CUANDO TORREÓN DESPLAZÓ A LERDO COMO SEDE DEL DESCANSO RESIDENCIAL
La villa de Lerdo fue el primer núcleo concentrador del tráfico concesionario y el transporte algodonero masivo hacia las diferentes regiones del centro del país que se desarrolló en la década de 1870, producción que en sus inicios se enviaba por medio de carretas, guayines y las recuas de mulas. Su asignación como centro del tráfico comercial algodonero había obedecido más que otra cosa a su ubicación geográfica en la puerta de la salida natural de la cuenca geográfica lagunera.
En un principio muchos de los empresarios agrícolas nacionales, y extranjeros inmigrantes, optaron por asentar en esta ciudad a sus familias para no exponerlas a las incomodidades propias de la vida en el medio rural de las haciendas algodoneras y a las inclemencias climatológicas del semidesierto, y lo mismo fueron fijando su residencia los ingenieros, los médicos y otros profesionales. La adopción residencial se fue manifestando materialmente con la construcción de casas amplias de arquitectura variada, entre las que destacaban las de diseño europeo como los chalets por ejemplo.
Pero en la medida en que las actividades comerciales del algodón y su voluminosa transportación ferroviaria se fueron concentrando en las estaciones de Gómez Palacio y Torreón, la importancia residencial de Lerdo comenzó a decaer gradualmente. Parecería que la inversión de la sociedad anónima del tren suburbano eléctrico que había sido de un millón de pesos en 1898, y que se amplió con la compra de la primera planta de luz eléctrica, hubiera cumplido el papel de ir mostrando a lo largo de su paso cotidiano el auge creciente industrial, comercial y de los servicios que ya muy claramente se estaba comenzando a vivir en la nueva villa de Torreón, y que la evidencia fuera alentando poco a poco a las familias de los empresarios agrícolas y financieros a cambiar su lugar de residencia. A principios del siglo XX ya vivían en Torreón alrededor de cincuenta ejecutivos y sus familias, así como hacendados, profesionistas, empresarios, grandes comerciantes y funcionarios públicos de alto nivel, además de mucha población flotante que venía de Monterrey, Saltillo y México; ?es decir que había en Torreón algo así como dos o trescientos ricos entre caballeros, damas y señoritos de diversa edad? (García Valero, 171-2).
Parecía también que la llegada del tren eléctrico fue invitando a los lerdenses citadinos en los siguientes años a probar suerte en la nueva ciudad como trabajadores urbanos y empleados de los servicios, ahora que el moderno transporte ya les permitía acceder con mayor facilidad. En fin, circunstancias todas, que desde esa época y hasta la actualidad terminaron por hacer de Lerdo una ciudad apacible durante el día, por el desplazamiento diario de su fuerza de trabajo y de sus estudiantes hacia la ciudad de Torreón, cuestión que hablando en términos demográficos, convirtió desde entonces a Lerdo en una ciudad dormitorio.