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Crítica de cine/ La Gran Seducción

Max Rivera II

El Siglo de Torreón

TORREÓN, COAH.- Es posible que los pueblos chicos estén más cerca de la utopía que del infierno grande. Hacen falta una serie de condiciones: buena voluntad entre los habitantes; la ausencia de cacicazgos; el relajamiento del espíritu competitivo; alcohol; un ejercicio sano de la sexualidad y sobretodo trabajo. Pero trabajo sencillo, que sea posible realizar casi distraído.

Le parecerán condiciones difíciles si está pervertido por la ciudad, pero busque en su interior y descubrirá que la vida sencilla lo llama. Con fuerza en algunas etapas de su vida, soterradamente en otras, más siempre ahí, ofreciéndole lo mejor que le ofrece la muerte: el descanso. La tranquilidad de vivir sin simulaciones, rodeado de gente que le conoce tan bien como le conoce Dios.

Así era la vida en la comunidad pesquera de St. Marie-La Mauderne, minúsculo caserío canadiense donde se desarrolla La Gran Seducción. Pero la pesca se agotó, y los otros orgullosos pobladores se quedaron haciendo la fila mensual por el cheque del seguro del desempleo. La caridad estatal hiere el orgullo de los pescadores, y reciben con vergüenza el papelito que sus socios comerciales de México agarraríamos dando brincos de alegría.

El alcalde del pueblo, antes de renunciar y largarse a trabajar de policía en la ciudad, comunica a la asamblea que existe la posibilidad de que una fábrica se instale en St. Marie, siempre y cuando la comunidad cuente con un médico residente. Suena sencillo, pero en el lugar jamás ha habido un doctor, y resulta imposible encontrar a uno que le atraiga la perspectiva de vivir con la magra consulta de ciento veinte habitantes.

Entonces, por obra de la casualidad, un cirujano plástico es obligado a pasar un mes en el poblado. En St. Marie se enteran con antelación, y preparan el pueblo para que todo sea del agrado del médico. Están dispuestos a llevar su seducción hasta la exageración, empezando por crear una liga de cricket, deporte incomprensible al que el joven doctor es aficionado.

Una vez que arriba el médico, y gracias a una primitiva intervención telefónica, los pobladores se van enterando de la historia y gustos del recién llegado, y en perfecta coordinación montan escenarios y situaciones que convenzan al cirujano de haber caído en el lugar de sus sueños. El proceso no está exento de cierta crueldad, pues se trata de un engaño, pero el humor y buen corazón de la cinta lo hace muy divertido y hasta tierno.

La Gran Seducción es el debut como director de Jean-François Pouliot. Aunque el tono de la cinta por momentos se acerca peligrosamente al de la farsa teatral, logra finalmente imponerse una simpatía auténtica por los habitantes del pueblito y su situación. La trama hace recordar a muchas otras cintas, como Dr. Hollywood, Waking Ned Devine, y sobretodo The Truman Show, pero sin la amargura ni el cinismo de esta última. Otra referencia importante viene con la respuesta a la pregunta ¿quién engañó al doctor? Fuente Ovejuna siempre nos recuerda cuando es vencido un pueblo unido.

Déjese enredar por La Gran Seducción, una comedia refrescante en este verano de explosiones y superpoderes. Escuche el llamado que le hace la vida sencilla y descubrirá lo que ya sabe, que sólo en una comunidad pequeña se puede vivir feliz, como Dios manda, alejado del infierno grande, del bullicio y de la falsa sociedad.

Eso sí, el único defecto de St. Marie-La Mauderne es que no tiene cine.

Director: Jean-François Pouliot.

Guión: Ken Scott.

Productores: Réal Bossé y Luc Vandal.

Música: Jean-Marie Benoît.

Actores: Raymond Bouchard, Dominic Michon-Dagenais, Guy-Daniel Tremblay, Nadia Drouin, Rita Lafontaine, Roc LaFortune, Réal Bossé.

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