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¿Crítica? o criticismo al gobierno

En los más de cinco años de ejercicio del Gobierno presidido por Vicente Fox ha sido objeto de continuas críticas vertidas por muy diversos individuos e instituciones conformadoras de la opinión pública nacional, convirtiéndose en ocasiones en auténtico criticismo descarnado, subjetivista y destructivo.

No podemos denostar aquellas críticas totalmente razonadas y razonables que inciden en presentar al público tantos desaciertos, errores crasos u omisiones llevadas a cabo por el actual Gobierno, ello es parte del auténtico ejercicio democrático, en el cual la cosa pública tiene que ser supervisada por los medios de comunicación y por los profesionales del periodismo con todo el rigor con el que el bien común de toda la sociedad lo reclama.

Lo que resulta condenable son las apreciaciones subjetivistas y en ocasiones hasta neuróticas de críticos profesionales que desde una atalaya teórica, plena de soberbia y frases ingeniosas, elocuentes y demoledoras aunque no planteen ningún tipo de investigación seria o de idea constructiva o positiva respecto de lo que pudiera o debiera hacerse para enmendar aquello que se está criticando, lanzan denuestos como lo pudieran hacer esos críticos taurinos, quienes sin haberse bajado nunca al ruedo y sentir lo que el torero siente al estar frente un astado sin más defensa que un pedazo de tela, especulan teóricamente acerca de la clase de faena que se le debiera haber hecho a ese toro: por supuesto desde una cómoda barrera y viendo todo “a toro pasado”.

Mucho de lo hecho o dejado de hacer por el presidente Fox y su equipo de trabajo es por supuesto digno de las más duras críticas y consideraciones, puesto que ni él es personaje perfecto, ni muchos de los resultados son para estar satisfechos o siquiera contentos.

Pero tampoco se debe caer en esa otra posición de condenar todo; en virtud por una parte de que también han habido logros por demás interesantes de reseñar en el terreno por ejemplo de la estabilidad macroeconómica o la dotación de vivienda y del seguro popular que muchas veces este espíritu criticista plano, ni siquiera ha considerado, en esa labor de simple demolición que emprende de atacar todo y de todo, simplemente por tratarse de un régimen surgido de partido político distinto al que quizá ellos son afectos, o por no haber entendido el sentido que plantea el clima de aperturismo informativo, existente en la actualidad, el cual por cierto no lo hubo en tiempos pretéritos.

Ese criticismo superficial que sólo destruye pero no propone nada, ese criticismo fácil de palabras rotundas pero de nulo o poco planteamiento reflexivo sobre causas y consecuencias de acciones gubernamentales; ese criticismo neurótico del todo está mal simple y sencillamente porque está mal, ya ha mostrado en otras etapas de la vida política de nuestro país en que se ha dado, las funestas consecuencias históricas que desencadenó. Hay que ejercer la crítica, pero ésta tiene que ser inteligente, informada, razonada y razonable, si no se convierte en dinamita que logra demoler grandes obras, sin que ello signifique necesariamente la construcción de algo sobre esas ruinas.

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