La cinta del boxedor es una de las más ovacionadas en el festival italiano.
EL PAÍS
MADRID, ESPAÑA.- Cinderella Man suscita algunos recelos previos. La historia del boxeador fracasado que obtiene una segunda oportunidad produce fatiga de antemano: la adrenalina barata de los combates, la moralina sobre el sueño americano, la mujer del púgil sufriendo en casa. Todo demasiado visto, ¿no? No. Una de las gracias del cine y del arte en general, consiste en fabricar cosas nuevas con materiales antiguos. Y Cinderella Man es, más allá de la adrenalina, la moralina y el sufrimiento, una novedad estupenda. Contiene escenas memorables, puede verse varias veces sin fatiga y enseña unas cuantas cosas sobre la dignidad humana. El filme fue presentado fuera de concurso en Venecia y mereció larguísimas ovaciones.
La historia de Jim Braddock, una de las más sensacionales que ha dado el deporte de todos los tiempos, permaneció décadas semi olvidada en los archivos, a la espera de que alguien la resucitara. Merecía, como el propio Braddock, una segunda oportunidad y Ron Howard y Russell Crowe se la han concedido.
También se han concedido a sí mismos la oportunidad de superarse. Howard y Crowe, el ?oscarizado dúo? de Una Mente Maravillosa, han renovado probablemente su abono a los premios de la Academia de Hollywood. El director contiene esta vez sus peores instintos sensibleros (apenas se perciben unos coletazos, generalmente encajados por el personaje de Renée Zellweger) y el actor hace una interpretación conmovedora por su austeridad.
En ciertos momentos, los mejores, se limita a trabajar con los ojos. La película se estrena en España el próximo viernes.
Jim Braddock no fue un gran boxeador. Fue una gran persona que boxeaba. Se le consideró un futuro aspirante al título de los grandes pesos antes del desastre bursátil de 1929; cuando llegó la Gran Depresión se rompió una mano, sufrió un accidente de coche, recibió varias palizas en el ring y perdió la licencia porque nadie quería seguir viendo sufrir a aquel pobre tipo.
Cayó en la peor pobreza, la que impide alimentar a los hijos, ganó el salario miserable de los peones portuarios y se vio obligado a pedir caridad. Ese momento en que Braddock toca fondo y recoge calderilla en el bar del Madison Square Garden constituye la escena culminante de Cinderella Man y uno de los mejores instantes cinematográficos de los últimos años.
La película evoca el dolor y las injusticias de la Gran Depresión sin encallar en explicaciones innecesarias. Groucho Marx solía decir que no hacía falta saber economía para entender lo que fue aquello: ?Las cosas van bien cuando la gente alimenta a las palomas de Central Park, las cosas van mal cuando las palomas de Central Park alimentan a la gente?. Todo claro.
En casa de los Braddock no había ni palomas callejeras. Hasta que hizo falta un tipo dispuesto a recibir una paliza, la enésima y el antiguo entrenador de Braddock (encarnado por un Paul Giamatti verdaderamente grande) le consiguió por última vez un papel de víctima. Bastaba aguantar unos asaltos ante John Griffin para saldar la deuda de los ultramarinos y cenar caliente unas cuantas noches.
Braddock ganó el combate y con él la posibilidad de disputar otro y con ese otro la posibilidad de salir de la miseria. La siguiente pelea, ante el terrorífico Max Baer, le ofreció dos opciones: o aseguraba su futuro o moría a golpes. El viejo púgil de Nueva Jersey, convertido en héroe de los desheredados, asumió el riesgo.
Lo de Cinderella Man (Hombre Cenicienta) lo inventó Damon Runyon, un periodista deportivo, porque el retorno de Jim Braddock parecía un cuento de hadas. En realidad, el apodo más conocido de Braddock era otro.
Cuando volvió a tener algo de dinero en el bolsillo, el luchador devolvió al Tesoro estadounidense los 318 dólares que había percibido, en pequeños subsidios, durante los peores meses de su vida. Desde entonces se le conoció como Gentleman Jim y con esa denominación ingresó en los anales del boxeo.
Howard, Crowe y Giamatti son, gracias a la historia de Braddock, sólidos aspirantes al Oscar.
?PRUEBA? DE ORIGINALIDAD
La sombra de la estatuilla debió planear también sobre el rodaje de Proof, un ejercicio académico sobre las matemáticas, la genialidad y la locura (otro derroche de originalidad temática) en el que Gwyneth Paltrow demuestra conocer con exactitud cuántos milímetros de sobreactuación son necesarios para abrirse camino hacia la estatuilla. El éxito de Paltrow dependerá del éxito comercial de la película, bien facturada y avalada por la presencia (sólo eso, una presencia) del gran Anthony Hopkins.
Para empezar, Proof podría proporcionarle a Gwyneth Paltrow un premio en Venecia. No se han visto hasta ahora grandes actuaciones femeninas en la Mostra y Paltrow da la talla. El contraste entre la exactitud de los números y la incertidumbre del alma suele suscitar interés y John Madden (Shakespeare Enamorado), con muchas horas de televisión a sus espaldas y unas cuantas películas de éxito en el currículo, explota con eficacia los recursos dramáticos de la trama, tejida a partir del fallecimiento de un matemático genial y demente (Hopkins) que deja en su cuarto un montón de cuadernos con fórmulas absurdas.
La hija (Paltrow), también matemática, teme haber heredado la locura. La aparición de una brillante serie de ecuaciones innovadoras en uno de los cuadernos abre la duda sobre si fue el padre o la hija quien halló la fórmula.
La segunda pieza de concurso fue Gabrielle, de Patrice Chéreau, una vaca sagrada del cine francés. El papel principal de Gabrielle corresponde a Isabelle Huppert, una gran actriz que realiza visibles esfuerzos para demostrar que es una gran actriz. Se trata de una obra técnicamente irreprochable. También es declamatoria, pomposa, teatral y pedante.
LLUVIA DE PREMIADOS EN VENECIA.
Una verdadera lluvia de estrellas premiadas con el Oscar desfila en la Muestra de Venecia para el estreno de obras conmovedoras como Proof, la historia de un genial matemático loco, protagonizada por Antony Kopkins y Gwyneth Paltrow y Cinderella Man con un Russell Crowe convertido en boxeador pobre.
-Con la ?carga? de los Oscares, como la llama la prensa italiana, el festival se llena de divos estadounidenses, tanto en la competición oficial por el León de Oro como fuera del concurso.
-Como ocurrió para el exitoso y premiado filme A Beatiful Mind, el director estadounidense Ron Howard y el actor australiano Russell Crowe se volvieron a juntar para narrar una historia verdadera, de pobreza y triunfos, de fuerza de voluntad y dolor ambientada en la década de los 20 y 30, cuando la gran depresión económica azotaba duramente la ciudad de Nueva York y el desempleo imperaba.
-La leyenda del boxeador irlandés Jim Braddock, que en la mañana cargaba bultos en el puerto para sostener a la familia y en la noche subía al ring desnutrido y agotado por unos pocos dólares, que logra llegar a ser campeón del mundo tras un histórico enfrentamiento en 15 rounds con el invencible Max Baer, es el símbolo de los valores y la historia de Estados Unidos mil veces contada en el cine.
-El ritmo narrativo, la capacidad de los actores, entre ellos Renée Zellweger en el papel de la esposa del boxeador y Paul Giamatti, como entrenador y manager, confirman la gran profesionalidad del premiado realizador, autor de 15 filmes, entre ellos Coccon, Apolo 13 y el premiado con el Oscar, A Beatiful Mind.
-Howard, que empezó a rodar un filme basado en la novela El Código Da Vinci de Dan Brown y cuya nueva película ya salió en Estados Unidos, aprovecha la vitrina de Venecia para lanzarla en el mercado europeo.
-Igualmente conmovedora, repetitiva y conocida resultó la historia del filme Proof, de John Madden, interpretado por Hopkins y Paltrow, ésta última inesperadamente ausente de la Muestra, tras la anulación el domingo de su vuelo hacia Europa por problemas técnicos.
-En concurso en la sección oficial, el filme, basado en una novela teatral galardonada con el premio Pulitzer y en la que actuó la Paltrow, propone el clásico conflicto entre genialidad y locura.
-Dos premios Oscar, como Hopkins y Paltrow, retratan con fuerza la complejidad de las relaciones familiares, los temores y reacciones ante la locura y al mismo tiempo juega con la idea y la necesidad de establecer lo que es cierto y lo que es falso.
FUENTE: Agencias