Cátedra de valores, eso es lo que nos daban nuestros abuelos y nuestros padres hace más de 35 años, nos los enseñaban con el método más eficaz de todos: el ejemplo. Si antes se podía, hoy , también debería ser así. La comunicación era muy efectiva y afectiva entre padres e hijos y los medios masivos no la sustituían. Los diálogos actuales de frases cortas y frecuencia vaga, eran, en aquel entonces, sustanciosos, profundos, de contenido y numerosos. El respeto, el honor y la dignidad, se heredaban de los padres a los hijos de manera natural. Se fomentaba la lealtad, la amistad, la honestidad y el amor al trabajo así como la superación constante. El amor a la familia y la veneración a la madre eran pieza clave en la integración familiar.
Eduardo de la Garza, de Saltillo, me entregó una copia de una carta fechada ocho de Julio de 1966 y que el Lic. Arturo L. Guerra González, abogado regiomontano, envió a su hijo Arturo Guerra Roel quien se encontraba estudiando en Inglaterra. La carta refleja el amor del padre hacia su hijo y está escrita con el corazón de un hombre integro, trabajador incansable y comprometido con sus semejantes. Don Arturo L. Guerra González, participaba activamente en su comunidad y fue candidato a alcalde de Monterrey por el Partido Acción Nacional. Los conceptos vertidos en esta carta continúan teniendo validez en la actualidad como rectores de la conducta y de la actitud de los buenos mexicanos:
Mi muy querido hijo:
Desde hace seis años te iniciaste en la dura vida profesional ostentando tu titulo de ingeniero, que has sabido honrarlo y llevarlo con dignidad y espero que la lealtad, honestidad y apego a tu trabajo con que has actuado hasta hoy, los conserves toda la vida, ya que éstas virtudes dan al hombre sólido prestigio y lo hacen respetable ante la sociedad.
Jamás dejes de estar al día en todo cuanto concierne a tu profesión, pues no olvides que en la actualidad el mundo está cambiando a cada instante y aquel profesionista que no está al corriente de esos constantes cambios, queda reducido a una simple nulidad. Por tanto, jamás te canses de estudiar y de cultivarte en lo general para que seas un hombre de provecho.
En tus horas libres dedícate a tu esposa y a tus hijos. Ellos son la prolongación de tu vida y necesitan tu apoyo y consejo. No basta el suministro de los alimentos y del hogar, ellos necesitan tu calor, tu estímulo y sobre todo, tu cariño. Forma tu familia pensando en que algún día tus hijos tendrán que luchar y para ello necesitan armas y las mejores, son las armas del conocimiento, que son a manera de una herramienta que llevamos en el cerebro, que nadie puede arrebatarnos. Forma a tus hijos sanos de espíritu y sanos de cuerpo y te lo agradecerán eternamente. A tu esposa, a Lenis, considérala como lo es, tu socia e inseparable compañera y pídele su vigorosa ayuda en la ardua tarea de formar y gobernar la familia. Sé que brindándole tu cariño, como lo has hecho, tendrás en ella la más eficaz colaboradora.
Ten muy presente que en la vida, el respaldo económico es esencial y quien tiene recursos monetarios tiene acceso a todos los adelantos de la ciencia, a sentirse seguro y a disfrutar de una vejez plácida y encantadora. Esto quiere decir, que debes practicar cotidianamente el ahorro en tu propio bien y en el de tus hijos.
En cuanto a tus amigos, procura siempre conservarlos, particularmente los de tu juventud, aceptándolos como son, es decir, con sus virtudes y con sus yerros y cuando en ideas no coincidas con ellos, , sostén tus principios, pero sin ofenderlos, toda vez que vale conservar un amigo de verdad. Pon todo lo que esté de tu parte por no entrar en cantinas o centros de vicio, aun cuando algún amigo descarriado te lo pida; pero si te ves obligado a hacerlo, frena tus impulsos, y después de cumplir, retírate a la brevedad posible ya que de esos sitios, nada bueno se obtiene.
Si algún triunfo corona tus esfuerzos, que ello no sea motivo de envanecimiento, más si te flagela el fracaso, que no te descorazone y sigue siempre adelante sin temor a la derrota.
No quiero cansarte ni aburrirte, pero es menester agregar unos breves párrafos más.
Quiere a tu hermana y demás familiares, pero a tu madre, la que te dio la vida, consérvala siempre en tu corazón, levántale en él un simbólico altar, pues no debes olvidar que desde que lanzaste el primer grito de salutación a la vida, desplegó grandes sacrificios, sufrió desvelos, derramó lagrimas, sufrió con tus penas y también, gozó grandemente con tus alegrías. Ella, tu madre, además de darte la vida, te inició pacientemente en los primeros pasos, te enseño las primeras letras y te inculcó buenas costumbres y cuando ya casi eras un hombre, te estimuló en los momentos de flaqueza y te ayudó en todas formas a recibir el título que ostentas y que ahora te sirve de escudo en las bregas de la vida. Llévala en tu alma y en tu pensamiento y correspóndele con amor y veneración los muchísimos esfuerzos que realizó para verte hecho un hombre.
Por fin, en cuanto a la compañera de tu vida, a la madre de tus hijos, tenla también en tu corazón, entrégale tu cariño y dale tu apoyo. Ella es excelente esposa, pídele que ponga espíritu y corazón en los niños –en los hijos de ambos- y que sepa que los sacrificios que desarrolle en bien de ellos, vale la pena soportarlos y tu debes consiguientemente, ser considerado con ella ya que una mujer noble y fiel, todo lo merece.
Por lo que a mi toca, considérame como el mejor y más leal de tus amigos que en cualesquier momento de prueba, estará a tu lado.
Que Dios te bendiga en unión de los tuyos, que disfrutes ampliamente de tus días libres, que en tu trabajo tengas el mayor de los éxitos y –me olvidaba decirte- que a tus hijos les entregues todo tu corazón.
Un saludo y un abrazo cordial de tu padre que te ama.
Lic. Arturo L. Guerra González.
Correo electrónico:
jgonzalez2001@hotmail.com