Crítica 3 ½ estrellas de 5
Por Max Rivera II
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- Harry Potter será un niño mago ficticio de la ficticia academia Hogwarts, pero su magia es muy real. Su mejor hechizo ha sido el de acercar a miles de jovencitos a la lectura. Ha logrado más, moviendo su varita mágica, que campañas de alfabetización de países enteros. Por eso la espectacular riqueza que le ha generado a su autora, Joanne Rowling, es más que merecida.
Me acerqué a los libros un año antes de la primera cinta. Los encontré bien escritos y divertidos, nada más. El elemento de suspenso y los misterios detectivescos de la serie son un poquito obvios, para mi gusto. Me resulta más intrigante casi cualquier historia de Sherlock Holmes, que ya de por sí es hablar de inocencia literaria. Leí los primeros dos de Harry Potter y lo consideré suficiente. En adelante mi inversión de tiempo y dinero en la obra de la señora Rowling se limitará a las salas de cine.
Harry Potter y el Cáliz de Fuego es una cinta muy divertida, con secuencias de enorme riqueza visual e impresionante ejecución. Creo que es imprescindible el conocimiento previo de la saga, así que si no ha visto ninguna de las tres películas anteriores, le recomiendo que se pase una buena tarde de DVD rentados. Esto le evitará la ridícula escena en la sala del cine, donde usted hace impertinentes preguntas a su acompañante y es silenciado por todos los niños sentados a su alrededor.
Al igual que en la película anterior, que dirigió el mexicano Alfonso Cuarón, la historia del joven mago ha venido tomando tintes más oscuros. Los elementos siniestros de la historia han tomado un rol central y las imágenes se vuelven más tenebrosas, al grado que algunas secuencias parecen salidas de una cinta de horror. Es el caso de dos de los retos que enfrenta Harry en la nueva cinta dirigida por Mike Newell: cuando debe entrar a un lago a recatar a un tesoro, y cuando busca el cáliz en un laberinto, ambas secuencias escalofriantes en que niños y adultos impresionables harían bien en taparse los ojos unos a otros.
La trama de El Cáliz de Fuego es muy similar a la de las cintas anteriores, y supongo que a las que seguirán. Harry se enfrenta a un reto ante el que parece desvalido, pero triunfa. Un personaje que parecía amigable resulta un traidor, mientras que los que parecían amenazantes se vuelven aliados. El villano es siempre el mismo, Lord Voldemort, un nombre sospechosamente parecido al de Lord Darth Vader.
Ha sido un acierto de la serie el permitir que sus personajes envejezcan. Los tres principales luchan ahora con los problemas propios de adolescencia, que no tienen nada de mágicos. No debería extrañarnos que en la próxima entrega las pociones más importantes sean contra las espinillas y el cambio de voz.
Los libros de Harry Potter han sido señalados por promover la hechicería y el satanismo. Las voces que se levantan para hacer estas ridículas acusaciones más bien buscan parasitar el éxito de los libros. Es un hecho que los libros de Rowling no mencionan al diablo, aunque tampoco hablan de Dios. El bien y el mal están encarnados por los mismos personajes a lo largo de la serie, en blanco y negro. Nada más claro para las mentes infantiles. Si algo podría resultar confuso para los niños es la vida real, donde el bien y el mal se mezclan en un interminable calidoscopio de matices grises.
Si no está dispuesto a sumergirse en el mundo de Harry Potter con la disciplina necesaria para compensar su ingreso tan tardío en la serie, y trae el antojo de algo de suspenso y horror, El Exorcismo de Emily Rose es una buena opción para el fin de semana.
Cuando recién vi la cinta, me imaginaba protagonizando sabrosos debates sobre las posesiones satánicas con mi familia política, haciendo el papel de abogado del diablo sólo por molestar. Pero a las pocas horas de ver la cinta mi ánimo peleonero se había desvanecido, porque la cinta no daba para tanto. Me di cuenta a tiempo de que los realizadores no se habían comprometido realmente con ninguna postura, así que tampoco yo tenía por qué hacerlo.
Las posesiones satánicas, al igual que los milagros, son por así decirlo, trabajo al menudeo, la venta de puerta en puerta de Dios y el Diablo. Son manifestaciones espectaculares, pero de audiencia tan limitada, que uno se cuestiona si ameritan el tiempo invertido por sus sobrenaturales ejecutantes.
En el caso de Emily Rose, y ante la aparente neutralidad de los realizadores, que nunca se lanzan de lleno a defender el caso de posesión como cierto, únicamente queda la sensación de haber presenciado una agonía muy dolorosa. Uno sale de la cinta sintiendo conmiseración hacia la familia de la jovencita, que sufrió una pérdida terrible e inexplicable. Una pérdida en la que el diablo es tan mala explicación como la epilepsia o la psicosis, y en la que da casi lo mismo apoyarse, para llorar, en el hombro de un médico o de un exorcista.