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Crónica de Viaje

RICARDO RUBÍN

Postales de Nueva Orleáns

En una rampa frente al Mercado Francés abordamos el tranvía que nos llevó a lo largo de la orilla del río Mississippi, para bajar después por la calle Canal hasta el centro de la ciudad.

Mi esposa, mi hijo y yo sabíamos que aquel tranvía no era el ?llamado Deseo? de Tennesse Williams, pero la imaginación nos hizo pensar que sí lo era y que en él había viajado la pobre Blanche Dubois a su llegada al Barrio Francés.

Me encanta Nueva Orleáns. Es una ciudad distinta a cualquier otra de Estados Unidos. Muy francesa, muy criolla, con estrechas calles pletóricas de gente de todas partes y un espíritu de total libertad.

En el Mama?s Bar de la calle Peters nos atendió Erin, una muchacha alta, blanca, pelirroja y de ojos azules como Maureen O?Hara,

Detrás de la barra y siempre con una sonrisa, preparaba con gran rapidez lo que le pedían los clientes: daiquiris, mint juleps y cócteles diversos.

Frente al bar está el salón consagrado al mejor jazz del mundo: The Preservation Hall y unas puertas más allá el restaurante Pete O?Brien, con entrada por las calles Peters y Bourbon, amplios patios con mesas donde se come a la sombra de grandes sombrillas y fuentes que sorprenden porque en ellas se mezcla el agua y el fuego, sin que éste se apague.

En una casa del Callejón de los Piratas, a un costado de la catedral de San Luis hay una placa que dice: ?Aquí vivió en 1925 William Faulkner, Premio Nóbel, y aquí escribió su primera novela Paga de Soldados.

La casa, de madera y angosta, es de tres pisos y un siglo antes fue parte de una prisión para soldados franceses,

Ahora, en la planta baja hay una librería que visité con mi hijo. Un amable vendedor nos ayudó a encontrar algunos libros sobre la historia de Nueva Orleáns y los personajes célebres que han vivido allí.

El Café Du Monde, frente al Parque Jackson, está abierto día y noche desde 1862.

Es uno de los lugares más típicos e históricos de Nueva Orleáns y sólo sirven jugo de frutas, café y beignets, que son una especie de buñuelos rellenos de fruta y cubiertos de azúcar glasé.

En ese café estuvieron entre otros Tennesse Williams, Anne Rice, William Faulkner, Truman Capote, Louis Armstrong y los pirata Jean y Pierre Lafitte.

Mientras se está allí, se escuchan las roncas sirenas de los barcos de vapor que navegan por el río con turistas, bandas de jazz y muchos tragos gratis.

A un costado del Barrio Francés está el Cementerio San Luis Número Uno con la tumba de Marie Laveau, llamada La Reina del Vudú? hasta su muerte.

Sabía todas las artes y los misterios del vudú y de otras prácticas extrañas y cuando murió, su hija quiso ocupar su lugar pero no pudo. Nadie, desde entonces, ha alcanzado su reinado ni el renombre de esta mujer imponente e impresionante.

Era alta, delgada, morena clara, muy bonita y le gustaba usar un alto turbante africano que le daba mayor autoridad.

Cada semana, ante su tumba, los brujos y adivinadores de la suerte de Nueva Orleáns se reúnen frente a la tumba de Marie Leveau para implorarle ayuda y poder aumentar sus poderes.

¡Ah!, el Pat O?Brien?s Bar! en la esquina de Bourbon y Peters. Allí, en una mesa de uno de sus iluminados patios, en un ambiente de elegancia y distinción, probamos nuestro primer platillo de la cocina creole: crawfish a la ettouffee.

Es un platillo exquisito hecho con camarones pequeños y muy rojos, que sólo se encuentran en el Lago Pontchartrain, mezclados con carne de cangrejo y bañados en una salsa de delicioso sabor sobre un timbal de arroz.

Tan rico es este guiso que lo disfrutamos tres o cuatro veces más, así como la sopa de tortuga, los pasteles de cangrejo, camarones en barbacoa y la Bouillabaise criolla.

En el mismo menú hay otros platos de la cocina creole como el gumbo, la muffuletta y la jambalaya.

Nueva Orleáns es una ciudad para divertirse en grande. En el Barrio Francés siempre hay alegría. Nunca se pone allí el sol y el ambiente muy liberal se disfruta mientras se camina por sus calles principales, donde los bares están puerta con puerta. Cuando se camina a media calle, sale de esos sitios la alegría de los clientes y la música sincopada del jazz,

En las esquinas hay grupos de tres o cuatro o músicos callejeros que forman pequeñas orquestas.. Hay también puestos en forma de gigantescos hot dogs, donde venden grandes y sabrosos perros calientes

Tal vez, por todo esto, el Barrio Francés de Nueva Orleáns hizo suya la frase ?Dejad que los buenos tiempos corran?, aunque suena mejor en francés: ?Laissez les bon temps rouler?.

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