ETERNA Y ROMÁNTICA VENECIA
Aunque dicen que Venecia es inmortal, los guías de turismo insisten en decirle a los visitantes: ?échenle un buen vistazo a esta ciudad, porque un día desaparecerá?.
Pese a la lluvia, las orquestas de dos grandes boites tocan animadamente en la Plaza San Marcos. Una hace sobresalir el sonido dulce de sus violines con la canción Nueva York, Nueva York, y la otra ¿qué creen que toca?, pues nada menos que nuestra veracruzanísima Bamba... Calculan los expertos que el 3.5 por ciento de la herencia artística de Venecia se deteriora irreparablemente cada año, y que en ese mismo lapso se irá admirando menos el antiguo esplendor de la ciudad, llamada aún ?La Perla del Adriático?... El guía quiere llevarnos a la prisión donde los godos se divertían atormentando a sus presos políticos, pero sentimos escalofríos y preferimos seguir el itinerario y pasear por los canales.
Como típicos turistas, suspiramos más tarde al ver el Puente de los Suspiros... Cuando llegamos a Venecia, nuestra reservación decía Hotel Danielli, pero inexplicablemente nos mandaron al Brioni, de cuartos pequeños pero limpios. No protestamos porque lo que perdimos en comodidad lo ganamos en espectáculo: tenemos una magnífica vista de la ciudad y de algunos de sus canales de mayor movimiento... Según el guía, hace 20 años Venecia tenía 200 mil habitantes. Hoy sólo 110 mil se aferran a sus 117 islas y canales, pero el número de visitantes ha duplicado su población original... Advertimos la falta de uno de los antiguos caballos griegos de bronce de la Basílica de San Marcos, pero nos dicen que se repara en un taller especializado.
No hay automóviles en Venecia, y los botes de motor que navegan por los canales emiten poco humo contaminador, pero el aire está impregnado del hollín que escapa de la zona industrial. Venecia, poco se dice, posee una importante industria petroquímica, y varias refinerías de petróleo.
Imposible dejar de comprar figurillas hechas del famoso cristal de Murano... Imposible también dejar de comprar cucuruchos de maíz para darles de comer a las miles de palomas que cuando se asustan y vuelan obscurecen la Plaza de San Marcos... Sin discusión, los niños y niñas venecianos son los mejor vestidos del mundo... Para ir al Hotel Gritti, favorito de Ernest Hemingway, abordamos un vaporetto, y para dirigirnos al Harry?s Bar, donde el famoso escritor acostumbraba emborracharse, caminamos por una telaraña de callecitas y canales... Misa en San Marcos con pocos devotos venecianos y muchos presurosos turistas.
?Es difícil creerlo, pero nunca falta alguien que me pide la lista de precios?, dice Gino Domeze, encargado del Museo de Arte Antiguo de la ciudad... Las muchachas venecianas suelen ser recatadas y poco accesibles. Los venecianos, en cambio, son locuaces y sencillos... Por supuesto, los gondoleros cantan mientras reman, pero hay algunos que no tienen nada de romántico, aunque lucen bien con sus camisas a rayas horizontales, sus pantalones blancos y sus sombreros negros con un lazo... Se anuncia un baile de disfraces, y la ciudad parece animarse. Pero conseguir una invitación es casi imposible. Mejor seguimos navegando en la góndola mientras el gondolieri canta como si creyera que es Mario Lanza.
Para tener a Venecia en la mano la primera vez que llega uno allí, nada como comprar la revista Un Ospite di Venezia, algo así como una mirada a Venecia, con su lista de tiendas, bares, restaurantes, espectáculos, hoteles de diversa categoría, hosterías y demás.
A la ciudad de los canales se puede llegar por ferrocarril. La estación Santa Lucía, sin embargo, ya no luce tan elegante y limpia como cuando llegaba allí la versión original del famoso tren Orient Express. Y si se llega por avión, el aeropuerto Marco Polo está junto al gran lago, y hay que trasladarse al centro de la ciudad en un autobús acuático o terrestre.