Al inicio de la semana se presentó el diagnóstico sobre la competitividad de la economía mexicana, que elaboró el Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C., (IMCO), el cual señala algo ya conocido: México ocupa un lugar poco digno, el 31, en comparación con otros 45 países estudiados. Independientemente de la seriedad y las metodologías utilizadas, que merecen un elogio, algo que conviene resaltar es que el factor peor calificado dentro de los diez estudiados es el referente al mercado de factores productivos.
De acuerdo con el IMCO, la Ley Federal del Trabajo (LFT), es propia de una economía cerrada, e incentiva la formación de un mercado informal que produce innumerables trastornos. Añadiríamos en favor del IMCO que la LFT es adecuada para una economía que se apresta a enfrentar los retos del cambio de siglo, pero del XIX al XX.
Es decir, se ha quedado un par de siglos atrás, arrastrando con ella a la economía y la sociedad, a juzgar por el pobre desempeño reciente de nuestra economía, el espectáculo político que a diario presenciamos, la aparente victoria de la corrupción y el desprecio al Estado de Derecho. El mercado de hidrocarburos, otro de los mencionados por el IMCO, habla por sí solo, al observar que con todo y la riqueza que tenemos seguimos importando gas, gasolina y petroquímicos. Algunos senadores priistas deben estar locos de contentos con estos resultados.
Aunque podríamos seguir explorando la veta del estudio del IMCO, tomaremos una desviación para referirnos al tema del empleo, que dejamos inconcluso hace un par de entregas y que precisamente hoy merece una mención especial, debido a la reciente aparición en sociedad de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), que a pesar de que su nombre no le ayuda, parece que va a hacer mucho por el sufrido mercado de trabajo en nuestro país. Como casi todo lo que no se explica con anticipación, la mayoría de analistas se fue por la ruta corta de magnificar sólo el mayor desempleo.
Bueno, no hay nada de extraño en el resultado, si consideramos que para esta nueva encuesta algunos que anteriormente la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), consideraba ocupados, ahora la ENOE no los incluye. Antes de que se especule una especie de complot contra el presidente que tanto presume los logros de su administración en materia de empleo, debemos señalar que el cambio es simplemente para facilitar la comparación internacional. Para quienes tenemos la fortuna de salir a dar conferencias sobre México, era realmente difícil explicarle al auditorio por qué en Estados Unidos la economía más flexible, con mayor inversión y productividad, la tasa de desempleo era de cinco por ciento y en México, sin flexibilidad en sus mercados de factores, con leyes obsoletas y nulo respeto al Estado de Derecho, la tasa de desocupación era sólo de 2.5 por ciento.
El lector aguzado ya se percató seguramente que no estamos hablando de la misma variable, diferencia a la que también ya nos hemos referido antes y que si alguien quisiera aclarar puede consultar la metodología en el portal del INEGI. Los resultados de la ENOE son aplastantes: de 95.6 por ciento de la población en edad de trabajar que está ocupada, poco más de 75 por ciento, esto es, tres de cada cuatro personas que trabajan estudiaron sólo hasta secundaria.
Los trabajadores asalariados representan 64 por ciento, mientras que entre trabajadores por cuenta propia y los que laboran sin pago tenemos 31 por ciento del total; esto es, casi uno de cada tres es su propio patrón, que se niega a sí mismo a pagar impuestos, cuotas de seguridad social, a darse contrato y mucho menos las prestaciones que establece la flamante LFT.
¿Es competitiva la mano de obra? Mirando al otro lado de la moneda, observamos con sorpresa que la desocupación se concentra en casi 65 por ciento en las personas con secundaria completa y más; esto es, dos de cada tres personas que decidieron invertir en capital humano no tienen trabajo.
En el capítulo de los subocupados, aquellos que desempeñan una actividad para la que están sobrecapacitados, tenemos casi un empate técnico, ya que 50 por ciento estudió hasta la primaria y 50 por ciento completó la secundaria o más. ¿Es competitivo el mercado? Cada uno de estos resultados tiene implicaciones muy importantes. Por un lado señala el reto de las autoridades laborales para elevar la calidad del empleo. Esto es algo así como un mensaje oculto a los detractores del presidente: ya no se ocupen tanto por la cantidad, sino por la calidad.
Por el lado del desempleo y el subempleo, el reto es de las autoridades educativas y las empresas, incluyendo a quienes andan promoviendo la ilusión de los empleos en la construcción, ya que urge elevar las capacidades de la mano de obra para poder acceder a mejores empleos. Existe en el país un elevado número de personas sin instrucción y sin posibilidades de insertarse en el sector moderno de la economía.
Ellos necesitan una política laboral. Luego tenemos un elevado porcentaje de licenciados que no saben hacer nada, que se ocupan de taxistas, porque consideran denigrante ser mesero o mensajero en las empresas. Éstos representan otro reto.
Finalmente tenemos a los que ya trabajan, pero cuya productividad es tan baja que hace que su salario lo consideren un insulto, que requiere otro tipo de política. Lo importante es que ya destapamos el niño, ahora a ver qué hacemos con él.