ENTRE LA LEY Y LA ÉTICA.
La descomposición social tiene múltiples manifestaciones, una de ellas, cuando se recurre a explicar los límites de la conducta individual o colectiva con fundamento en lo establecido en la ley. Lo que no está prohibido está permitido, parece ser la premisa, y al centrar lo positivo de nuestro actuar en el marco de la legalidad, prescindiendo de los demás valores que armonizan un recto proceder, creemos privilegiar el estado de derecho.
Cuando en el quehacer diario las personas o las instituciones consideran que, porque los cuerpos legales no prohíban o penen determinada conducta, ésta queda libre de explotación, lucro o incluso abuso, y así, cuando se pierde la noción entre lo legal y lo ético, aparecen personajes cuya actuación raya en los límites de la inmoralidad.
Ejemplos sobran, tanto en el deporte como en la vida diaria dentro de la sociedad mexicana, puesto que como no es ilegal, es perfectamente válido que la Primera Dama del país dirija una fundación con todas las prerrogativas que ello implica, compitiendo en promoción, recursos y publicidad, en forma desleal, con otras muchas agrupaciones similares anteriores en existencia y objetivos.
El hecho de que José Luis Trejo renuncie a Jaguares de Chiapas y a las dos semanas se contrate con Pachuca tampoco está prohibido, pero molesta la forma, atípica de suyo, que un reglamento sea reformado en lo oscurito. Además, extraña el empecinamiento del estratega en contratar a Walter Gugliemone, procedente del club tuzo, elemento de indudable incapacidad y hoy herencia para el cuadro chiapaneco.
No debe extrañarnos tampoco, en este marco de miseria moral, que el presidente del Senado de la República tenga un próspero despacho desde el que litiga asuntos de importante cuantía. Obvio es decir que la mayoría los gana.
Es legal que Jorge Eduardo Gasso reciba una cantidad de designaciones desproporcionadas con las del resto de sus colegas, cuatro en una semana, si no fuera porque su padre labora dentro de la Comisión de Árbitros.
No hay por qué rasgarse las vestiduras si un político en funciones de jefe de Gobierno emplea dinero público para su defensa jurídica o invita a los gobernados a salir a la calle en su defensa; legal, así como que el propietario de un popular club de futbol anuncie con bombo y platillo llevar un encuentro a un estadio que no es el suyo sin tomar en cuenta acuerdos comerciales previos, concretamente entre las compañías cerveceras.
Es legal pero no ético echarle todo el paquete de las controversias a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a quien se pretende convertir en una especie de árbitro: justo cuando gano y ratero e incapaz si pierdo.
No es punible que el máximo estrella que ha dado el futbol mexicano aspire a dirigir la Selección Nacional; la forma de buscar acceder al puesto, descalificando e insultando a quien ocupa el cargo es lo que se antoja poco apegado a la ética.
Nadie por encima de la Ley, estamos de acuerdo, pero tampoco la Ley como pretexto que cobije, invocando un estado de derecho compuesto por otros muchos valores, a vándalos sociales o tramposos de tiempo completo.
Abundando en el tema, dos cuestiones no han quedado suficientemente aclaradas y bueno sería transparentarlas.
Una es la prisa de Rafael Herrerías por deshacerse del Veracruz, de quien afirmó ser el único dueño, luego de anunciarse auditorías tendientes a aclarar gastos en la administración del club escualo.
La otra, el certificado médico expedido por el doctor de los Pumas para justificar la incomparecencia de Hugo Sánchez ante la Comisión Disciplinaria. Faringoamigdalitis parece un juego de palabras con las que el pentapichichi le dijo a los federativos: ?no voy porque tengo inflamadas las amígdalas?.