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Contraluz / DEL TSUNAMI AL AGUJERO NEGRO

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Nuestro mundo gira a un ritmo cada vez más acelerado, de manera que sin ser estrella, no dudo que algún día cobre velocidades inimaginables, y deje en su lugar un agujero negro que succione como aspiradora, el Universo que conocemos como nuestro.

Los cambios se dan en la moda, en las costumbres, en el hablar. Esto último, que particularmente me cosquillea en las circunvoluciones cerebrales, da lugar a la presente colaboración.

Con respecto a las palabras podría hablar de las obras literarias que se publican por un grupo de narradores con sangre, sudor y lágrimas, en un prolongado trabajo de parto, y al poco tiempo, como sucedió con el Niño Tsunami 81, comienzan a adjudicarse su paternidad personajes que de cierto modo apoyaron en el trabajo de parto, pero que de ninguna manera son por ello los autores...

Pero no, eso sería como querer llevar agua al río, algo en lo que no vale la pena desgastarse alegando; remitámonos al ADN, y entreguemos el niño a sus padres. Mejor hablamos de otros aspectos de las palabras que resultan todo un intríngulis interesante de descifrar. Hace unos cuantos días me tocó estar al lado de dos preparatorianos mientras compraban una revista de adultos por la inmodesta suma de cincuenta pesos. Claro, posiblemente las desnudeces de quienes pudiesen venir fotografiadas en las páginas desquitarían cincuenta o cien pesos. Podría decirse que es cuestión hormonal, pues yo no dejaría de pagar ni diez por ver en cueros al mismo Brad Pitt. La vida allá afuera está bastante difícil como para ese desperdicio económico.

¿Pero qué tiene qué ver esto con la palabra? Ahí les va, claro que sustituyendo los terminajos originales y altisonantes por sinónimos blandos, suaves y benignos que no dañen el oído ni las buenas costumbres, el diálogo entre los adolescentes:

Mira. Bovino.

¿Qué ondas Bovino?

(Ambos preparatorianos meten sus cabezas dentro del material gráfico desenfadadamente, como si revisaran las páginas de deportes de algún diario).

-Mira, está a toda progenitora.

¿Qué, Bovino?

Pos mira...

¡No mancilles, no mancilles, Bovino!

(Pausa mientras ambos desdoblan lo que parece ser una fotografía tamaño póster que viene en el medio de las páginas).

.................

(Perdón, pero la pausa se prolonga...)

¡No lactes¡ (pausa) Está con progenitora.

¡A toda progenitora!

Oye Bovino, ¿y esto qué es?

¿Qué, Bovino?

Ah, ¡híjole! ¡No mancilles, Bovino, no mancilles!

¡De veras que está con progenitora!

¡Chidísimo, con progenitora! (Haciendo un énfasis en la primera i de ?chidísimo?, para dar a entender la intención.

Reconozco humildemente que no deja de admirarme la creatividad de los jóvenes, que, como jugadores de póker, con una mano de cartas hacen maravillas en la comunicación. Variaba poco su léxico, la inflexión de sus voces, pero estaba visto que se estaban entendiendo de maravilla, mientras contemplaban extasiados aquella fotografía espectacular totalmente desplegada. Yo seguía haciéndome la ocupada entre esto y aquello tratando de captar la esencia de todo aquel intercambio de sílabas y su trascendencia.

La conclusión fue, como la del bebé Tsunami 81, que el mundo está enfilando cada vez más a convertirse en un verdadero agujero negro. Lo que falta precisar, es el tiempo estimado para que esto ocurra. Los especialistas hablan de miles de millones de años para que una estrella enana blanca se desarrolle hasta expandirse totalmente, comenzar a contraerse, y convertirse en un agujero negro. Sin embargo, con la velocidad que vienen adquiriendo los acontecimientos en torno nuestro, el lapso seguramente se acortará en mucho.

Otro aspecto que encuentro incomprensible se refiere a los barbarismos que surgen (en el lenguaje, no se piense otra cosa) , particularmente en los medios de comunicación. Ejemplos como ?promocionar?, ?derivado de promoción ?, olvidando que el origen de ?promoción? es el verbo ?promover?. O sea que estamos ante una palabra ociosa, inútil e innecesaria, pero que al parecer suena muy ?chida?, y se perpetúa.

Lo más lamentable es que este descuido en nuestra preciosa lengua no es solamente propio de adolescentes o noveles en los medios de comunicación (conste que, como todo juego de palabras, habla de noveles con v labiodental, que de ninguna manera con b de Nóbel para referirme a nuestro gran Octavio, o al inmortal Gabo, quienes se ganaron la B de Nóbel con su larga trayectoria en el mundo de las letras. Volviendo a la idea, lo lamentable es que los ?horrores ortográficos? se dan por igual en publicaciones científicas, publicidad de empresas transnacionales, y sucedáneos. Llegando al extremo irrisorio de cuando una legisladora critica a su compañero por ?cometer muchos errores ortográficos al hablar?.

Del Tsunami al Agujero Negro, no sé a usted, pero a mí ya nada de lo que suceda me sorprende.

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