Octubre de 2005: mes que será recordado de distintas maneras en nuestro territorio nacional. El dolor de nuestros hermanos en el sureste nos toca en el alma a todos, y de alguna manera, cada cual en la medida de sus posibilidades, nos hemos ido solidarizando con ellos. Por su parte, Coahuila, poseedora de la frontera más blanca del norte del país, recordará este mes con una mezcla de nostalgia y satisfacción. Termina la administración de Enrique Martínez y Martínez con su sexto informe, que da cuenta de un periodo de tiempo en donde el estado tuvo grandes avances, destacando muy en particular el renglón de infraestructura urbana y vial. En Piedras Negras el informe se llevó a cabo en el marco de la inauguración de la Plaza de las Culturas, explanada que viene a dar particular realce a las inmediaciones del Puente Internacional número II.
En mi personal punto de vista, al fin regionalista, cuando inició el anteproyecto de esta plaza, me pareció poco apropiado dedicarla a culturas mesoamericanas y no a las de Aridoamérica.
Si se hubiera levantado un censo de opinión, y hubieran solicitado la mía, yo me habría inclinado por referirnos a las culturas de la región, llámense los irritilas, los tlaxcaltecas, o los kikapúes. Pero ya viendo la obra terminada, me atrevo a interpretar la intención de sus diseñadores, y recorrerla en compañía de mi familia provoca una sensación agradable al espíritu. Por acá una réplica a escala de la Pirámide del Sol, que habla al extranjero de nuestros inicios. Más allá el modelo de Chichén Itzá, que nos recuerda la sabiduría de los mayas, y en un tercer término el resto de las culturas de Mesoamérica. En los distintos paseos que tiene la plaza, están distribuidas réplicas de figurillas y portaestandartes mexicas, una cabeza olmeca que nos hace recordar las originales de la Venta, Tabasco, y sólo hay que lamentar que no se haya incluido Paquimé, en el Estado de Chihuahua, que es en sí la única zona arqueológica de la mitad norte del país, como tampoco se haya dado realce a las pinturas rupestres que tenemos en el propio Estado, particularmente en la zona de General Cepeda.
Existe una sala de exposiciones y un observatorio, y lo que más llama la atención de los paseantes e incluso quienes transitan en sus vehículos hacia el vecino país, una fuente bailarina, como aquéllas que manejaba en sus conciertos el célebre Liberace. Mediante un programa computarizado que se corre en una cabina especial, la fuente va modificando la forma y la intensidad de sus chorros, y va cambiando de colores, al son de la música que marca su ritmo.
La particular sensación que se percibe en la piel es agradable; de alguna manera se enlazan memorias o estados de ánimo, y me hizo recordar los jardines de la blanca Mérida, o la Plaza del Sol en Guadalajara. No podemos negarlo, es una digna entrada para quien nos visita del norte, y constituye un patrimonio para todos los mexicanos.
Ahora viene lo difícil del asunto: que tomemos conciencia de ello, y que cada cual haga lo que le corresponde por mantenerla bonita y funcional. Ya comienzan a verse algunos intentos por infringir la ley y el orden; se habla de algunos individuos que opacaron la inauguración cuando fueron a hacer sus necesidades. Se observan los empeños de algunos pequeños por meterse dentro de la fuente, y los adolescentes ya estrenaron uno de los cuatro lados de la pirámide mayor para deslizarse como si fuera resbaladilla. No se diga de papeles, envases plásticos, vasos y similares, que en un solo rato afean el trabajo de los encargados de la limpieza.
Lo que vamos a hacer a la plaza, o lo que atentamos en su contra, no es más que el resultado de lo que llevamos en el corazón. En la medida en que eduquemos a nuestros hijos para amar y respetar lo que es de todos, comenzando por el hogar, y por ende el medio ambiente, tendremos oportunidad de disfrutar lo que nos rodea. En la medida en que dentro del corazón de nuestros hijos exista el resentimiento, la necesidad de agredir, dañar o desacreditar el trabajo de otros, en esa misma medida estaremos sumidos en un ambiente poco agradable para vivir.
Ya comenzaron a organizarse visitas de grupos escolares a la explanada; invitamos a los maestros a incluir lecciones de civismo junto con las de historia, que ayuden a nuestros niños a entender que, si no cuidamos lo que tenemos, viviremos afectados por las consecuencias de nuestro descuido.
Larga vida a la Plaza de las Culturas: en nosotros está lograrla.