Los niños juegan con ladrillos y entre montones de tierra
El viento no cesa. La tierra se levanta y nubla la visión de los transeúntes. La frágil vivienda, construida con madera así como con pedazos de cartón, no resiste las fuertes corrientes del aire. El techo se levanta mientras Daniel y su papá, José Cruz Ibarra Reyes, desayunan.
El niño sube a arreglar el desperfecto pero su frágil figura es empujada por el soplo de la naturaleza y cae, raspándose su costado izquierdo. De inmediato llora y pide el auxilio de su progenitor, quien lo consuela con un abrazo para después revisar su herida.
Según las autoridades competentes, los vientos que azotan a la ciudad de Durango desde hace algunos días alcanzaron hasta los 61 kilómetros por hora. Y aunque este fenómeno climatológico afecta a la población en general, hay quienes sufren en mayor proporción al carecer de un refugio seguro para protegerse.
Ése es el caso de Daniel y su padre, quienes al lado de otras ocho familias ocupan un terreno localizado a un lado de la colonia denominada Las Flores y que asimismo colinda con otro asentamiento humano conocido como El Manantial.
José Cruz manifiesta que hace como dos meses arribaron a este sitio. ?Antes estaba de ?arrimado? con mis hermanos, pero el líder nos dijo que nos viniéramos para acá, pero nos han traído de un lugar para otro?, platica mientras su vástago de 13 años prefiere acostarse y esperar que el dolor a raíz de la caída disminuya.
Dice que el dirigente de la colonia, a la que planean bautizar como ?Los Duraznos?, se llama Gonzalo, aunque desconoce su apellido.
?Pues la gente se viene para acá porque tiene la ilusión de que ya va a tener su terreno, pero ahora creo que nos van a reubicar que por allá por La Virgen, que nos van a cobrar ocho mil pesos por el pie de casa; por eso, tengo que ahorrar?, cuenta.
De oficio panadero, también se dedica a la elaboración de ladrillo; no obstante, las condiciones del clima no son del todo propicias para la segunda actividad, así que mejor hace donas para venderlas por las calles. Hace un año que su mujer murió a raíz del cáncer; ahora sólo están Daniel y él.
Debido a las precarias condiciones económicas en las que sobreviven, el infante ya no estudia, tiene que ayudar a su progenitor a ganarse el sustento diario y así, algún día, poseer un inmueble propio, en donde ya no se cuele el frío. ?Pues es muy difícil vivir así, se batalla mucho. Tuve que sacar a mi hijo de la escuela. ¿Me darán una beca para él?, es que he visto que le dan apoyos a gente que ni lo necesita en lugar de los que sí los necesitamos?, subraya para después ir al lado de Daniel.
A pocos metros del jacal de ellos, Aurora Ávila Andrade también padece el mal clima. ?Pues ya se me andaba desprendiendo el techo, le tuve que poner unos alambres para que no se cayera. Llegue aquí hace como un mes, el líder nos dijo que nos iba a acomodar pero andamos con puras vueltas. Antes vivía en La Piedrera pero ya quiero tener un lugar propio, allá pagaba renta?, abunda.
Sus tres hijos corren de un lugar a otro, juegan con unos cachorros caninos que, al igual que sus amos, resisten el golpeteo del polvo que se impacta en sus cuerpos y lastima sus ojos. Aura coincide con su vecino José Cruz, comenta que el aire ?está duro? y más complicado es aguantarse el frío que se filtra por las rendijas que existen en su morada, que está edificada con material poco durable, ya que para salvaguardarse también ocupó los carteles de la campaña del ahora diputado local Héctor Vela Valenzuela.
Efrén de la Cruz Borjas y su esposa Guadalupe Reyes de igual forma están con la esperanza de obtener muy pronto un patrimonio, contar con la seguridad de un terreno en el que puedan edificar su vivienda. Reconocen que el panorama es por demás adverso, su choza no podrá soportar por mucho tiempo, así que lo más probable es que pidan ayuda a las dependencias de asistencia social.
Pero no quieren irse de su residencia, tienen miedo de que les roben sus pocas pertenencias que con tanto esfuerzo han conseguido, así que en sus mentes no pasa la idea de pedir alojo en el Albergue Municipal. Y después de decir esas palabras, observan a una pequeña niña, que juega con un ladrillo en los montones de tierra. Se llama Guadalupe y tiene seis años, misma que, con un gran sonrisa, afirma sentirse feliz de estar allí.
CONTRAPARTE
El Gobierno del Estado, en su Plan de Desarrollo 2005-2010, asevera que la vivienda es uno de los factores fundamentales para el progreso social. Con un total de 322 mil 288 casas habitadas y un promedio de 4.4 ocupantes por cada una de ellas, Durango enfrenta un importante desafío con el rezago de vivienda.
Ante este contexto, se requieren de programas accesibles y oportunos, que además de brindar los beneficios a través de la vivienda, apoyen la regularización de la tenencia de la tierra de todos aquellos asentamientos humanos irregulares.
Para el Gobierno del Estado, y en particular para el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), los efectos sobre los nuevos modelos familiares y los ya existentes constituyen un reto imperativo para trazar estrategias que permitan dar respuesta a los problemas que vuelven a sus integrantes vulnerables, los margina y los excluye del bienestar y del desarrollo.