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Contraluz / TREGUA DE PAZ

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Más que imposible es sustraernos del espíritu de la entrante Navidad. En este mundo globalizado representa una época muy particular para todos, al grado de que, como diría un líder religioso, fino amigo: ?hasta los musulmanes y los budistas celebran la paz de la Navidad?.

Sin embargo esta misma globalización nos convierte en presa fácil del consumismo, y el bombardeo publicitario nos conmina a sentir que para celebrar al que vino a nacer entre las pajas de un pesebre, tenemos que comprar un modelo de marca; ir a restaurantes de alta cocina, o darnos regalos con un costo económico muy elevado. Vivir la Navidad de este modo, es habernos extraviado totalmente con respecto al sentido último de la fecha: La Paz entre los hombres.

Viene a mi mente la historia en torno a la canción Noche de Paz, la cual a la fecha está traducida a trescientos cincuenta idiomas. Su origen se remonta a un Monasterio en la austríaca ciudad de Oberndorf; se estrenó como cántico religioso en misa de medianoche, un 24 de diciembre. Se atribuye la letra al fraile Joseph Mohr, hacia 1816, y la música a Franz Gruber.

De alguna manera este canto ha representado la forma de hermanar naciones cristianas en torno a la Nochebuena, y así se logró documentar que en 1944, en el fragor de la cruenta Batalla del Bombeo, durante la Segunda Guerra Mundial, en Bastogne, en la frontera entre Bélgica y Alemania, un grupo de soldados alemanes apostados en sus trincheras, comenzaron a cantar en coro la versión original en alemán: Stille nacht, heilige nacht..., pasaron cinco o diez minutos de un silencio eléctrico, cuando del otro lado de la línea de batalla, comenzó a oírse la versión en idioma inglés: ?Holy night, silent night..., y según testimonio directo de un veterano presente, fue la noche más tranquila de la dura Batalla del Bombeo. Ocasión de la cual deriva la tradicional tregua navideña en toda guerra.

Paradójicamente en estas mismas fechas anuncian los Estados Unidos una inversión cercana a los ocho mil millones de dólares en levantar un muro que impida el flujo de ilegales desde México. En un mundo globalizado, una iniciativa de este género, que recuerda el muro de Berlín, rompe con la hegemonía de los pueblos.

Pero volvamos a la idea de que la Navidad es fundamentalmente una ocasión para la paz, que no deberíamos desaprovechar, dejar pasar entre risas huecas y embotamientos etílicos, para iniciar un nuevo año igual o peor que antes.

Primero habría que ver en nuestro interior, y analizar si en verdad estamos en paz con nosotros mismos, o si una parte jala para un lado, y la otra para el otro, en eterno conflicto. Entender si hemos hecho las paces con nuestros impulsos, con nuestros arrebatos, con la imagen que tenemos y proyectamos.

Luego ir a nuestro entorno inmediato, tal vez el más difícil de conciliar, puesto que la convivencia no en pocas ocasiones nos lleva a fricciones, irritabilidad, y fácil agresión. Verificar si no estamos siendo farol de la calle y oscuridad de la casa, y acostumbramos expresar el amor de la puerta hacia fuera, dejando el interior de nuestro hogar sumido en un frío emocional de muerte.

Luego habría que extender el círculo, y ver si estamos en armonía con nuestros amigos; compañeros de trabajo; vecinos, jefes y subalternos. Ser honestos al evaluar si ha habido congruencia entre lo que hacemos y decimos; entre lo que hacemos y decimos que hacemos; entre lo que dejamos de hacer, cuando es nuestra obligación hacerlo.

Y luego remontarnos a la humanidad entera, al medio ambiente. A todos aquéllos con quienes hay pocas coincidencias, pero que de alguna manera resultan afectados por mis actos. Medir si he fomentado la paz a través del cuidado de la naturaleza, de la preservación del medio ambiente; de mi trato hacia quienes no comparten conmigo ideas, creencias o convicciones. Checar si he sido misericordioso en mis percepciones, en mis comentarios; en mis juicios. O si he juzgado a la ligera, irresponsablemente, hasta con cierto grado de malicia.

Y luego de tener en las manos mis errores, omisiones y faltas, tomarlas como un montón de varas secas, y exponerlas a las aguas buenas de la paz, para convertirlas, cada una, en tierna espiga que cobije al Niño Dios que hoy nace por igual para todos, y anida en el corazón de todo aquél que le sepa recibir como haría un niño, incondicionalmente.

maqueo33@yahoo.com.mx

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