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Coahuila es uno

Luis F. Salazar Woolfolk

En el proceso electoral de Coahuila, el Partido Revolucionario Institucional se alza con la victoria de su candidato a gobernador Humberto Moreira, como resultado de unas elecciones de Estado en las que imperó el vergonzoso acarreo y compra de votos, que persiste en las elecciones locales de todo el país.

Contrasta lo anterior con lo acontecido en la ciudad de Torreón, en la que el abanderado del Partido Acción Nacional Jorge Zermeño Infante supera por cincuenta mil votos a su oponente Moreira, que recibió sólo los setenta mil votos del llamado voto duro priista, que no es otro sino el basado en la pobreza de amplios contingentes sociales. El candidato panista a la alcaldía José Ángel Pérez derrota al priista Eduardo Olmos por una diferencia de veinte mil votos y el PAN obtiene cuatro de las cinco diputaciones en juego.

Humberto Moreira declara que no guarda rencor, cuya expresión resulta fuera de lugar e increíble en un sistema que se precia de ser democrático, porque nadie le ha inferido ningún agravio por el hecho de no haber votado por él. Los coahuilenses habremos de reconocerlo como gobernador y Moreira deberá de gobernar para todos y respetar nuestros derechos ciudadanos.

Por su parte Eduardo Olmos afirma que perdió contra Jorge Zermeño, lo que es contrario a la realidad objetiva y numérica que se desprende de la comparación de los votos que obtuvo con los recibidos por José Ángel Pérez.

Tampoco es que Jorge Zermeño sea un taumaturgo que tiene embrujados a los torreonenses. Se trata de un ciudadano de carne y hueso con vocación y trayectoria política, que suscita la confianza y la simpatía de quienes desean gobernantes más cercanos a la sociedad que a las estructuras estatales. Lo mismo ocurre con José Ángel, aunque su desempeño como administrador público y líder político en funciones de alcalde está por verse.

El asimétrico resultado no es producto ni de un regionalismo a ultranza ni de un separatismo obtuso, sino del liso y llano ejercicio del sistema de partidos. Coahuila es uno, como reza la propaganda oficial de la que emana cierto tufo totalitario. Sin embargo, al igual que en el resto del país nuestra sociedad es plural y como tal requiere procesar las diferencias de opiniones y preferencias en aras de conservar la unidad en la diversidad. Para ello existe la democracia en el mundo, que para los torreonenses se concreta entre otras cosas, en la posibilidad de enfrentar la indiferencia y la iniquidad ancestrales, en el trato por parte de las autoridades del nivel estatal de Gobierno.

En todas las regiones del Estado existe una sociedad demandante, pero la participación potencial carece de la infraestructura y los canales de expresión, que en Torreón ofrece hoy día el PAN como alternativa política. El éxito del PAN en nuestra ciudad es fruto de un liderazgo circunstancial del Comité Municipal de ese partido, que interactúa con una sociedad madura que es la protagonista principal.

El contraste en los resultados electorales recientes entre nuestra ciudad y el resto del Estado, tiene su origen en el hecho de que con la salvedad de la ciudad de Torreón y alguna otra honrosa excepción, Acción Nacional no tiene en Coahuila una estructura partidista que difunda cultura cívica, promueva el voto y vigile los procesos electorales, para enfrentar el flagelo del abstencionismo y el fraude sistemático.

Imagine el lector la misma ola burocrática de acarreo masivo y el mapachismo rampante que perpetró el PRI como partido de Estado el domingo pasado en Torreón, operando en forma incontenible e impune en el resto de la entidad en donde se demostró que no existe una oposición organizada para enfrentar el fenómeno.

El PRI no cambia y la única forma de remontar el fraude es mediante comicios que en función de la alta participación de la sociedad se encuentren debidamente conducidos y vigilados por la ciudadanía, a los que concurran los electores por encima del sesenta por ciento del padrón.

El candidato Jorge Zermeño conocía las carencias de su partido y aunque realizó una intensa campaña y de buen nivel no alcanzó los resultados requeridos, debido a la falta de esa estructura partidista que trató de improvisar sobre la marcha, mediante un esfuerzo insuficiente y tardío.

Lo anterior es lamentable porque la flaqueza de los partidos se traduce en debilidad del sistema democrático en su conjunto, lo que interpela al presidente nacional del PAN Manuel Espino y a la dirigente estatal Esther Quintana, como responsables de la derrota.

Como botón de muestra de tal interpelación, baste señalar que Esther Quintana dispone de un presupuesto de un millón de pesos mensuales para el gasto ordinario de su partido en Coahuila, de los cuales el Comité Municipal de Torreón recibe la ridícula suma de veintitrés mil pesos. A la luz del derecho que los ciudadanos tenemos de ser informados sobre el destino de los recursos públicos asignados a los partidos, es imperativo que la dirigente blanquiazul justifique el gasto de los otros novecientos setenta y siete mil pesos mensuales, en términos de rendimiento y resultado.

Correo electrónico:

salazarw@infosel.net.mx

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