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Cómo rendirle homenaje/Constitución mexicana

Raúl Muñoz León

Sostenemos que el mejor homenaje a nuestra Constitución Política, que este cinco de febrero cumple 88 años de haber sido promulgada, es someter a una seria y rigurosa revisión algunos de sus artículos que ya no responden a las circunstancias históricas que hoy vive el país. Pero también digo que en tanto no se hagan las modificaciones o reformas que México necesita y reclama, debemos dar cumplimiento cabal a las disposiciones de la Ley fundamental que están en vigor. Esta es otra forma igualmente importante de manifestar nuestro respeto por la Carta que hoy nos rige.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es el producto del movimiento social que conocemos como Revolución Mexicana. Ésta que se inicia en 1910 tuvo como objetivo acabar con las estructuras políticas y económicas que tenían al pueblo sumido en el atraso y en la pobreza. Marginados de los bienes que dan el progreso y el desarrollo, campesinos y trabajadores como peones acasillados y víctimas de las tiendas de raya, lucharon y sucumbieron por alcanzar mejores condiciones de vida que les permitieran realizarse como seres humanos y poder acceder a los beneficios de la cultura y de la civilización. Objetivo que lamentablemente aún no se ha logrado.

Masas populares explotadas y empobrecidas encontraron en Zapata y Villa la expresión personificada de sus anhelos y aspiraciones, porque ni Madero, ni Carranza, ni Calles ni Obregón fueron auténticos revolucionarios en el significado estricto del término, pues no supieron interpretar y representar el coraje y la desesperación del pueblo avasallado en su condición humana y envilecido al ver pisoteada su dignidad. Con excepción de Madero, que en su ingenuidad llevó la penitencia, los otros fueron más políticos oportunistas en busca del poder que luchadores sociales que quisieran realmente transformar las condiciones socioeconómicas del mexicano.

Esos ideales que encarnaron Villa y Zapata, fueron llevados al seno del Congreso Constituyente y se convirtieron en postulados que había que plasmar en disposiciones normativas de carácter general y obligatorio. Había que darle legalidad a la Revolución y dotarla de sentido ético para justificar históricamente el millón de muertes que produjo.

Y en esa Asamblea Constituyente reunida en la ciudad de Querétaro durante los meses de diciembre de 1916 y enero de 1917, encontramos a una serie de personajes ideólogos que fueron al mismo tiempo juristas, educadores, sociólogos y economistas que debatieron con pureza intelectual el Proyecto de Constitución enviado por el primer jefe del Ejército Constitucionalista don Venustiano Carranza. Jara, Macías, Mujica son algunos de estos constituyentes que tradujeron en leyes los que han sido llamados postulados de la Revolución.

Las circunstancias históricas que prevalecían en los inicios del siglo XX y las que estamos viviendo en estos primeros años del siglo XXI son totalmente diferentes. Ciertamente nuestro texto político fundamental ha sido objeto de modificaciones que tratan de adecuar su contenido a la realidad histórica que se vive. Pero esas reformas y adecuaciones con parches, remiendos o chipotes que en muchos casos han distorsionado el sentido social que los constituyentes quisieron darle, pues desde Cárdenas hasta Fox cada presidente de la República en su momento le ha metido mano en una exagerada tendencia reformadora como si a través de dichas reformas pretendieran dejar su huella y trascender en la historia.

Debemos reconocer, sin embargo, que nuestra Constitución como génesis del sistema jurídico nacional pretende lograr dentro de un marco de Estado-Nación, la coexistencia pacífica entre el poder y la libertad, es base y cúspide que consagra los principios de supremacía, de primacía, de legalidad y de inviolabilidad y conjuga los derechos del hombre con el principio de autoridad, que encuentra los límites a su poder en el ejercicio de su propia soberanía. De aquí la importancia de su parte dogmática y de su parte orgánica; que junto a la superestructura política, al establecimiento de los derechos sociales, al capítulo geográfico y a la rectoría económica del Estado, hacen de nuestra Constitución un tipo especial dentro de las Constituciones del mundo, que no obstante debe tener la flexibilidad suficiente para introducir las adecuaciones que la realidad histórica impone.

Por eso reiteramos: las dos formas de rendir homenaje a nuestra Carta Magna no sólo en su aniversario sino permanentemente, son obedecer cabalmente lo que este momento ordena y revisar sin temor alguno sus postulados y mandamientos que nos lleve a una auténtica reforma de Estado. ¿Y por qué no pensar en un nuevo modelo de Constitución? Lo dejo a su reflexión.

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