NO ES LO MISMO.
El caso de la suspensión al delantero de los Pumas, Bruno Marioni, ha dado mucho de que hablar levantando la natural polvareda de la polémica.
Bueno es recordar que el problema inicia cuando el ?barullo?, luego de que nada le salía a derechas en el juego ante Tecos, propinó un golpe de conejo en la humanidad del jugador Said Godínez. Este, al sentir el golpanazo en el cuello, cae como fulminado por un rayo, enterrando la cabeza en el césped, saliendo incluso del terreno de juego en forma definitiva.
El manejo del asunto es lo que ha dado lugar a esta verdadera ?comedia de las equivocaciones? al más puro estilo del dramaturgo inglés William Shakespeare.
El primer error lo comete el propio Marioni pues su reacción es de ardido al ser literalmente bailado por Godínez. No es la primera vez que Bruno se quiere hacer el malo de la película sin entender que su equipo lo necesita el mayor tiempo posible en la cancha.
La segunda pifia corre a cargo del cuerpo arbitral del partido. Es inconcebible que ninguno de los cuatro oficiales encargados de impartir justicia se hayan percatado de la agresión.
El juez central, Gilberto Alcalá, cree que por la aceptación de que goza entre los jugadores no va a pasar nada raro en sus partidos y se equivoca palmariamente. El jugador en la cancha no conoce de amistades y el juez debe estar siempre prevenido para lo peor. No en lo mismo hablar del diablo que verlo venir.
La tercera falla es imputable a la directiva de los Tecos pues envían la protesta y el video pero no anexan el parte médico con lo que impiden la inhabilitación del agresor. Esta omisión adquiere tintes dolosos cuando se muestra a un Said Godínez equipado con collarín, hospitalizado y a punto de la invalidez por un golpe que, siendo sinceros, no paso de un coscorrón.
Quien procede en forma adecuada es la Comisión Disciplinaria pues en su análisis separa perfectamente la conducta del agresivo Marioni a la consecuencia quizá magnificada por Godínez y el cuerpo médico tecolote.
El reglamento de sanciones establece que la agresión debe sancionarse con tres juegos de suspensión y esa decisión tomaron los hombres de Alfonso Sabater.
La exageración en cuanto a la magnitud de la lesión es un problema que al no plasmarse en un diagnóstico médico cae en el campo de la ética. O sea, solo Said sabe si esta fingiendo o agravando su posible lastimadura.
La directiva de los Pumas también procede correctamente al recurrir la decisión buscando le sea reducido el castigo al delantero argentino. Sin embargo, no deja de ser curioso que el presidente del club universitario sea el mismo que logró cambios importantes en el accionar de la Disciplinaria, entre ellos, valerse del auxilio del video, como en el caso que nos ocupa.
Aarón Padilla dotó a la Comisión Disciplinaria del reconocimiento y credibilidad que había perdido hasta convertirla en un instrumento de justicia por todos aceptado. Incluso llegó a comentar que algunos presidentes protestaban las sanciones aún a sabiendas que su jugador no tenía la razón. Hoy, cumpliendo con su tarea cae en el mismo supuesto.
No cabe duda. No es lo mismo ser borracho que cantinero.