedia del huracán Katrina podría significar para el Gobierno de George W. Bush el peor descalabro en sus casi cinco años de Gobierno.
Mientras Bush pronunciaba un discurso bien pulido y ensayado el martes 30 de agosto frente a la esplendorosa bahía de Coronado, California, en Nueva Orleans miles de habitantes luchaban por sobrevivir a los embates de la tormenta y los vientos de 240 kilómetros por hora que trajo Katrina a los estados de Louisiana, Mississippi y Alabama.
El presidente norteamericano pudo aprovechar ese foro para proyectar la magnitud de la tragedia. Todavía más, pudo haber cancelado la ceremonia de la base naval en Coronado para viajar a Nueva Orleans y encabezar los trabajos de rescate en forma inmediata. El mandatario ha visitado tres veces la región pero poco hizo por evitar la pérdida de diez mil vidas.
Gracias a la insistencia del alcalde Ray Nagin al ordenar la evacuación de Nueva Orleans, se evitó una catástrofe mayor. Aún así fue imposible desalojar las zonas más pobres de la zona que habitan principalmente familias afroamericanas.
El alcalde de la histórica y famosa ciudad por su ambiente francés, su música jazz y su comida cajun, lanzó duras críticas al Gobierno de Bush por responder con lentitud e ineficiencia a los efectos causados por Katrina.
“Ya basta de conferencias de prensa de los políticos, lo que necesitamos es que se pongan a trabajar”, sentenció Nagin al denunciar que la ayuda federal tardó mucho tiempo en llegar.
Los riesgos de una inundación de esta magnitud en Nueva Orleans se conocían con antelación, pero aún así el año pasado los recursos federales que se utilizarían para reforzar las obras de protección de la ciudad fueron canalizados al conflicto de Irak.
Esta tragedia viene a complicar peligrosamente la situación de Estados Unidos y de su presidente George W. Bush a quienes les ha llovido duro y tupido en los últimos años.
Por lo pronto los precios del petróleo y las gasolinas se dispararon y se prevén más efectos desastrosos en la economía ante la magnitud de la tragedia.
Paradójicamente miles de soldados asignados a Irak y que tanto defiende Bush, tuvieron que regresar a su país para trabajar en las labores de rescate y reconstrucción de las zonas afectadas.
Los cuerpos de seres humanos flotaban por doquier en la ciudad de Nueva Orleans, al tiempo que militares impedían con disparos la rapiña cuando escaseaban los víveres y la ayuda material para los damnificados.
La tarea de reconstruir Nueva Orleans será ardua y penosa, se calcula de seis meses a un año para que retorne el orden a la ciudad que obviamente nunca volverá a ser la misma.
La solidaridad tanto al interior de Estados Unidos como del exterior se ha manifestado ampliamente en generosos donativos en dinero, ropa y alimentos.
En esta ocasión México y su presidente Vicente Fox estuvieron a la altura al enviar el pasado lunes a las costas de Louisiana el buque “Papaloapan” de la Armada Mexicana con 250 toneladas de ayuda.
Nueva Orleans ha sido sitiada por el Ejército y nadie podrá regresar a sus casas hasta en dos o tres meses. La magnitud de los hechos todavía no la conocemos con precisión, Katrina sorprendió a Estados Unidos y al Gobierno de Bush que hoy se ven cimbrados por los efectos de tan bestial fenómeno natural.
¿Saldrá Bush ileso de esta tormenta como lo hizo en 2001 con los atentados terroristas o tendrá que pagar caro su demora?
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