(Primera parte)
Después de un largo y agotador día de trabajo, lo primero que hace al llegar a casa es correr a asaltar el refrigerador, y comer alimentos muy ricos en calorías. O, ¿consume una importante cantidad de chocolates cuando se siente estresado? Pues entonces, es el momento de que intente abandonar la compulsión, y se decida a tomar las riendas y el control sobre sus hábitos alimenticios.
La triste realidad femenina
Al decir esto, no quisiera hacer a un lado por completo la posibilidad de que los varones también incurren con cierta frecuencia, sobre los aspectos que le voy a comentar a continuación, pero definitivamente no cabe duda que las mujeres somos más propensas a sufrir desórdenes alimenticios, en comparación con los hombres. Esto se debe en gran parte a la forma en que las mujeres fuimos y seguimos siendo educadas, con respecto a la comida.
Muchas mujeres no son capaces de lidiar con las dificultades cotidianas de una manera madura, y como resultado proyectamos todas esas angustias en la forma de comer. Si a lo anterior le agregamos el hecho, de que aparte de encargarse del hogar y atender al marido y a los hijos, trabajamos, quiere decir que en consecuencia llevamos sobre los hombros una doble responsabilidad, lo que pudiéramos llamar, ?un trabajo de peso completo?. Además de que los varones latinoamericanos, en su mayoría no han sido educados para cooperar en las tareas domésticas. Por eso existen mujeres con el doble de estrés y de quehaceres. Lo que hace más difícil comprender cómo lidiar con la tensión, por las presiones del trabajo, así como los problemas emocionales que surgen cotidianamente. Necesitan una forma de descargar todo lo acumulado durante el día. ¿Cómo hacerlo? En lugar de tratar de aprender a resolver los problemas, según el grado de importancia, tratan de olvidarlos a través de la comida, lo que en la mayoría de los casos, se traduce a futuro en aumento en aumento de peso e incluso, hasta llegar a desarrollar obesidad, que definitivamente empeorará la situación sobre todo anímicamente.
Es muy común observar, que después de un día en extremo agotador, piense que quizá lo único que la pueda hacer sentir bien, es una buena porción de helados, por mencionar un ejemplo, así que decide ir a la tienda a comprar un bote, con la intención de comer sólo dos cucharadas del mismo, sin embargo para cuando reacciona, se da cuenta que el recipiente de helado ha quedado completamente vacío. Y claro que no se siente muy bien que digamos, pero por lo menos le ayuda a olvidar por un buen rato, los problemas del trabajo. De esta manera, el antojo de la siguiente noche, pueden ser donas o una suculenta rebanada de pastel, y un vaso de leche o un café. Llega el viernes y casi siempre nos dirigimos a restaurantes de comida rápida, que en realidad no es nada diferente, pues la mayoría son ricas en grasas y carbohidratos. Entonces finalmente la idea es mitigar el estrés con el placer que produce comer.
Lo peor de todo esto: es que en investigaciones recientes que se han hecho al respecto, se reporte que la tensionante vida que llevamos está originando que, un gran número de mujeres se vuelque hacia la comida, la ansiedad emocional puede provocar que las personas coman de más, o incluso algunas dejan de comer, esto significa por así decirlo la maldición de las mujeres profesionistas de la actualidad.
La mayoría de nosotras se ve acosada por responsabilidades laborales muy cansadas y familias demandantes y la forma más sencilla y rápida de descargar las tensiones como lo mencioné es con la comida. ¡Cuidado! Tenemos qué hacer algo. Continuaremos con este tópico la próxima semana. ¡Hasta pronto!
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