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Claroscuros en una desgracia

Juan de la Borbolla

Creo que también la respuesta gubernamental federal ante los siniestros fue más rápida y eficaz que la que pudimos ver en otros países, incluido Estados Unidos, aunque indudablemente que los afectados por los siniestros reclamarían en este caso y siempre una más pronta y eficiente ayuda gubernamental.

La terrible temporada de huracanes de este 2005, que oficialmente termina el 30 de este mes de noviembre, ya dejó en nuestro país, en Centro América y en el sur de Estados Unidos una estela de muerte, desolación y pérdidas materiales multimillonarias, pero además nos ha dejado una visión de lo contrastante que puede ser la conducta humana en sucesos como éstos.

Las amplias zonas de Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Quintana Roo, Yucatán y en menor medida Puebla e Hidalgo que sufrieron los efectos desastrosos de las intensas lluvias y los fortísimos vientos que se dejaron sentir con motivo de los dos más importantes meteoros que se ensañaron con nuestra patria, tardarán en recuperarse de sus efectos y requerirán una cuantiosa inversión económica para regresar a niveles de vida y desarrollo como los que pudieran haber tenido antes de este otoño aciago.

Sin embargo, las pérdidas humanas (dentro de lo terrible que significa una sola muerte), fueron mucho menores de lo que la fuerza de los temporales pudieran haber supuesto; por lo que un comparativo con los decesos acontecidos por este motivo en Centroamérica e incluso en Estados Unidos dimensiona la eficacia de muchas medidas de prevención que se implantaron en México ante la inminencia de las malas condiciones meteorológicas que se avecinaban.

Creo que también la respuesta gubernamental federal ante los siniestros fue más rápida y eficaz que la que pudimos ver en otros países, incluido Estados Unidos, aunque indudablemente que los afectados por los siniestros reclamarían en este caso y siempre una más pronta y eficiente ayuda gubernamental.

Con algunos gobiernos estatales y municipales de las zonas afectadas sin embargo, ha surgido la enorme crítica del inadecuado manejo de la ayuda exterior, al haber entorpecido su flujo, al haber hecho entrega de ella de manera incompleta o bien sesgada a intereses partidistas o sectarios.

En el caso de la sociedad civil también se ha constatado un contraste importante:

Por una buena parte de la República ha surgido una espontánea solidaridad para las víctimas de las adversas condiciones del tiempo, provocando que los centros de acopio de muchas instituciones intermedias se vieran superadas en sus posibilidades de hacer llegar esa ayuda.

También resulta impresionante la rapidez con que la población civil ha reaccionado sobre todo en la zona turística de Quintana Roo para reponer lo más rápidamente posible lo perdido por el huracán, constatándose de hora en hora la mejoría de las condiciones.

El contraste, vemos que en otras latitudes los damnificados permanecen inactivos sólo alargando la mano en espera de la ayuda, o constatamos la actitud absolutamente criminal de quienes aprovecharon la situación de absoluta urgencia para obtener privilegios egoístas ya sea por haber cometido actos de rapiña a la manera de esa hiena que incluso cínicamente acaba riéndose insensatamente de su cobardía al atacar a la víctima en desgracia, o la de esos malos comerciantes y prestadores de servicio que medran con la desesperación de propios y extraños para lucrar desmedidamente gracias a la desesperación de los afectados.

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