La Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, una avejentada agrupación sindical que ya no da mucho de qué hablar debido a su anquilosamiento, fue protagonista de informaciones relevantes el viernes pasado. Por un lado, su dirigente oaxaqueño, el diputado local priista David Aguilar Robles, encabezó una tropa de golpeadores que impidió la salida del diario Noticias, en una aparente acción reivindicatoria de derechos laborales. Y en la ciudad de México, la CROC sufrió una fractura que acaso la deje en el estado agónico que padece su dirigente principal, Alberto Juárez Blancas, impedido desde hace meses para continuar al frente de esa organización que hasta ese día era la segunda de mayor importancia entre las centrales adheridas al Congreso del Trabajo.
La agresión contra el periódico oaxaqueño es un nuevo episodio, mucho más grave que los anteriores, del conflicto entre los propietarios y trabajadores de ese diario y el Gobierno de Oaxaca. Cuando lo encabezaba todavía José Murat, en noviembre pasado, una turba que pretendía hacer valer derechos agrarios, ocupó sin base legal ninguna la bodega de Noticias, ante la complacencia de las autoridades, que no se modificó ni siquiera ante el hecho de que una persona fuera asesinada, de entre los invasores.
El nuevo gobernador, Ulises Ruiz, hizo suya la inquina de su legador y en vez de propiciar la disminución de las tensiones, auspició otro ataque por un nuevo flanco. El primero de marzo la empresa editora fue emplazada a huelga, sin la voluntad de los trabajadores, por un sindicato espurio (del que no forma parte el personal del diario) afiliado a la federación croquista oaxaqueña. Sus exageradas demandas hicieron evidente su carácter provocador.
Los trabajadores auténticos formaron una coalición que buscó apersonarse ante la autoridad laboral a fin de que se admitiera su representatividad. Aunque la Junta de Conciliación y Arbitraje se ha negado a reconocer su personalidad, en negociaciones con la empresa obtuvo un incremento de cinco por ciento en los salarios, cinco veces menos de la desmesurada pretensión de la CROC pero tan realista como lo son las revisiones que en general oscilan en torno a ese porcentaje.
Para evitar que prosperara la auténtica gestión del personal, en las primeras horas del viernes pasado cientos de personas encabezadas por el diputado Aguilar Robles, se presentaron ante el edificio principal del periódico para imponer una huelga de hecho. Mediante la fuerza, impidieron la entrada del personal que iniciaría sus labores y más gravemente, cancelaron la salida y dejaron dentro de las instalaciones a 30 trabajadores.
Ese periódico y su personal viven en la indefensión, sin el recurso de acudir a las autoridades en busca de justicia y reparación del daño, porque de las propias autoridades nace el impulso arbitrario que se ha cebado contra Noticias. Así lo consideró la Comisión Nacional de Derechos Humanos en su recomendación 13/2005, dirigida al gobernador Ruiz, que fue mal recibida en su oficina.
La agresividad de los dirigentes croquistas ha sido uno de los signos distintivos de su trayectoria. No es infrecuente que disputen por la fuerza, a veces haciendo uso de armas de fuego, contratos colectivos de que son titulares o de los que pretenden apoderarse, a menudo en los sectores de la hotelería y la industria gastronómica.
Esas prácticas vetustas, discordantes de la modernidad del sector, han provocado la disminución de su influencia. Su marginación se agravó desde que el año pasado su dirigente vitalicio, Alberto Juárez Blancas, agregó una enfermedad a sus muchos años y se alejó del mando sindical, que ejerció con el fuerte tono personalista que singulariza al movimiento laboral mexicano.
Desprovista de su liderazgo incuestionado, que dura ya casi tres décadas, la CROC entró en crisis pues no han faltado quienes anticipan la muerte de Juárez Blancas y quieren ya repartir su herencia.
Quien primero actuó en ese sentido fue el diputado regiomontano Carlos Mireles, que era secretario de conflictos en el comité encabezado por el dirigente venido a menos. Otros miembros de la burocracia croquista rechazaron la pretensión del legislador y constituyeron en noviembre un órgano colectivo que presidió el líder en Guanajuato, Enrique Betanzos. En enero siguiente, sin embargo, fueron desplazados por Isaías González Cuevas, que se hizo elegir secretario general hasta el año 2010. Su ascenso se convirtió en foco de conflicto, que esta vez no se expresó en un movimiento interno para deponerlo, sino en el éxodo de agremiados, a cuya cabeza figura Roberto Ruiz Ángeles, que decidió crear una nueva agrupación, la Confederación Mexicana Sindical.
Estaba prevista para ayer domingo la asamblea inaugural de esta Confederación, surgida de la partenogénesis que ha caracterizado al movimiento sindical mexicano, y que fue también el origen de la CROC misma, creada en 1953. Aunque no es preciso creer puntualmente que, como dice su líder, la CMS nace con 600 sindicatos, es probable que en efecto cuente con fuerza, especialmente en el Estado de México, de cuya federación fue secretario general Ruiz Ángeles.
A sus 49 años de edad debe haberlo impacientado la permanencia de la gerontocracia que, si bien le ha brindado oportunidades (fue diputado federal dos veces, por ejemplo) tapona el ascenso de los dirigentes jóvenes que muy semejantes en mucho a los veteranos aspiran a tener su propio sitio. O se marchan de la casa.