La Semana Mayor es oportunidad para la convivencia familiar; la mentalidad del mexicano así lo determina por encima de todas las cosas. Casi en forma paralela se da el seguimiento de los ritos de la religión católica que van desde la fe íntima y discreta, sin mayores aspavientos, hasta las grandes manifestaciones de flagelación pública, estilo Iztapalapa en el Estado de México, o el pueblo guerrerense de Taxco.
Sin embargo lo que nos trae ahora, es el hecho de que México se ha convertido en uno de los principales puntos vacacionales para los norteamericanos durante su receso primaveral. Año con año se ve la forma en que prácticamente invaden cuanto sitio turístico hay en nuestro territorio, y vienen a emprender conductas que en su propia tierra no llevarían a cabo. En años pasados hemos sabido de desmanes de muy variada índole; este año, sin embargo, se ha puesto de moda el uso de los llamados ?collares mágicos?, cuyo origen se remonta al carnaval de Nueva Orleáns en el estado norteamericano de Louisiana, en el contexto del desfile Mardi Gras, durante el cual los enfiestados hacen intercambio de collares por alguna demostración óptica de sexo, muy propio de aquellas tierras con gran influencia afroantillana. Recordando que el origen del Carnaval en las grandes haciendas tabacaleras y algodoneras a las riberas del Mississipi, era el permiso anual que concedían los amos a sus esclavos para excesos de toda índole, en los días previos al inicio de la Cuaresma.
Sin embargo las cosas se desvirtúan, y lo que se ha visto durante esta temporada en las playas del Pacífico y del Golfo son burdas exhibiciones nudistas, a cambio de collares que nada tienen que ver con los originales de Nueva Orleáns. Es deprimente concluir, a través de estas escenas de vil trueque, que las mujeres que ofrecen desnudarse por un collar de bisutería, no se tengan en mayor estima como seres humanos, y que provocar excitación sexual por diez pesos sea, por lo visto, lo mejor que saben hacer en sus vacaciones.
Continuando con estos fenómenos sociales de primavera: Un aspecto preocupante es el uso de niños para la venta a granel de cocaína. Hace unas cuantas noches Televisión Azteca transmitía las tomas que una cámara oculta llevó a cabo en la ciudad de Aguascalientes, en donde unos chiquillos no mayores de once años son abordados por un supuesto cliente, y ?sueltan toda la sopa? con respecto a la mercancía ilegal que tienen a la venta. Ciertamente sus rostros no son revelados por la cámara, pero su voz, su vestimenta, y el sitio desde donde fueron televisados, queda muy claro. Mi primera inquietud al respecto fue saber si amanecieron vivos a la mañana siguiente, o si fueron ejecutados por los capos de la droga dado su ingenuo proceder con la información que dieron ante las cámaras. Me pregunto si tomará cartas en el asunto la Procuraduría de la Defensa del Menor en contra de la televisora por poner en riesgo a menores de edad, al someterlos a un riesgo de muerte al ser televisados de esta forma, igualito que se fincarían cargos a quienes les proporcionan la droga para su venta. ¿O no es lo mismo uno que otro??
Carlos Fuentes en su célebre obra Gringo Viejo dice una gran verdad, al referirse a México como uno de los países que constituyen el patio trasero de los Estados Unidos. Lo que queda ampliamente ilustrado con este asunto de los ?springbreakers?, y el cimbramiento social que provocan en los puntos turísticos de México. Ya se mencionaba en días pasados, durante la reunión trinacional Canadá-Estados Unidos-México, en la ciudad tejana de Waco, que tal parece que los vecinos del país norteamericano nos hemos echado a cuestas la tarea de actuar como filtro para evitar la entrada de droga a los Estados Unidos, cuando la misma obedece a la demanda que el mercado negro tiene en el interior de aquel país. Va siendo hora de trabajar todos; los unos para mejorar las fuentes de trabajo y así desalentar la industrialización de estupefacientes, y ¿por qué no?, seguir actuando mediante retenes militarizados que revisen los vehículos antes de cruzar al vecino país del norte. Pero de igual modo deben de ir los otros, en este caso los Estados Unidos sobre sus propios consumidores, para combatir las condiciones socioeconómicas que han derivado en un hastío emocional de sus ciudadanos, y la consecuente incursión en el mundo de las drogas, o el desnudismo de a dólar que se dio en estas vacaciones.