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Contraluz / DE DOS EN DOS

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Hay ocasiones como ésta, cuando los acontecimientos de la semana no han sido suficiente inspiración para que surja un artículo periodístico. Contratiempos propios y de los seres queridos roban la tranquilidad; supuestos amigos dan la espalda, y en el centro de trabajo termino la semana con la sensación de haber sido burlada por quienes imponen los compadrazgos por encima del derecho de cada cual.

En ocasiones como éstas la inspiración simplemente no se aviva; yace aletargada en alguna de las cuatro esquinas del pensamiento, negándose a levantar cabeza, como haría una avecilla maltratada por los fuertes vientos contra los que vanamente intentó volar. Tomo alguno de mis libros favoritos, y quisiera pedir prestadas a los grandes un par de líneas, para comenzar describiendo ficciones con tal hermosura, que parezcan realidades asequibles... Es entonces cuando decido salir del propio entorno e irme más allá, a realidades que no son propias, pero que de alguna manera sirven para plantearme a mí misma un panorama más alentador.

Comienzo por enumerar un par de elementos que vuelven grandioso el hecho de estar con vida. No tengo que ir muy lejos; los tengo frente a mí con la vida desbordándose más allá de sus propios límites físicos. Mis hijos constituyen el motor más fuerte para seguir adelante, aún en esos ratos cuando todo lo demás parece ponerse en contra. Me produce un gozo particular verlos mientras se preparan para emprender el viaje hacia la conquista de ellos mismos. Los miro revisar cuidadosamente la mochila de viaje; repasar la ruta, y acondicionarse para la carrera que nunca termina, ni aún cuando se alcance la cima. Siempre habrá un pico más alto que invita a seguir escalando.

Luego pienso en los amigos; mentiría si digo que son muchos, pues como los diamantes, son pocos y buenos. Probablemente no pueda frecuentarlos tan seguido como yo quisiera, pero sé que en el momento en que los necesite, allí estarán, para extender su mano franca y obsequiarme lo más valioso; su propia persona.

Sigo mirando para encontrar ahora dos elementos en el medio ambiente que me motiven. Hace un par de noches tuvimos una luna llena, extraña, cubierta con un velo blanquecino como novia casta. Una luna plena, rebosante, pura, a la cual podemos hablar, y contar, y recitar versos de Neruda, seguros de que sabrá entendernos. Miro en derredor la lluvia que no ha dejado de salpicar divertida aquí y allá, y me imagino al Dios de los cristianos jugando competencias con el imponente Tláloc de nuestros primeros padres americanos. Como si uno y otro se retaran para ver quién moja más estas tierras. Veo las arenas que ahora ya no son secas sino rebosantes y lentas en razón del agua; las miro regocijarse mientras sienten brotar aquí y acullá botones verdes de nueva vida, la que se abre paso desde su seno.

Y sigo buscando de dos en dos, nuevos elementos para cumplir mi tarea sabatina desde hace treinta años; me encuentro una pareja de chicos que se abrazan por primera vez, y me transporto mentalmente a la piel de cada uno, y hago una reverencia ante el amor que llega puntual generación tras generación, para asegurar que la raza humana siga poblando nuestro planeta. Luego miro a los ojos de un pequeño quien juega divertido con sus manos; comienza a descubrir un mundo lleno de cosas nuevas, y entro con mi imaginación en sus sentidos para sentir por un momento el placer de ir descubriendo más y más cosas en derredor: Colores; sonidos; texturas; olores; sabores...

La vida discurre en constante dialéctica, siempre entre dos elementos que parecieran contrarios, pero en verdad son complementarios. Vida y muerte; luz y sombra; día y noche; amor y desamor. De alguna manera se marcan los rumbos de los hombres entre dos contrarios, y el espíritu que vive en cada uno cierra su viaje circular cuando ha hecho el recorrido entre uno y otro punto, hasta el final.

Entonces, luego de este repaso de los elementos que van de dos en dos, comprendo que el rato que ahora paso es un trayecto hacia un panorama anímico más satisfactorio; y me río del hecho de que el tiempo pase, y las cosas no permanezcan para siempre. Sé que el planeta, y todos los elementos que sobre él son, tienen las mismas oscilaciones. Lo interesante es que de un punto, y del contrario, vaya quedando una nueva enseñanza.

Concluyo la sesión con mi mejor confidente; la hoja en la que vuelco mis tristezas grises, y veo surgir blancas mariposas. Ya puedo seguir escribiendo por otros treinta años, mientras haya vida en el cuerpo.

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