Crítica 3 estrellas de 5
Por Max Rivera II
El Siglo de Torreón
TORREÓN, COAH.- En toda película de horror hay momentos en que los protagonistas, desafiando toda lógica y cordura deciden aventurarse, solos de preferencia, en lugares o situaciones en las que usted, yo, cualquiera de nosotros, jamás entraría.
Pues antes de continuar con sus ínfulas de superioridad, pregúntese qué está haciendo ahí, en la butaca, viendo una película de miedo. Quienes disfrutamos ver este tipo de películas tenemos la misma vena autodestructiva que muchos de los personajes, cuando menos en lo que a la curiosidad malsana se refiere.
En mi familia hay mucha gente prudente que por ningún motivo va a ver cintas de terror. Por lo que he visto esta precaución no les asegura sueños tranquilos, pero de no tenerla seguramente serían más asustones de lo que son.
Por mi parte, y sin ganas de pasar por valiente, cuando tengo resistencia a ver estas películas se debe a que el género suele generar más basura que ningún otro. Es su maldición. Y es un hechizo tan potente que se requiere un talento casi sobrenatural para romperlo y entregar un buen producto.
En el caso de La Llave Maestra, nos encontramos ante una cinta muy recomendable, que aunque es poco probable que llegue a colocarse a la altura de clásicos recientes como Los Otros o El Aro, logra ser un magnífico pasatiempo, y le dará además el valor agregado de esos deliciosos momentos de sobremesa dedicados a atar cabos.
En La Llave Maestra, Kate Hudson interpreta a una cuidadora de ancianos que trabaja en un asilo, y se siente decepcionada del trato indiferente y mercantil que se da a los pacientes. Por ello renuncia y se lanza a practicar por su cuenta, respondiendo a un anuncio del periódico donde solicitan ayuda para cuidar a un viejo que sufrió una embolia. Luego descubriremos que la vocación de la heroína obedece al sentimiento de culpa, pues estuvo ausente durante la enfermedad y agonía de su padre.
La chica es contratada por el abogado de sus nuevos patrones, interpretados por los legendarios Gena Rowlands y John Hurt. La señora Rowlands es ya un fantasma fofo de lo que vimos en Gloria y otras cintas de Cassavetes, pero el hecho de que los años hayan suavizado la dureza de sus gestos ayuda a darle la necesaria ambivalencia al personaje. Por su lado, Hurt luce igual de demacrado como ha aparecido los últimos veinte años.
La inmensa casa donde viven está a una hora de Nueva Orleans, junto a un tétrico pantano. Se nos informa que la casa tiene más de 15 habitaciones, sótano y ático. Por lo visto, la amplitud es requisito indispensable para los embrujamientos a casas, por lo que un crédito Infonavit debe funcionar como amuleto infalible.
Nuestra heroína descubrirá que entre los antiguos habitantes de la casa figuraron un par de sirvientes negros practicantes del Judú (Hoodoo), un culto que realmente existe, derivado del Vudú, y que al igual que la santería, resulta de mezclar cultos africanos con religiones cristianas. Estuve a punto de intentar algún comentario humorístico, pero por respeto a algún lector creyente, y sobretodo, por sana precaución, mejor no digo nada.
Según la cinta, para que los hechizos Judú funcionen, es indispensable que el practicante y el destinatario sean creyentes. La joven cuidadora no cree en hechizos, pero su insaciable curiosidad y la sospecha de que su cliente no sufrió una embolia normal, la pondrán en situaciones cada vez más riesgosas, del tipo que describimos al inicio de esta columna.
La película se favorece del aire tenebroso de los pantanos de Louisiana, y del ambiente de misterio tercermundista que el vudú y el segregacionismo apenas superado confieren a esta región. Esta percepción ha sido confirmada por las escenas de las horribles inundaciones recientes en Nueva Orleans, que casi quedó reducido a Puerto Príncipe.
De muchas maneras la película revisita los terrenos de Angel Heart (el thriller sobrenatural de Alan Parker), con un giro final que es realmente bueno, y le da un sentido escalofriante a la actuación de John Hurt y sobretodo a la escena de flashback del linchamiento de los sirvientes.
La hechicería de cualquier tipo es por fuerza la perversión de un marco de creencias más amplio, motivada por el egoísmo. Es decir, la necesidad de poner a trabajar en beneficio propio las fuerzas supernaturales que se supone gobiernan a todos sin distinción. El drama de la hechicería afroantillana en Estados Unidos es que respondía a la urgencia de defenderse del demonio claramente encarnado en el explotador blanco. Desde esa óptica, La Llave Maestra es la historia de una revancha.