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Columna de Arturo Brizio

MANEJAR LA PRESIÓN.

Se jugó una maratónica jornada, correspondiente a la fecha 14 del futbol mexicano, y con alarma hay que reconocer que el arbitraje está quedando por debajo de la calidad del torneo y de lo mucho que está en juego en las postrimerías del mismo.

El silbante está convertido, como nunca, en el factor que desequilibra la balanza, pues está incidiendo demasiado en el resultado de los encuentros ya con fallas que van al marcador o con errores que se reflejan en la conducción del partido.

El problema fundamental radica en que los jueces no saben manejar la presión a la que se ven sometidos cada semana y eso hace que las circunstancias del entorno modifiquen su accionar hasta llegar al error, la torpeza inexcusable o la manipulación del partido.

Por supuesto que no estoy cuestionando la honestidad de los árbitros mexicanos; nada más lejos de mi intención. Lo que sucede es que hay formas de equivocarse, y en la actualidad los errores se han tornado grotescos.

Por ejemplo, todos sabemos la gran presión que el público de Monterrey ejerce sobre los de negro. No hay jugada en que el respetable no apriete pidiendo falta, tarjeta, corte de oreja y rabo y desafuero del jugador visitante.

En el partido Tigres-Dorados el silbante Mauricio Morales marca, al minuto 72, un penal que en mi opinión jamás debió señalar; un balazo que le pega en el brazo a Joel Sánchez, a corta distancia y sin que pueda presumirse que fue deliberada salvo que la opinión del juez haya sido influenciada por el griterío popular.

Resulta que un equipo hace todo el esfuerzo y una decisión localista los mata.

El joven Roberto García arbitró en el puerto jarocho a las Águilas frente a los Tiburones y siendo muy joven el partido en su segunda mitad le perdona la expulsión a Duilio Davino, quien corta una oportunidad manifiesta de gol a los locales. Obviamente el desarrollo posterior del partido hubiera sido otro con el América diezmado.

En el encuentro entre Pumas y Monterrey donde prácticamente se selló la eliminación de los universitarios, al joven Adolfo Aquino le salieron a relucir todas sus carencias.

Por supuesto que estamos en presencia de un joven con enorme futuro, incluso venía de dirigir con atingencia el América-Toluca, pero no supo controlar el encuentro y terminó expulsando por poco y dejando en la cancha por mucho más a algunos jugadores.

Hugo Sánchez culpa al arbitraje de la eliminación de su equipo; creo que no tiene razón pues son otras muchas las razones y no debe irse por la fácil.

El peor trabajo se presentó en el encuentro del morbo entre el superlíder Cruz Azul y el Atlas, colero general.

El árbitro Jaime Luis Molina hizo un trabajo errático de principio a fin, abaratando las tarjetas amarillas, aplicando diversos criterios en faltas similares y comiéndose un gol anotado con la mano.

Después del descanso y tras enterarse de su yerro se dedicó a marcar todo a favor de la Máquina demostrando su nula capacidad para manejar la presión.

Obviamente se equivocó pero también hay que criticar al jugador Guillermo Rodríguez por anotar con la mano. Es una deshonestidad, una falta de respeto al juego y una trampa.

Victoria sin honor, victoria sin sabor.

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