A los adultos de este tiempo nos ha tocado vivir una marcada transición entre el ritmo que llevaban las cosas cuando fuimos jóvenes, y lo que nuestros hijos viven. Ni en un libro futurista hubiéramos adivinado hace dos o tres décadas, que los jóvenes de hoy tuvieran que pasar de súbito de la infancia a la adultez, sin transiciones. Los nuestros fueron tiempos cuando las cosas se iban dando a un ritmo de vals, como las quinceañeras de vestidos esponjados color de rosa, entrando al salón al ritmo de la marcha triunfante que daba cuenta de la entrada de la chica a la sociedad.
Los de hoy son tiempos de altas velocidades, al ritmo de Matrix o X-Men, películas que en lo personal provocaron un buen rato de vértigo. Se borran los límites etáreos, geográficos y demás, y prácticamente todo es para todos; así que habría que preguntarnos si el joven está preparado para hacer la mejor elección.
Para ilustrarlo veamos algunos ejemplos: Las carteleras de cine actuales vienen sin clasificación, de manera que los chicos entran a cualquier sala a ver cualquier película. Quizá las de contenido más ?para adultos? se ubiquen en un horario nocturno, lo que tampoco es obstáculo para los chicos que a los catorce traen el vehículo familiar hasta la medianoche.
Otro tanto sucede con los medios cibernéticos. Es altamente sorprendente el tiempo que una importante proporción de chiquillos de primaria pasa frente a la pantalla visitando páginas web pornográficas. Lo hace impunemente, a la vista de todos, como quien estuviera consultando la enciclopedia en línea. Y yo me pregunto qué concepto tendrá cada uno de estos niños de la relación de pareja, cuando lo que pasa por su mente ante la palabra ?sexo? son imágenes burdas, hasta bestiales, que nada tienen que ver con lo que corresponde a compromiso; dedicación; tolerancia y búsqueda de la dicha de la propia pareja.
Un aspecto que deriva de este bregar sin mayor orientación por un mundo adulto cuando se es demasiado joven, es no tener definidos los límites de la propia actuación al manifestar la sexualidad. Vemos a la chiquilla de quince años entregada por completo a las caricias del amigo en turno, probablemente hasta el punto del no-retorno, cuando las posibilidades de un embarazo o de una enfermedad de transmisión sexual son inminentes. Quiero suponer que ella no conoce el terreno que está pisando. Tampoco está consciente de que se va devaluando como mujer frente a una sociedad que, aunque liberal, es conservadora para ciertos rituales, como el del matrimonio.
Yo me pregunto si ella ha sido informada por parte de sus mayores con respecto a la respuesta sexual humana, y al hecho de que el placer físico va embotando la capacidad del entendimiento para frenar a tiempo. Algún adulto pudiera cuestionar un tanto horrorizado: ¿Cómo hablarle en forma tan cruda a una jovencita de trece años?... Habría simplemente que definir qué es más crudo, hablarle, o verla a los quince o dieciséis con su carrera truncada; sus ilusiones y diversiones juveniles cortadas de tajo, cargando con la responsabilidad de sacar adelante una vida humana que se generó debido a la falta de información y de vigilancia por parte de los padres.
De igual manera están nuestros jóvenes expuestos al uso de sustancias químicas, comenzando por el alcohol, hasta terminar en estimulantes que pueden provocar la muerte la primera vez que se utilizan, como es el caso del éxtasis. ¿Hasta dónde están enterados nuestros chicos de cómo cuidarse? Recuerdo el caso de un joven quien dejó por un momento su bebida, tiempo que aprovecharon los contertulios para vaciar en ella un medicamento que provocó un colapso en el joven. Lo hicieron por simple diversión, ciertamente con un grado de maldad implícita; su broma le pudo haber costado la vida al confiado amigo.
El mundo actual puede verse de dos formas: Como la oportunidad de llegar a sitios inimaginables, gracias a los avances en ciencia y tecnología, y como el riesgo de un daño grave, puesto que se camina constantemente sobre el borde de la navaja. Hay violencia; desorientación, y fácil acceso a todo tipo de elementos, es una realidad que más nos vale reconocer. El mundo no puede ni debe dar marcha atrás, las quinceañeras esponjadas quedan en los álbumes de nuestros recuerdos. La consigna es revisar los elementos que estamos dando a nuestros hijos para introducirse en ese mundo con lo necesario para conquistarlo y hacerlo suyo.