falta poco más de tres semanas (24 días, contando el de hoy) para que concluya, el diez de diciembre, el término en que es posible registrar coaliciones para la elección presidencial. Como convenir esa forma de participación supone tareas complicadas, los partidos ultiman en estos días su decisión de aliarse con sus semejantes.
Las coaliciones giran en torno de los tres partidos mayores, que buscan atraer a los de menor tamaño, y éstos se prestan a coaligarse para obtener posiciones que difícilmente tendrían de caminar por su lado. Los de nueva creación, Alternativa Socialdemócrata y Campesina y Nueva Alianza no pueden figurar en coaliciones, pues como partidos de registro reciente se demanda de ellos que prueben su viabilidad a solas.
El Partido Acción Nacional se asoció con el Partido Verde Ecologista de México en los comicios presidenciales de 2000. Integraron la Alianza por el Cambio, que llevó a la Presidencia de la República a Vicente Fox, y al partido de la familia González Torres le aseguró su ingreso en el Senado (con un grupo de cinco integrantes) y una bancada en San Lázaro compuesta por 17 diputados. Como también aspiraba a cargos en el Ejecutivo, señaladamente la Secretaría del Medio Ambiente, y no los obtuvo, el Verde rompió con el Gobierno, y se aproximó al PRI. Después de aliarse en comicios locales, acudieron juntos en una amplia porción de distritos en la elección legislativa de 2003, que también produjo al Verde 17 legisladores. Ahora simula tener un candidato presidencial propio, Bernardo de la Garza, pero lo hace sólo para elevar su cotización en el mercado, en que tendrá dos postores, el PRI y el PAN. El Verde obtendría menos curules en San Lázaro, y quizá no permaneciera en el Senado si decidiera valerse de su propia fuerza y no negociara con un partido mayor que lo acoja.
El PRD fue el eje de la Alianza por México en la elección presidencial de hace cinco años. Se coaligaron con él el Partido del Trabajo, Convergencia, el Partido de la Sociedad Nacionalista y el de Alianza Social. Al primero correspondieron ocho diputados, tres al PSN (miembros los tres de la misma familia Riojas: Gustavo, el líder del partido, su esposa y su hermana) y dos a cada uno de Alianza y Convergencia. A esta formación tocó además una senaduría que de hecho se partió en dos, pues conforme a una previsión cumplida el propietario se ausentó y su suplente asumió sus funciones en marzo de 2002).
Tres años después de practicada esa alianza fue evidente que los partidos menores resultaron favorecidos por aquélla. En la elección legislativa de 2003 cada uno de esos partidos caminó por su propia senda y dos de ellos , PAS y PSN no resistieron la prueba de las urnas y quedaron eliminados. El PT y Convergencia prevalecieron pero con fuerza menguada, la real, no la convenida en la coalición. Lograron seis y cinco diputados respectivamente.
Estos dos últimos partidos están por decidir su suerte para la elección presidencial del año próximo. Enfrentan dilemas de ardua resolución, y lo hacen en condiciones de fragilidad creciente. Oscilan entre presentarse con un candidato propio, a solas, y en coaligarse, ya sea con su antiguo aliado, el PRD (con el que han conversado y trazado el perfil de un frente de izquierda) o con los restantes partidos de mayor representación. El PT se ha ligado con el PRI en algunos comicios locales y algunos de sus dirigentes consideran viable extender ese vínculo al ámbito nacional. Convergencia, a su vez, ha marchado en comicios estatales con el PAN, sin éxito en ningún caso. Más todavía, a destiempo se ha generado un ambiente ríspido entre esos antiguos aliados, en Oaxaca. Con motivo del video que mostró a Carlos Ahumada conversando con Gabino Cué, candidato el año pasado de Todos unidos por Oaxaca, coalición que reunió al PAN, Convergencia y el PRD, la dirección estatal panista sacó a relucir resabios y malas razones contra Cué, que había sido postulado por Convergencia tres años atrás, cuando ganó la alcaldía de la capital oaxaqueña.
Por añadidura, esos partidos pasan por trances internos de dificultad diversa. A diferencia de lo que ocurre en el PT, donde las tensiones se manifiestan sobre todo en función de las alianzas posibles, en el partido de Dante Delgado los gérmenes de discordia aparecieron hace ya tiempo y se refieren a temas como el uso del financiamiento público y el carácter patrimonialista de los cargos de dirección. Los disensos son de tal magnitud que enfrentan al mismo Delgado, que excedió ya el tiempo en que debía encabezar el partido, y Jesús Martínez Álvarez, líder de la breve bancada de Convergencia en San Lázaro.
Esos problemas internos pueden reflejarse en el proceso de negociación de las coaliciones. El código electoral prescribe que se debe “acreditar que la coalición fue aprobada por la asamblea nacional u órgano equivalente de cada uno de los partidos políticos coaligados, y que dichos órganos expresamente aprobaron contender bajo la declaración de principios, programa de acción y estatutos de uno de los partidos políticos coaligados o bajo la declaración de principios, programa de acción y estatutos únicos de la coalición”. También se debe comprobar que esos órganos aprobaron la plataforma electoral de la coalición y el programa de Gobierno del candidato al que apoye la alianza, así como “la postulación y el registro de un determinado candidato para la elección presidencial”.
Si no satisfacen esos requisitos las coaliciones pueden ser impugnadas.