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Contraluz / EL QUINTO MUNDO

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

?En el principio sólo estaban el Gran Espíritu Kitzihiata y su hijo Wiska. Wiska creó el Continente Americano, lo formó como una gran tortilla que flotaba en el vasto mar vacío. Encima de ella estaba un cielo de roca azul, y en la parte superior una chimenea. Cuando Wiska creó al mundo, una araña tejió una gran telaraña para anclar el mundo al norte, y así evitar que cayera...?.

De esta manera explica la tribu kikapú su propio origen, y habla de cómo ya existieron tres mundos previos. El actual es un cuarto, el cual tarde o temprano será sometido a una gran devastación. En forma análoga con otras creencias mágicas o religiosas, se interpreta como un cataclismo final, que bien podía compararse con el Apocalipsis de San Juan.

Hace un par de días estuvo por estas tierras fronterizas Xóchitl Gálvez, directora general de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Acudió en una primera etapa a visitar el Casino Kikapú en el Estado de Texas, y en una segunda etapa a atestiguar el arranque de obras de urbanización del Ejido El Nacimiento, en el municipio de Melchor, Múzquiz.

Lo anterior, que puede interpretarse como el cumplimiento de una agenda de trabajo, en lo particular representa un choque cultural. En el diario aparece una fotografía del Ejido El Nacimiento, la cual deja ver en segundo plano las casas típicas de la etnia kikapú, y al frente una retroexcavadora. La interpretación que me sacudió, es la forma como la labor de la retroexcavadora es, en un sentido figurado, deshacerse de los vestigios culturales que aún se habían salvaguardado en El Nacimiento.

Muy respetable la señora Xóchitl en su función pública, pero muy cuestionable su presencia en esta frontera. Venir reconocer los beneficios que ha aportado la apertura del Casino Kikapú me resulta un contrasentido que no logro asimilar. Bien pudo haber venido el secretario de Trabajo, o el de Finanzas, pero que lo haga la funcionaria encargada de preservar las culturas indígenas, me provoca un efecto algo así como vomitivo.

Desde su concepción como potencial fuente de trabajo, los especialistas en movimientos sociales pronosticaron que el Casino representaría el declive final de un largo fenómeno de aculturación del grupo kikapú. A partir de su reconocimiento como parte de nuestra república en el año de 1869, la tribu contó con características muy singulares, en particular la doble nacionalidad, y el libre paso de sus miembros de México a los Estados Unidos, hasta hace unos pocos años, cuando se les exigió la tarjeta verde.

La permanencia del conjunto habitacional en el Ejido El Nacimiento, de alguna manera aseguraba que el fenómeno de aculturación mantuviera un ritmo lento. Hasta hace veinte años se mantuvo un conjunto de viviendas de paso en la ribera del Bravo, por debajo del Puente Internacional (ahora Puente Uno), entre Piedras Negras y el vecino Eagle Pass. Su objetivo era simple; brindar techo por una noche a los kikapúes que viajaban de Múzquiz con rumbo al interior de los Estados Unidos, durante la época de migración laboral.

De alguna manera aquel conjunto de casuchas se consideró que afeaba el aspecto de la ciudad, por lo que las autoridades norteamericanas ofrecieron a la tribu terrenos en el sector de La Rosita Valley, desplazando las viviendas de paso a aquella zona, que luego se convirtió en colonia permanente. Muchos de los indígenas fueron convencidos para vender sus predios de El Nacimiento, lo que los situó en forma definitiva en suelo norteamericano, precisamente donde hoy se erige el Casino Kikapú.

Es una verdad innegable que este giro de trabajo ha representado un importante crecimiento económico para las familias de kikapúes, pero en lo personal me parece que a un costo muy alto. Lengua, religión, y la unidad familiar como tal, han sido inmoladas en aras del beneficio económico, por lo que las tradiciones, fundamentalmente orales, terminan por perecer. A los indios jóvenes les resulta cada vez menos atractivo acudir a El Nacimiento, más allá de las festividades importantes. Se incorporan al sistema norteamericano, y dejan atrás una cultura centenaria, le dicen adiós al cuarto mundo, y ven surgir un quinto en el cual la memoria de padres y abuelos se ha convertido en polvo.

Muere el eterno retorno que los había caracterizado, Kitzihiata y Wiska lloran sobre las tierras que ya no acunan a sus hijos; para nosotros llueve como nunca había llovido, para ellos hay luto.

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