En la actualidad existen organizaciones de mujeres de todo tipo: empresarias, ejecutivas, científicas, profesionales, indígenas, artistas, deportistas, migrantes, escritoras, etc. Aunque todas tienen un fin específico, tienen también varios en común: lograr la equidad de género, tener las mismas oportunidades que el hombre y justicia para todos. Una politóloga dice que “las mujeres cargan con la mitad del cielo, pero también mantienen el universo en orden, son pegamento y aceite, ungüento y bálsamo, son raíces profundas y árboles frondosos y son factor de cambio social”.
Esa mitad de la humanidad que gana menos que los hombres a pesar de que trabaja más o por lo menos igual que ellos, aún no tiene suficiente representación política prácticamente en ningún país y, no solo eso, todavía en muchos países la denigran y maltratan en forma inhumana, padeciendo violencia en la casa y fuera de ella. Esa mitad de la humanidad que vela por la salud, el bienestar y el cuidado de la otra mitad, sin importar que ello implique sacrificar su propia salud y su propio bienestar. A diferencia de los hombres, las mujeres que trabajan fuera de casa, al salir de su trabajo van directo a casa a cuidar del hijo cuando enferma. Millones de personas están concientes del valor incalculable que representan las mujeres y también, afortunadamente, se dan cuenta de la gran necesidad de ayuda que muchas de ellas todavía requieren para lograr hacer realidad todos sus sueños y todos sus anhelos.
Por esa necesidad apremiante de ayuda, desde la década de los sesenta, muchas de ellas comenzaron a unirse formalmente en organizaciones de mujeres que trabajan para ayudar a otras mujeres. Y estas organizaciones, no solamente no han dejado de funcionar constantemente sino que además se han multiplicado en todas partes del mundo y están apareciendo nuevas, incluso en los lugares más apartados de los centros urbanos.
Las áreas en que trabajan estas organizaciones son muy variadas e innumerables, desde la atención a los problemas de salud, hasta la defensa de los derechos, económicos, laborales, sociales y también para trabajar por tener acceso a los recursos para iniciar todo tipo de proyectos, además de la muy activa participación política. De hecho, el UNIFEM, Programa de Naciones Unidas para la Mujer, se desarrollo en los años setenta como resultado de la fuerza que han tenido los grupos de mujeres. El UNIFEM se fundó en 1976 como respuesta a las demandas de las mujeres organizadas a nivel mundial, durante la Primera Conferencia sobre la Mujer que se realizó en la ciudad de México en 1975. Hoy en día, el UNIFEM está presente en más de cien países y cuenta con catorce directoras de programas regionales alrededor del mundo.
Las mujeres que prestan sus servicios para ayudar a otras mujeres afirman que el trabajar por otras mujeres les proporciona grandes satisfacciones al tomar en cuenta que de esa forma, se sienten parte de un cambio social de enormes proporciones. Edith Calderón Ayala, de la Red de Mujeres Invirtiendo en Mujeres dice que “cuando ves lo que hacen todas las mujeres, se les nota la plusvalía, todo el trabajo que ellas dan, es mucho mayor que el apoyo económico que reciben”. Por otra parte, el trabajo de estas mujeres por las demás mujeres, les permite observar muchas condiciones de desigualdad que desafortunadamente, todavía persisten. Celia Aguilar, quien trabaja como oficial de UNIFEM dice que “en un mundo inequitativo e injusto donde hay discriminación, las mujeres tenemos muchos problemas, pero son condiciones que podemos cambiar; a nosotros nos gusta ver a las mujeres como potencia o como posibilidad de cambio”.
Sofía Enríquez, conductora de un programa de radio desde hace siete años, dice que para ella es muy satisfactorio poder orientar a otras mujeres, ayudarlas a educarse “porque es cierto que cuando se educa a un hombre, se educa a una persona, pero cuando se educa a una mujer, se educa a una familia”. Elida Bautista y Marta Vázquez, dedican muchas horas y se entregan completamente, a veces exponiéndose ellas mismas, a trabajar por las mujeres que sufren violencia intrafamiliar. Lo más gratificante de sus trabajos es ver la gran solidaridad que existe en los grupos de mujeres con los que ellas trabajan y la felicidad que todas ellas reflejan en su cara cuando acuden a las sesiones de terapia.
Luz Elena Aranda, joven activista de 27 años, dice que la principal satisfacción de su trabajo es que se ha dado un fuerte impacto con las demás mujeres, “es como el efecto dominó, cuando una ficha cae, empiezan a caer las demás; trabajar por las mujeres tiene que ver con desear desde las tripas, un verdadero cambio social y la satisfacción más grande es ver en los hechos que hay mujeres que han cambiado cosas maravillosas en la sociedad”.
Para todas estas mujeres que trabajan por las demás mujeres, lo más triste es ver que, a veces, además de que los hombres no les permiten a las mujeres ser libres para que ellas decidan por sí mismas, hay mujeres que no quieren cambiar, que aunque no están satisfechas con el papel que les tocó jugar, no quieren hacer el menor esfuerzo por tener una mejor situación.
Las mujeres que apoyan a otras mujeres, han tenido éxito en todo el mundo. Son ellas quienes han hecho posible la entrada de las demás mujeres a todos los espacios a los que antes no les era permitido su arribo. Estas mujeres, obtienen resultados concretos, tangibles y duraderos.
Comarca Lagunera. Febrero, 2005.
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