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Cinco años han pasado desde que murió su hijo

JORGE RODRÍGUEZ ESTRADA

EL SIGLO DE TORREÓN

SAN PEDRO, COAH.- Cinco años han pasado ya, desde que Javier Arellano Martínez, sufrió el accidente que le costó la vida muy lejos de su terruño, en Houston, Texas. El destino quiso que sus padres tuvieran que emigrar hacia otras tierras, donde tratan de subsistir al lado de su nuera y tres nietos.

Sola, sentada frente al sepulcro de quien fuera su primogénito, María Inés Martínez, ahoga su profunda pena con los gratos recuerdos que le dejó Javier, fallecido en un trágico percance cuando trabajaba muy lejos de su natal San Pedro, en Estados Unidos, a donde tuvo que irse a trabajar para poder ganar el dinero suficiente para la manutención de su familia.

Absorta, con la mirada fija en la blanca lápida, María Inés rememora el día en que le comunicaron que su hijo había fallecido cuando cavaba una profunda zanja en Houston, por una calle ubicada frente a un templo.

Aquel día, Javier Arellano Martínez, quien desde 1996 se había ido a trabajar a Estados Unidos, en busca del “sueño americano”, ya que en su tierra no logró encontrar un empleo que le redituara lo necesario para hacer frente a los continuos gastos del hogar, generados principalmente por las necesidades de estudio de sus tres hijos, estaba próximo a conseguir su ciudadanía.

En compañía de otros jornaleros, el sampetrino cavaba una zanja cuando de repente, se le vino encima una de las paredes de tierra, alcanzando a sepultarlo completamente. Pese a la oportuna llegada de los cuerpos de rescate de aquella tejana ciudad, los esfuerzos resultaron en vano pues no lograron rescatar con vida a Javier, quien murió asfixiado.

Enjugando sus lágrimas, María Inés relató la tragedia que truncó la vida de su hijo, tragedia que no terminó ahí, pues al saber el fatal destino de Javier, su padre, Sabino Arellano Franco, sufrió un infarto cerebral que lo mantuvo en grave estado durante varias semanas en una clínica de esta ciudad.

Las penas se juntaron y todavía se tenían que hacer los trámites necesarios para solicitar el cuerpo de su hijo para que fuera trasladado a la tierra que lo vio nacer y donde quedó finalmente en el panteón municipal.

Pero la vida sigue y Rosa Velia Sánchez Corpus, la viuda de Javier, tenía que hacerse cargo de sus tres hijos, lo que la obligó a aceptar una oferta de trabajo en Monterrey, Nuevo León, a donde se fue en compañía de sus suegros con quienes vive.

“Desde que murió mi hijo nos fuimos (a Monterrey), pero cada año le doy su vuelta... esta vez mi nuera no pudo venir pues ahorita están desocupando mucha gente en las fábricas de allá y tiene miedo que la fueran a despedir, por eso se quedó”, refiere María Inés.

“Yo vine con mi esposo que se quedó en casa de mi otra hija que vive aquí (en San Pedro), pues debido al infarto cerebral que tuvo hace cinco años, le quedaron secuelas y tiene dificultades para caminar y hablar”, comentó la solitaria mujer.

Cuestionada sobre si al morir su hijo la empresa donde trabajaba le otorgó algún tipo de indemniza-ción, la sufrida madre, respondió que en un principio se habían contratado los servicios de un abogado pero al cabo de dos años, éste pasó el caso a otro y aunque su nuera fue a entrevistarse con el patrón en Houston, hasta el momento no les han resultó favorablemente.

Un tanto descansada por haber hablado de algo que se le anudaba en la garganta, María Inés Martínez se despidió de El Siglo de Torreón, con un semblante melancólico por el recuerdo de su difunto hijo.

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