La terca lluvia cedió y el verano invernal que pasábamos por acá recobró su cálido y natural modo de ser. Con la aparición del Sol se desvanecieron mis personales fantasmas y ahora en pleno ejercicio de mi fortaleza moral quiero decirle al lector que mediante correo electrónico me acusó de ser una esposa intolerante e intolerable; que tiene toda la razón.
Dicho esto, paso a ocuparme de otros ámbitos donde mi gusto por las cosas también están levantando y empieza a despejarse el nudo de “noes” que ha atado de manos a nuestro presidente: no a las reformas estructurales que tanto urgen para coger el paso rápido que exige la danza de la modernidad, no a un nuevo aeropuerto porque lo señores de Atenco prefieren seguir sentados sobre sus tierras improductivas, no a la modernización de la energía eléctrica y no a cualquier intento de lograr que Pemex se convierta en la empresa presentable que los mexicanos necesitamos, en lugar de seguir siendo territorio privado de líderes mafiosos.
Que no, no y no, se construya el tren suburbano que unirá al Estado de México con esta capital, aunque todos los días cientos de miles de personas tengan que consumir entre cuatro a cinco horas en el intento de transportarse a su lugar de trabajo y volver por la noche cansados y amargados a “su pobre casa”, como ellos mismos dicen.
Y pues resulta que sí, que finalmente la semana pasada -en medio de los gritos de la turbamulta de siempre, peones de ajedrez que lo mismo sirven para un lavado que para un planchado, porque como capital político de líderes inmorales son acarreados ahí donde se necesita hacer ruido, armar bronca o sacar machetes para llamar la atención y amenazar a las autoridades- finalmente -decía- el presidente Fox dio el banderazo para la construcción del tren suburbano.
-¡Qué horror!- gritó la turbamulta: ¿Cómo será posible que el contrato se le haya otorgado a un consorcio español? ¡fuchi, caca!
Difícil explicar a quienes viven de las migajas que sus líderes les arrojan, que el suburbano costará sólo la mitad de lo que pagaremos por las elecciones de 2006, pero que ni así podemos costearlo -no hay que olvidar que nuestros dineros están en cuentas suizas a nombre de unos cuantos mexicanos afortunados y que si un consorcio español obtuvo la concesión para construir el suburbano, fue porque ofreció las mejores condiciones y las mejores tarifas para los futuros usuarios.
Arranca pues el tren y ya sin el reguero de chiquillos que han entrado a la escuela de donde nunca deberían salir, sin los mitotes ni los complotes que nos organizaba AMLO a cada rato y con los priistas agarrados del chongo -ojalá se maten- para mí como que está levantando.
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