Por Max Rivera II
El Siglo de Torreón
Torreón, Coah.- Sabemos que la pregunta llegará algún día. Puede tomarnos por sorpresa o quizá la veíamos venir. Nos causará simpatía o enojo, dependiendo de la oportunidad con que el niño la formule. Le responderemos sabiamente, o balbuceantes, o lo mandaremos a callar. Es posible que luego compartamos el episodio con amigos o parientes, riendo. O no se lo diremos a nadie. Y en cualquiera de los casos, por la noche, antes de dormir, nos preguntaremos si respondimos bien o le causamos al infante un daño irreversible. Si dijimos demasiado poco o demasiado mucho cuando preguntó cómo nacen los bebés.
El nivel de sofisticación y madurez con que hoy tratamos los otrora escabrosos temas de la sexualidad, puede venirse abajo con facilidad si nos toman por sorpresa. Y si le parece que hablar de sexo con un niño es difícil, trate de hablar de sexo, honestamente, con su pareja.
En gran medida el concepto que hoy tenemos de la educación sexual y la necesidad de impartirla a los adolescentes en las escuelas, surge como consecuencia de las investigaciones encabezadas en Estados Unidos durante la década de los cuarenta por un sólo hombre: Alfred Kinsey. Este profesor universitario, casi por accidente, dejó la entomología para dedicarse a estudiar la conducta sexual humana. Algunos de sus métodos parecen, incluso hoy, escandalosos, pero la mayor parte de sus conclusiones vienen del inocente formato de la entrevista médica.
Las ondas de choque provocadas por sus dos libros, La Conducta Sexual del Hombre (1948) y La Conducta Sexual de la Mujer (1953), provocaron el tsunami del destrampe en los sesenta y, después de estrellarse con el dique del Sida en los ochenta, la aparente calma con que hoy navegamos por las aguas profundas del sexo, casi como si de una alberquita se tratara.
Gracias a Kinsey, oímos hablar de orgasmos y condones en todos los programas de variedades matutinos y cada vez son menos las voces que se alzan contra el Big Brother o los aburridos dobles sentidos de las comedias televisivas nocturnas.
Kinsey, El Científico del Sexo, Dirigida por Bill Condon es una buena película biográfica, que trata con cariño al doctor y su obra. Lo muestra como el revolucionario que fue, sin ocultar los daños que causó en su círculo cercano por su egoísmo y falta de tacto. La interpretación de Liam Neeson retrata a Kinsey con la mezcla justa de inteligencia, inocencia, distancia y obcecación propia de los cientificos.
Ese aura inocentón de Neeson ayuda a hacer pasables los episodios que a muchos resultarán chocantes sin duda, como aquellos de experimentación homosexual, o en los que fomenta abiertamente el intercambio de parejas entre sus ayudantes, todo en aras del conocimiento científico.
La película abarca desde la adolescencia hasta poco antes de la muerte de Kinsey, con un excelente trabajo de envejecimiento de los personajes. Condon demuestra que las capas de latex no son lo más efectivo para la carecterización, sino la buena actuación. Y aunque la dirección de la cinta es por momentos demasiado didáctica, queriendo explicar los orígenes y motivaciones de sus personajes, a Condon se le perdona la cautela excesiva por lo espinoso del tema.
Aprendemos de la cinta que el error de Kinsey fue el mismo que cometen los políticos tecnócratas: ver a la gente como números. En cuestiones sexuales, como en cuestión de ingresos y desempleo, la estadística es apenas una parte de la realidad. El clima social y el clima sexual están cargados de intangibles. Los sentimientos con frecuencia provocan tormentas que los científicos no pueden explicarse.
Lo que sí es un aporte innegable del doctor Kinsey, es el haber ampliado la percepción de la normalidad. Haber mostrado que el terreno de juego es enorme, y que a fin de cuentas los únicos que realmente merecen ser expulsados son los que obligan a otros a jugar en contra de su voluntad.
La aparente franqueza que hoy vivimos en los temas sexuales no es necesariamente una situación permanente. En un mundo dirigido por las políticas de mercado, las cosas serán diferentes si la mojigatería llega a ser más redituable que la apertura. Hoy el sexo vende, pero si sus acciones bajan, el oscurantismo siempre estará a la vuelta de la esquina. Cheque la sección financiera, los indicadores bursátiles tal vez le eviten la peliaguda plática con su hijo, y en vez de penes y vaginas, vuelvan a circular las flores y las abejitas.
Título original: Kinsey.
Dirección: Bill Condon.
Reparto: Liam Neeson, Laura Liney, Chris O?Donnel, John Lithgow.
Año: 2004.
País: Estados Unidos.
Calificación: 4 estrellas de 5