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¿Citlalli o Yeidckol?

Gilberto Serna

En este país no hay seriedad, al parecer hay quienes piensan que somos una República de folletín, en la que cualquiera puede brincarse las normas jurídicas a la torera. En efecto, buscando apelar a la sensiblería de los ciudadanos la señora que se hacía llamar Yeidckol Polevnsky Gurwits hace un relato de por qué su progenitora le cambió de nombre pues en su acta de nacimiento aparece simplemente como Citlalli Ibáñez Camacho. Alegó que se hizo así para protegerla del estigma social que suele recaer en las menores de edad que quedan embarazadas. A la sazón tenía, según dice, la tierna edad de12 años. El aspecto legal, en la actualidad a punto de registrarse como candidata del PRD a la gubernatura del Estado de México, no tiene vuelta de hoja: ella lleva como patronímico el que aparece en el documento que obra en los archivos del registro civil. Si se apunta, como ya la lo hizo cuando jugó y ganó como presidenta de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, Canacintra, es claro que el Instituto Estatal Electoral pedirá documentos oficiales que acrediten que es quien dice ser y ahí es donde la puerca tuerce el rabo. Los argumentos que esgrimió en reciente conferencia de prensa para demostrar el porqué del cambio, pueden estrujar el corazón de personas bondadosas, pero en la mesa de registro de candidaturas lo único que vale son los papeles oficiales.

La certeza de que alguien se le conozca con equis apelativo sólo se comprueba con la copia certificada que expide el oficial del registro civil. Pretender demostrarlo con una acta notarial –no hay constancia de que exista- de la que pueda desprenderse que siendo Citlalli se mudó a Yeidckol, no tiene el suficiente valor para considerar que ella hizo los trámites legales correctos para cambiarlo. Es indudable que la señora puede pedir que la llamen como mejor guste o le acomode, pero si residimos en un país que se rige por leyes, tendrá que hacer esa variación ante autoridades antes de obtener su pasaporte, su credencial de elector, su licencia de manejo, etcétera. No se sabe si exhibió algún documento para inscribirse en la Canacintra pero es claro que cualquier contrato firmado con el nombre de Yeidckol puede ser impugnado por los interesados dado que, hasta donde se sabe, no existe esa persona. Hay algo turbio que no se despejó con la argumentación vertida por Citlalli-Yeidckol. La existencia de cuatro actas y la versión sin confirmar que existen diez actas más llevan a pensar que algo muy chueco se está ocultando.

Tuvieron que ser los medios de comunicación quienes pusieron al descubierto la verdadera personalidad de la precandidata, quien, al verse pillada en mentira, manifestó que se le adelantaron porque ella pensaba revelarlo, -lo cual como puede ser que sí, puede ser que no-. Una historia que bien pudo haber servido de argumento a una narración melodramática de Corín Tellado o de Yolanda Vargas Dulché en que se apela a la compasión pública para que se comprenda qué fue lo que la llevó a la falsificación o en su caso, a la compra de documentos apócrifos, lo que no es suficiente para tener por cubiertos los requisitos que exige el código electoral mexiquense o de cualquier otra entidad. Acabo de leer que el dirigente nacional del PRD, Leonel Godoy, dice que la va a registrar como Yeidckol, teniendo en su manos el acta de nacimiento que lo demuestra. Ojalá porque eso vendría a poner en claro lo que ahora está oscuro. Quieran los dioses que habitan en el Olimpo que el documento no sea el producto de una mala jugada de abogados chupatintas.

Lo que respecta al quebrantamiento a la moral pública es tanto o más grave que la burla a las disposiciones legales, pues se advierte una larga retahíla de chapucerías durante el curso de su vida. Se entendería que se cambiara de denominación si años después, una vez pasado el trago amargo, después de dar a luz siendo menor de edad, ¿por dos veces seguidas?, hubiera rescatado el uso de su nombre original o legalizado el nombre postizo. Al no hacerlo así lo que queda es preguntarnos ¿qué sucede con los políticos?, ¿cuál es la necesidad que tienen de atropellar el orden legal dando lugar a que se piense que hubo triquiñuelas? Un político, lo que se dice un buen político, debe conducirse con estricto apego a las normas que rigen nuestra vida jurídica actuando con absoluta transparencia. No es factible que se pida el voto ciudadano montado, se supone, en toda una vida de engaños, embrollos, trápalas y burlas. La judía Yeidckol, que nunca existió, paradojas de la vida, acabó con el sustrato de la mexicana Citlalli.

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