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Colapsada Roma por feligreses

Aunque la capilla ardiente no se cerrará hasta mañana, jueves, los responsables de seguridad italianos ya advertieron que el acceso a las filas quedará cancelado a partir de las de hoy, miércoles.

Ciudad del Vaticano, (EFE).- Una Roma virtualmente colapsada por una masa de gente que ha desbordado todas las previsiones apura las últimas horas para poder visitar la capilla ardiente del difunto papa Juan Pablo II.

Aunque la capilla ardiente no se cerrará hasta mañana, jueves, a las 20.00 GMT, los responsables de seguridad italianos ya han advertido de que el acceso a las filas quedará cancelado a partir de las 20.00 GMT de hoy, miércoles, de manera que quien no se haya podido incorporar a esa hora, habrá de desistir de hacerlo.

Por consiguiente, pocas esperanzas de contemplar el cadáver del Pontífice puede tener la gente que apenas ha comenzado a unirse a las larguísimas filas que comienzan incluso en puntos como el Puente de Umberto I, distante a unos dos kilómetros de la Basílica de San Pedro.

La previsiones de los organizadores se están quedando cortas y ya se habla de que se superarán con creces los dos millones visitantes calculados inicialmente, hasta el punto de que el prefecto (delegado del Gobierno) de Roma, Achille Serra, ha apuntado la cifra de cuatro millones de peregrinos.

Un orden peculiar, no exento de alguna anécdota menor como la de de aquella señora que se cuela apenas cinco o diez metros para poder hablar con una amiga con la que se ha encontrado por casualidad, preside el ambiente que se vive entre la masa de gente que camina encarrilada desde, por ejemplo Via della Conciliazione hasta la Basílica de San Pedro.

En medio de la masa flamea una bandera una bandera española con el toro de Osborne en la franja amarilla. La lleva un grupo de muchachos de Murcia. Han llegado a Roma a las 04.00 GMT de hoy tras 27 horas de viaje en autobús, y nada más bajarse del vehículo se han dirigido a la fila que conduce hasta la capilla ardiente del Papa.

Cuando EFE habló con alguno de los peregrinos murcianos, éstos llevaban ya 12 horas de espera y en ellos no parecía cundir el cansancio ni el desánimo, pues, como dijeron, "esta espera es una recompensa", y el mejor regalo de cumpleaños para uno de ellos, llamado Pablo, que hoy cumple 28 años.

Un poco más adelante, otros muchachos de Madrid y Barcelona, se prestan complacidos a hablar con la prensa. Llevan también unas doce horas de espera y siguen cantando "Que viva España", melodía que, de cuando en cuando, sustituyen con unos "avemarías".

Un chaval de Barcelona, Manolo, de 20 años de edad, dice que ha hecho la fila dos veces. En la primera sólo aguantó una espera de tres horas, lo cual le pareció poco, por lo que en unión de un colega, Luis, decidió repetir la experiencia.

Con respecto a si está de acuerdo con el mensaje del Papa, en especial con todo lo relativo a aquellos asuntos más polémicos y con los que más hincapié hizo en sus numerosas alocuciones a la juventud, Manolo y sus amigos son claros: "Estamos completamente de acuerdo", incluso en asuntos tan escabrosos como la castidad fuera del matrimonio o el rechazo a los anticonceptivos.

Manolo, en su pasión, un tanto tridentina, dice con vehemencia: "mira, yo creo en tres cosas: Dios, patria y familia, por lo tanto, lo demás, sobra".

Entretanto, alguno de ellos hace votos por la elección como futuro Papa del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Una chicas de Madrid han venido a Roma animadas y financiadas por sus padres y han conseguido alojarse en una residencia a las afueras de Roma propiedad de los Legionarios de Cristo, donde dicen "nos encontramos estupendamente."

Entretanto, hay gente que no puede más y abandona la cola; hay gente que se marea porque es mucho el calor que se pasa a mitad de la tarde y a pleno sol; hay niños que no pueden más y sufren ataques de pánico o de ansiedad.

También hay gente que llama por el móvil y le va narrando a su interlocutor dónde y cómo se encuentra. Así, no falta aquel que justo a la misma entrada del Portón de Bronce, por donde se accede a la Basílica, hace una foto, a la Plaza de San Pedro.

Una vez dentro, todo transcurre con rapidez...se repite por megafonía el Rosario; la gente avanza en relativo silencio. Se contempla, escoltado por un piquete de la Guardia Suiza, el cadáver del Papa, que pese al tratamiento paliativo que haya podido recibir en todos estos días para poder ser expuesto al público, muestras las huellas de un hondo sufrimiento, que obliga a la compasión.

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