Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz / MÁS ALLÁ DEL PUNTO COM

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Hace un par de noches acudí como parte del grupo literario Tetelezco de Piedras Negras, ante la comunidad tecnológica de Ciudad Acuña, a presentar la obra colectiva que publicamos. En lo particular hallarme ante un auditorio compuesto casi en su totalidad por jóvenes, me revitaliza.

El tema obligado durante la velada fue la palabra escrita. Luego de haber hablado cada uno de nosotros acerca de lo que escribimos, o de la razón por la cual lo hicimos, surgieron inquietudes, comentarios a favor o en contra de los escritos, y algún joven se aproximó exteriorizando su deseo por escribir un libro... Se percibía en su mirada la ilusión por llegar a publicar, como el alpinista que ve frente a sí el monte más alto, y desde ahora saborea aquella sensación de conquistar la meta.

En mi caso particular el viaje a Acuña coincidió con una semana en la que me zambullí repetidamente entre pilas de cartas y escritos que de alguna manera se han venido acumulando en mi entorno. En el proceso de depuración, hube de releer muchas de las misivas, y por momentos me remonté a tiempos y espacios lejanos, que a través del papel volvieron a hacerse presentes. Tuve frente a mí la figura de mi padre, ahora ausente, en esos últimos años de su vida cuando descubrió que las matemáticas y la poesía no estaban peleadas, sino todo lo contrario. De alguna manera se semejan, son simétricas, y se reflejan la una en la otra. Asimismo vinieron a mí antiguas sensaciones que creía olvidadas; episodios importantes de años pasados, momentos de tristeza por la partida de personas cercanas... Y en ese releer mi propia historia en el papel, lamenté que en los tiempos actuales no se den con tanta facilidad los espacios para escribir, particularmente el género epistolar.

En ese estado de ánimo, y frente a la comunidad de jóvenes que acudieron a la velada, no me cansé de insistirles en que se den la oportunidad de escribir, y que no subestimen cada fragmento, cada pensamiento, cada emoción volcada en palabras. Les recordaba los pasajes citados por García Márquez en su obra: Extraños Peregrinos: Doce Cuentos, en donde el Premio Nobel muestra con singular sentido del humor la forma en que llegó a publicar esos doce cuentos, recogiendo de cestos de la basura borradores que en algún momento había desechado y luego recuperó, hasta conformar el libro de cuentos en el cual encontramos retazos de su propia vida hilvanados por el firme hilo de la palabra escrita.

Probablemente no muchos hallen atractivo el oficio de escribir para otros, o pensar en publicar una obra. La exhortación profunda que llevan estas líneas es a retomar el género epistolar y escribir cartas a nuestros seres queridos, permitiendo que se vuelque en el papel sin tapujos, un poco de la propia persona. Las comunicaciones actuales son expeditas, electrónicas, de desecho. No podríamos ponernos a guardar mensajes de texto en nuestro teléfono celular; no alcanzaríamos a tener espacio libre en la computadora para archivar los correos electrónicos que recibimos. Los mensajes tienden a volverse originales, adornados, pero mucho muy impersonales. La actual moda de chatear permite que una persona se reinvente a sí misma de mil modos, frente a mil interlocutores distintos, y se perfecciona el arte del camuflaje camaleónico. Las emociones reales se ocultan, se disfrazan, pero sobre todo se subestiman. Esa intimidad de quien escribe a otro, no se alcanza mediante los actuales medios de comunicación. Se van perdiendo espacios, momentos, emociones y sentimientos... hacen una onda expansiva al infinito, que finalmente llega a ser tan amplia que no podemos conservarla como propia.

La palabra escrita: Esa poderosa herramienta que igual ha erigido imperios como los ha derrocado. Esa deliciosa forma de dialogar con el papel ?real o virtual- y comenzar a poner orden en nuestros pensamientos y en nuestra alma. La palabra escrita, saeta capaz de inflamar corazones de los enamorados; arma dolorosa que asimismo llega a destruir espacios hermosos entre dos personas.

No conozco que exista un día dedicado específicamente a la palabra escrita, y ya que somos muy dados a las conmemoraciones justificadas plena o medianamente, y hasta ociosas, valdría la pena incluir en la agenda de nuestras vidas, más que un día, un momento diario para escribir, una o dos líneas; una carta, una reflexión. Sería una forma de contrarrestar las inquietantes palabras públicas que hablan de destrucción, guerra y muerte. Sería un bálsamo para el espíritu, un punto desde donde comenzar a seguir un derrotero que nos lleve con bien al puerto extraviado entre la densa bruma.

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 131338

elsiglo.mx