Acabo de leer el artículo de Rafael Álvarez Cordero, médico y escritor, intitulado Luces y Sombras del Papado en donde enumera lo que a su juicio ha sido lo positivo y lo anacrónico del gobierno de Juan Pablo II. Una fibra altamente sensible fue tocada, y no pude menos que ponerme a escribir.
Al igual que don Rafael practico la Medicina y el gusto por escribir. De este modo comparto con mi colega la oportunidad de rozar muy de cerca la condición humana en su faceta más auténtica: La del dolor, lo que nos provee de una particular sensibilidad para sentir el pálpito de la vida, y lograr un atisbo hacia esa dimensión cósmica en la que se mueve el hombre a través del tiempo y de la historia.
En su texto enumera don Rafael uno a uno lo que a su juicio son los aspectos sombríos del papado de Juan Pablo II, incluyendo el hermetismo de la iglesia con respecto a la homosexualidad; la ordenación sacerdotal de mujeres; el rechazo al aborto, a la clonación humana y a la eutanasia, así como a ciertas prácticas para el control de la natalidad. Los engloba en una sola frase: ?El divorcio cada vez mayor entre el mundo real y la Iglesia Católica?, estableciendo, luego de su análisis clínico, un pronóstico fatal para la primera.
Si hubiese leído este mismo artículo hace un par de meses, su mal pronóstico quizás me hubiera puesto a pensar. Sin embargo las imágenes que han quedado grabadas en mi corazón para siempre, dicen todo lo contrario. Por todos los medios de comunicación fuimos testigos de la forma en que el mundo se volcó ante la partida de Juan Pablo II. Desde el momento en que se hizo el anuncio oficial de su etapa final, a lo largo y ancho del planeta comenzaron a darse manifestaciones que han convertido el funeral de nuestro Papa como el evento que más presencias ha aglutinado en la historia.
Ahora bien, como médico comparto la posición de don Rafael con respecto a la ciencia. Vivimos en un mundo saturado de sexo y violencia, un mundo que lleva al ser humano a distanciarse de otros, a no dialogar, a no compartir. Las tendencias actuales sugieren que esta vida es todo nuestro destino, y que hay que sacarle jugo, duplicarla para que no se acabe, o eliminarla cuando no se desea asumir la responsabilidad de un embarazo. Las sociedades en ratos se miran como un conjunto de egoísmos más que como una unión de voluntades, comenzando con familias en hogares que funcionan como hoteles más que como santuarios. En medio de ello el ser humano está hambriento de creer en algo o en alguien; tantas veces los personajes que cumplen esta función son cantantes o psíquicos. En este caso afortunado fue Juan Pablo II, quien con su presencia viva vino a satisfacer esa necesidad por creer, en un mundo que a ratos pareciera tambalearse.
Como don Rafael, en ratos encuentro la ciencia contrapunteada con la religión. Posiblemente para un gran grupo de población el condón es la única opción para evitar el contagio por el virus del SIDA. Sin embargo la exhortación de la iglesia para ejercer un celibato ejemplar y dignificante, que lleve al joven a guardar celosamente su plenitud en el amor para su compañera o compañero para la vida, es totalmente válida. Y pretender manejar el deseo sexual a un nivel instintivo, como el comer o dormir, es reducir la condición del individuo a un mero plano biológico.
Frente a la homosexualidad la sociedad se ha vuelto complaciente; testimonios públicos de los que se consideran ?hombres prisioneros en el cuerpo de una mujer?, o viceversa, llevan implícito que Dios se equivocó de envase, lo que atenta contra las enseñanzas de la Iglesia Católica. Una cosa es albergar tendencias homosexuales, y otra muy distinta practicar abiertamente esta modalidad, y esperar el aplauso del Papa.
Don Rafael, mi apreciable colega; Juan Pablo II es símbolo de paz, de unidad y de amor en el mundo. La Iglesia Católica ha ganado con él respeto por parte de propios y extraños; la fe de muchos se ha avivado. Baste echar una ojeada a las escenas de esta última semana, no reconocerlo sería querer tapar el sol con un dedo. Los católicos de todo el mundo nos unimos en oración para que la elección del nuevo Papa esté asistida por el Espíritu Santo, en el marco de una humanidad tan necesitada de creer en Dios.