Benjamín Domínguez exhibirá su obra en La Laguna.
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- La fastuosidad del estilo barroco, enmarcado en escenarios mágicos e imaginarios, con un tinte de contemporaneidad, es una constante en la obra de Benjamín Domínguez.
Así como el pintor originario de Jiménez, Chihuahua ha llevado su obra a escenarios como el Polyforum Cultural Siqueiros, el Museo de Arte Moderno y el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, traerá una colección en próximas fechas para que los laguneros conozcan su propuesta pictórica.
Un primer acercamiento a la creación plástica de Domínguez podría llevar a la afirmación de que se trata de un trabajo con elementos, objetos y figuras humanas correspondientes a la realidad. Sin embargo, una mirada más atenta permite identificar que todo esto pertenece a otro ámbito, pues la visión de este mundo peculiar lleva a establecer diferentes procedencias para todos los elementos, objetos y figuras humanas.
Dentro de las largas jornadas de trabajo en su estudio, Domínguez narra en su libro Del Siglo XX al Tercer Milenio cómo existe un momento en el cada pintor pierde la sensación de realidad y penetra al umbral del sueño. Es también, dice, un estado cercano a la pesadilla, es decir, el terror de sueño es el único momento en el que no se distingue la frontera entre lo palpable y el abismo.
?Justo ese instante es que el artista percibe cuando crea la obra, es un estado catatónico y nebuloso. Es algo muy parecido a la vigilia, cuando entramos en ese mundo mágico de formas donde los colores se transforman. Esa sensación la tenemos al menos las gentes que vivimos cerca del desierto, estamos acostumbrados a mirar esa línea entre la realidad y la fantasía. La gente que no es del desierto comienza a percibir este fenómeno cuando experimenta la vaguedad de la imagen?.
Aunque algunos críticos lo definen como un pintor tradicionalista, Benjamín Domínguez ha afirmado que en realidad reniega de las etiquetas, las vanguardias, las búsquedas y hasta de los experimentos. Sin embargo cree en el arte como el sueño que se mantiene en una línea y se renueva eternamente.
?A mí me tocó la desgracia de pertenecer a la famosa generación del ?sándwich?, es decir, los que estuvimos después de la ruptura y cuyos miembros, aparentemente no produjimos nada nuevo. Mi generación participó en el movimiento del 68 e incluso yo estuve en la cárcel de Tlaxcoaque por mi participación. Fuimos gente muy activa pero luego nos encontramos con que el movimiento de la ruptura recogía los frutos y afirmaba que sí había generado un cambio?.
Y agrega: ?con el tiempo esta aparente indefinición de mi generación se convirtió en valor. Fuimos encontrando, cambiando, estructurando los códigos heredados. Así redescubrimos una serie de elementos que combinaban la abstracción, el interiorismo y creamos un arte que finalmente nos llevó a enaltecer valores que desde el principio habíamos creado?.
Con toda esa carga emocional, Benjamín Domínguez presentará sus cuadros en el Centro de Convenciones del Hotel Camino Real el próximo siete de septiembre, a las 8:30 de la noche, en una exhibición traída por Casa de Arte.
Del pintor...
Benjamín Domínguez nació un 31 de marzo de 1942, en Jiménez, Chihuahua.
-Creció con los hijos de los gitanos y por ello, siempre tuvo la cercanía de las artes adivinatorias. Es así que la quiromancia es uno de los temas más recurrentes en su obra.
-A los 13 años se dio su primer encuentro con el cine y la pintura, cuando lo contrataron para pintar los carteles de los dos cines de su pueblo natal. En un formato grande pintó a los grandes actores de la época.
-Llegó a la Academia de San Carlos a la edad de 20 años, en un momento crítico para el arte: estaba terminando la influencia tan grande del arte mexicano y a los jóvenes les tenía azorada la llegada del arte moderno.
-Fue así que creció como artista en medio de dos movimientos antagónicos: el realismo (academicismo) y la abstracción.
-Maestros como Luis Nishizawa, Francisco Moreno Capdeyilla y Antonio Rodríguez Luna dieron forma a su vocación como artista.
-Del maestro Nishizawa aprendió a conocer la alquimia del arte, el uso de los aceites, los barnices, los bálsamos y nombres como litargirio, cinabrio, almaciga y sandaraca formaron parte de su vocabulario.
-Sus estudios concluyeron en 1969 y ese mismo año se dio su encuentro con el barroco. Al salir de la escuela entró a trabajar al Museo del Virreinato, en el área de museografía al mando de Jorge Guadarrama.
-Ahí tuvo la oportunidad de estar cerca de las telas, los brocados de seda, los marfiles, los objetos de plata y sobretodo, de los maestros del arte virreinal, de los que aprendió a comprender el largo camino que sigue la imagen barroca, que va de la espiritualidad al tormento de la penitencia, el gusto teatral de las composiciones y la rica ornamentación de los trajes. De todo esto, surgen los primeros temas con los que se dio a conocer: las monjas floridas y los bodegones.
-En 1985, pintó para el Palacio de Bellas Artes el proyecto más ambicioso de su carrera: las variaciones sobre el matrimonio Arnolfini, tomado del famosísimo cuadro pintado por Jan Van Eyck en 1434.
-Todo sucede dentro de una habitación en la que una pareja se casa. Los 20 cuadros que pintó empiezan cuando el hombre y la mujer comienzan a amarse, odiarse, a destruirse dentro de esa alcoba, en una trama obsesiva formada por la infinidad de símbolos que los rodean.
FUENTE: Elogio de la Mirada, de Benjamín Domínguez
Un artista de lo onírico
Benjamín Domínguez asegura que su experiencia como pintor le ha enseñado que los sueños son los principales generadores de imágenes, en su libro Del Siglo XX al Tercer Milenio, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Afirma que en el momento en que cada ser humano se entrega a lo onírico, deja a su alma libre para crear.
?Una vez platicando con amigos me decían: ?estás loco, pintar es tomar el pincel y abordar el tema?. Pero yo creo que soñar es la diferencia entre meterse al cuadro y su temática con una profundidad de conocimiento espiritual interior. Cuando el artista se queda en la parte real no logra penetrar suficientemente en el espíritu de la obra?.
Afirma que el proceso onírico es también ambiguo y por ello hay cuadros que se quedan en la superficie y otros completamente estructurados. El tiempo de creación se convierte asimismo en una representación, enriquecida por todo lo que se agrega a la obra. En su opinión, este proceso marca la percepción de cada artista y representa el suceso que define directamente el momento de la creación estética.