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Contraluz / ¿Qué es vivir?

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Vivo, lo sé. He sentido el latido de mi corazón por mucho tiempo, pero en este inicio de año por un momento me detengo y me pregunto qué es en verdad vivir.

Los primeros meses de mi existencia en aquel universo materno único, donde comencé a formarme, hoy los visualizo como una nebulosa, a la manera como los polvos siderales van danzando siempre en círculo para ir solidificándose, hasta conformar un planeta.

A partir del primer asomo de vida en mi cuerpo húmedo y momentáneamente lánguido, del color de las ciénagas, comienzo a contar lo que son poco menos de cinco décadas a la fecha. En un solo instante la delgada piel del que acaba de llegar asume un color de vida, conforme el oxígeno comienza a expandir sus pulmones hasta ahora colapsados. El corazón que momentáneamente pausó su tum-tum, ahora reinicia con especial vigor lo que será un sinnúmero de latidos a lo largo de meses, años o hasta siglos, para significar que hay vida en ese cuerpo.

Ahora bien, a estas alturas de más de media vida, yo me pregunto qué es vivir. Acude a mi mente una infinidad de respuestas; todas y ninguna me dejan satisfecha, así que acudiré a la confidente más mía, la hoja, ahora electrónica y no totalmente blanca, sino color ostión, abriéndose espacio entre un recuadro azul colorido con un montón de signos que invitan a explorar las posibilidades en cuanto a formato, tamaño y tipo de letra. Sin embargo en esencia viene siendo la misma blanca cuartilla, aquélla que torpemente golpeteaba con fruición hace treinta años, cuando me propuse a toda costa publicar un artículo periodístico.

Entonces: ¿Qué es vivir? Vivir es hacer un alto en nuestra marcha tantas veces automatizada, inhalar profundamente y sentir cómo corre la sangre por todos los rincones, en una veloz carrera, para mantenernos en este planeta.

Vivir es la eterna dialéctica entre pensamiento y materia; entre el ser físico y la inspiración divina que nos impulsa a trascender más allá de la frontera de la muerte.

Es comer, dormir, cumplir todas y cada una de las funciones elementales que demanda nuestro cuerpo. Pero es a la vez pensar, discriminar, decidir y elegir. Unas y otras funciones se conjuntan en el centro de la existencia humana, brindando a cada cual la oportunidad de expandir sus horizontes hasta donde la voluntad le lleve.

Vivir es amar; soñar; llorar y reír. Es zambullirse tanto en el placer como en el dolor, y agotarlo sorbo a sorbo, para luego volver a emprender la marcha.

Vivir es contar las bendiciones de cada día, y reconocer lo afortunados que somos por hallarnos simplemente con vida. Si hay salud, afecto y fortaleza para emprender nuevas cosas, nuestras bendiciones se multiplican.

Vivir es asumir las limitaciones, y los dolores, y los malos ratos, como parte del hecho de navegar la marea y contramarea, de igual modo como hay montes y valles, cielo y mar.

?Es la oportunidad para experimentar los caminos que se extienden frente a nuestros pies; es saber aplicar el entendimiento para elegir la mejor opción, y es la voluntad para andar el camino empinado sin cejar, siempre con el propósito en la mente de alcanzar la cima.

Vivir es saber disfrutar asimismo del reposo, del sano esparcimiento. Es darse el tiempo para observar aquello que nos rodea, para cantar y para acariciar la mullida alfombra que forma la yerbecilla a la vera del camino.

Vivir es no perder la mira de nuestro fin último, pero darnos la oportunidad de gozar el camino. Es recordar que el disfrute está en el largo trayecto, y no solamente en el logro de la meta final.

Nos hemos encontrado personas que han sabido ser plenamente felices con pocas posesiones; por otra parte hemos rozado a quienes han sido hondamente desgraciados, a pesar de haber tenido todo.

La diferencia de percepción no está en su piel, sino más allá, en su corazón. El primero ha aprendido que todo es bendición del cielo, y agradece. El segundo ha entendido que el cielo se compra con dinero, y maldice.

Vivir es, al final del camino, morir. Hacerlo con la tranquilidad del que nada debe. Es partir sigiloso; desprenderse de los anclajes de la materia para emprender un nuevo viaje, un volver a nacer, es por un momento dejar el cuerpo frío, del color de las ciénagas, para, luego de un salto a otra dimensión, lanzar un grito fenomenal de vida, y nacer para siempre.

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