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Comienza la caza de miles de focas en Canadá

EFE

Islas Magdalena, Canadá.- Con las primeras luces de ayer, centenares de pescadores canadienses empezaron la caza de miles de focas arpa en los hielos que rodean las islas Magdalena entre las protestas de grupos ecologistas que lanzaron un boicot mundial a los productos pesqueros canadienses.

En medio de una lluvia persistente y una neblina que hace aún más peligroso caminar entre los hielos flotantes del Golfo de San Lorenzo, los pescadores que llevaban días en sus barcos esperando la apertura de la veda comenzaron a matar los primeros ejemplares del total de 320 mil que pueden cazar este año.

De esta cifra, alrededor de 90 mil focas arpa serán cazadas en los hielos que rodean las islas Magdalena. Las restantes 230 mil lo serán en las aguas del Atlántico frente a la isla de Terranova a partir del 12 de abril.

En el mismo momento que se mató a la primera foca, Sea Shepherd, y otros grupos ecologistas pusieron en marcha una campaña mundial para boicotear productos pesqueros canadienses, un sector valorado en miles de millones de dólares frente a los poco más de 15 millones que genera la caza de focas.

La caza no es un asunto limpio. Los animales, la inmensa mayoría ejemplares de edades comprendidas entre las tres semanas y los tres meses, son golpeados en la cabeza con estacas o disparados con rifles.

Las regulaciones del Gobierno canadiense señalan que el primer golpe tiene que ser mortal para evitar el sufrimiento de los animales, pero organizaciones ecologistas como el Fondo Internacional del Bienestar Animal (IFAW, por sus siglas en inglés) afirman que muchas focas siguen conscientes tras el estacazo inicial.

Para asegurarse de que las focas están inconscientes, los cazadores -en su mayoría pescadores de Terranova que intentan ganar unos dólares extras ante la falta de pesca en sus aguas- tienen que efectuar el llamado “parpadeo reflejo”, básicamente tocar con el dedo la córnea del ojo del animal para ver si reacciona.

Una vez los animales son capturados tienen que ser despellejados, ya que prácticamente la única parte de estos mamíferos marinos que tiene utilidad comercial es la piel.

A pesar de los intentos del sector por comercializar la carne -para hacer hamburguesas o una especie de salchichón seco- y hasta el pene -un producto de gran demanda en algunos países asiáticos- las cifras económicas son mínimas.

En 2001, un equipo de veterinarios llevado por IFAW para presenciar la caza documentó numerosos casos en los que las focas eran despellejadas vivas, una acusación que las autoridades canadienses niegan pero que sigue siendo una de las principales quejas de las organizaciones ecologistas.

En 1995, la doctora Mary Richardson, entonces veterinaria general de la provincia de Ontario, señaló que “a lo largo de mi carrera, he visto animales morir en mataderos, laboratorios de investigación y refugios animales, y puedo asegurar que la crueldad de la caza de focas no sería tolerada en estas instituciones”.

El lunes, poco antes del inicio de la caza, un grupo de pescadores de Terranova apostados en los hielos del golfo de San Lorenzo a la espera de la apertura de la veda, negaban que la caza de las focas sea muy distinta del sacrificio de vacas u otros animales en los mataderos.

“Es igual. Un golpe en la cabeza y están muertos”, afirmaba uno de los tripulantes ante un grupo de periodistas llevados hasta los hielos por IFAW.

Los pescadores de Terranova no lo piensan dos veces. Más de uno afirma que si tuviesen otra ocupación no dedicarían tres o cuatro días al año a la caza de focas pero tampoco tienen demasiados problemas éticos con una práctica que consideran su derecho.

La mayoría se pasa el año sin poder salir a faenar tras el desplome de la pesquería del bacalao en la década de 1990 y subsisten gracias a las ayudas de los gobiernos canadienses.

Los entre tres mil y diez mil dólares que algunos pueden hacer en una semana con la caza de focas es más que suficiente para atraerlos a los hielos cada año.

Además muchos consideran la caza una especie de revancha porque creen que las focas se comen el bacalao, un mito fomentado desde 1996 por el entonces ministro de Pesca, Brian Tobin, pero que nadie ha podido demostrar

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