Capítulo 41
Nació el 30 de octubre de 1873 en la hacienda del Rosario en Parras, nieto de don Evaristo Madero; cursó sus primeros estudios en el colegio jesuita de San Juan en Saltillo y después múltiples estudios en Estados Unidos y París, Francia, ahí se descubrió ?medium escribiente? dentro del espiritismo. Se casó con Sara Pérez y regresó a su tierra, San Pedro en La Laguna en 1893, para dirigir los negocios y las finanzas de la familia.
En sus numerosas propiedades realizó obras y cambios de tipo social en favor de sus empleados en general.
Como todos los hacendados y empresarios de La Laguna, era dado a formar constantemente organizaciones para defender sus intereses a nivel regional y nacional.
En la esfera política, Madero publicó su libro La Sucesión Presidencial en 1910 en contra del presidente Díaz, luego dedicó toda su actividad y empeño en fundar Clubs anti-reeleccionistas por todo el país, con un eco y un éxito más allá de lo esperado, de manera que formó el Partido Anti-Reeleccionista que inmediatamente lo nombró candidato para la presidencia y al yucateco José María Pino Suárez para vicepresidente.
Sus actividades afectaron grandemente a los negocios de la familia y finalmente fue encarcelado en San Luis Potosí, de donde escapó a San Antonio, Texas, ahí redactó el Plan de San Luis convocando a la Revolución para el 20 de noviembre de 1910; ese día, sólo logró una reunión personal con su tío Catarino Benavides en Río Grande, pero en Torreón y en todo el país se inició el movimiento armado.
En el centro y sur de Coahuila se levantaron: Pablo González, los hermanos Jesús y Venustiano Carranza, Ildefonso Vázquez, Cesáreo Castro, Francisco Coss, Luis y Eulalio Gutiérrez.
La toma de Torreón en abril, fue de gran importancia para los maderistas al mando del hacendado Santiago Lavín entre otros; el diez de mayo, fue tomada Ciudad Juárez por Francisco Villa y Pascual Orozco.
El 15 de mayo, sin apoyo, el general Emiliano Lojero, con las tropas federales abandonó Torreón, los contingentes revolucionarios entraron con violencia y gran confusión, masacraron a 300 chinos de la población y se dedicaron al saqueo.
El 21 de mayo se firmaron los tratados de Ciudad Juárez que ponían fin al régimen de Porfirio Díaz, quien firmó su renuncia el 25 de mayo de 1911 a las 4:30 de la tarde. Terminó un gobierno personal que ha tenido pocos paralelos en la historia de México.
El general Victoriano Huerta, Ministro de Guerra, lo escoltó a Veracruz donde el Ypiranga puso proa al mar abierto.
El día siete de junio de 1911 hubo un terrible temblor de tierra que sacudió a la Ciudad de México y a las tres de la tarde, entró triunfante Francisco I. Madero.
Unos cuantos días después, en su toma de posesión, asistieron a la cena 232 miembros de la familia Madero, junto con sus amigos y los amigos de sus amigos capitaneados todos por Gustavo A. Madero que se sentía el capitán de la fiesta.
Y así como fue la fiesta, fue su cuerpo administrativo y lo que duró el festejo o mejor dicho, la tragicomedia, duró su gestión.
Su honradez era visible para cualquiera que se aproximara a él, lo mismo que su falta de instinto y de preparación para gobernar y la compañía del hermano incómodo vino a completar el cuadro.
Licenció las tropas revolucionarias, lo que le trajo la animadversión de los jefes que se sintieron traicionados y se levantaron en armas: Emilio Madero decía que todo había terminado, por lo que los campesinos y los obreros debían regresar a los campos, minas y fábricas, sueños de millonario, el agrarismo, los derechos laborales y tantos otros derechos del pueblo estaban en el aire.
No modificó el ejército de Porfirio Díaz, se le olvidó que para encabezarlo se necesitaba un general como Porfirio Díaz.
El golpe mortal lo recibió de un puñado de generales del ejército federal que tercamente se empeñó en conservar, teniendo al mando al General Huerta; en febrero de 1913, apoyados por el embajador Henry Lane Wilson (sin paz social, ningún país progresa o pierde lo que ya tenía); después de la decena trágica, Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar, lo que le pidieron en varias ocasiones, pacíficamente todos los estratos de la sociedad y no aceptó porque quería ser mártir; días después fueron asesinados. Injustamente fue sepultado en la fosa común bajo un número, una veintena de partidarios y amigos, lograron la exhumación y lo sepultaron en el panteón francés de la Ciudad de México.
En Coahuila el asesinato fue recibido con indiferencia. Otros grupos, como el formado por el gobernador, Venustiano Carranza, se levantaron en armas contra el general Victoriano Huerta, enarbolando la bandera constitucionalista.