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Contraluz / AL CIENTO POR UNO

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Ser, hacer y trascender?

A lo largo de la vida, desde sus tempranos inicios, el individuo lleva a cabo un sinfín de funciones elementales para mantener vivo y sano el ser físico. A partir de éste se va dando progresivamente el ser interno, que finalmente nos lleva a definir nuestro propio derrotero.

Los avances de la tecnología hoy en día nos permiten saber con certeza que el ser humano dentro del vientre materno ya está siendo sujeto a diversos estímulos ambientales que de una u otra manera van modelando aquello en lo que se convertirá después. En un medio confortable, cálido y suave, en el cual nada parece alterar el estado de bienestar, ese hombre en su período de formación va adquiriendo herramientas para su futuro devenir.

Luego del inevitable paso dramático que representa el nacimiento, aquel niño recién llegado toma contacto más directo con elementos de su entorno, mediante los cuales comienza a programar su mente para la adquisición de habilidades y destrezas. Determinados estímulos le resultan agradables; otros más representan aislamiento, y lo angustian. Mediante la interacción con unos y otros, ese hombre en ciernes va haciendo su propia evaluación del mundo que le rodea; sensaciones placenteras o de displacer comienzan a activar sus sentidos, y el temperamento innato va dando cabida al carácter, modo de reaccionar frente al medio externo, que habrá de acompañarle el resto de sus días.

Ser, hacer y trascender?

De alguna manera el niño va abriéndose un espacio propio en el mundo al cual recién arribó. De modos diversos, cada pequeño comienza a determinar sus gustos, inclinaciones, y modos de ser, en tanto que la sociedad ajusta su comportamiento global para dar cabida a este nuevo ser, con sus características propias. El niño continúa adquiriendo elementos para ser, en tanto comienza a desarrollar talentos propios, que le van permitiendo hacer. Emprende acciones que de alguna manera repercuten en la sociedad que lo alberga; desde sonrisas cautivadoras, hasta berrinches mayúsculos, ahora su propio comportamiento tiene la facultad de modificar el entorno que le rodea.

Conforme el tiempo pasa va pasando, el hacer se vuelve más determinante; las acciones de aquel ser van influyendo más en el medio . Sus propios modos de actuar llevan un sello muy personal, que lo hacen distinguirse del resto del grupo. Sus actos ahora, comienzan a trascender.

Posiblemente hablemos de momentos inolvidables los que experimentan unos padres cuando observan por primera vez una imagen del hijo en formación, dentro del vientre materno, a través del ultrasonido en tercera o cuarta dimensión. Es un hecho trascendente, que tiene que ver con un ser humano, pero que no es propiamente obra de éste. En cambio en el niño que va a la escuela, los hechos que provienen de su ser interno, sí comienzan a tener trascendencia propia, y tienen un potencial inconmensurable. Llegan a dar pie a grandes movimientos sociales, o políticos, o iniciativas científicas, cuyo núcleo primigenio radica en las acciones de un niño. Ejemplos por todos conocidos serían Anna Frank; Hellen Keller, o Wolfgang Amadeus Mozart; niños mediante cuya presencia y acciones, el mundo cambió para siempre.

Ser, hacer y trascender: Hechos que en ratos resultan anacrónicos en un mundo de oropel, donde las presiones del exterior nos quisieran forzar a radicar el valor del ser en el tener. Si tienes un carro del año, un cuerpo perfecto, o una cara preciosa? Si tienes un traje de marca, un cabello brillante, o un desodorante X? Si tienes la habilidad de convencer a otros, la indumentaria del artista de moda, o los millones del ejecutivo multimillonario? Estas condiciones subliminales con las que nos bombardea el medio, se contraponen en gran medida con la exhortación de trascender a través del hacer. Y hacer desde el ser interno, dentro del cual se fomenten valores reales, perdurables, éticos, encaminados al engrandecimiento de las sociedades y las naciones. Palabras que en ratos por utópicas parecieran alejadas de la realidad cotidiana de todos los días.

Ser, hacer y trascender: Vivir con la convicción profunda de que aún cuando los propios actos sean subestimados en un mundo de apariencias, a final del camino lo que cuenta es lo que se ha hecho con esfuerzo, con buena voluntad, y con perseverancia.

Es no desanimarse en esos ratos cuando los elementos externos señalan negativamente al que cultiva la bondad, y elogian al ventajoso.

Ser, hacer y trascender: Andar el camino estrecho y empinado, con la absoluta convicción de que al otro lado de la cima el esfuerzo que hoy se siembra, dará cosechas al ciento por uno.

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